Impacto a la seguridad alimentaria en la Amazonía: un panorama desalentador en la mayor sequía de la cuenca

En principio, la sequía es entendía como una anomalía en el clima que ocurre en ciertos periodos y que se caracteriza por la ausencia de lluvias en determinados territorios. Los impactos negativos del cambio climático han generado que los escenarios hidrológicos sean más extremos. Hoy en día, las poblaciones amazónicas ven afectados su dieta diaria, los índices de desnutrición crónica aumentan debido a la inseguridad alimentaria y la economía local se ve estancada por los cambios radicales en el clima.

Trabajo colaborativo: Radio Ucamara, Red Eclesial Panamazónica (REPAM), REPAM Perú y REPAM Colombia.

Redacción: Oscar Felipe Tellez D. 

La ancestralidad dice que una mujer enferma, llena de ronchas en su cuerpo, abandonada por su esposo en medio de la selva se sentó frente a una lupuna; allí, tuvo una muerte rápida. De su cuerpo empezaron a salir raíces y ramas. Se trataba de la yuca y su fruto. Poco a poco la gente empezó a encontrar este tubérculo y a consumirlo. Así fue como la yuca se convirtió en una importante fuente de alimento para el pueblo Kukama.

Sembrar y cosechar yuca es una práctica característica de kukamas y otros pueblos indígenas asentados en la Amazonía; a ello, se suman los trabajos en chacras de plátano, maíz, tomate, otras verduras y frutas tropicales.  Sin embargo, existen factores globales que generan un impacto negativo en la seguridad alimentaria de las poblaciones amazónicas. La extrema sequía pone en peligro los medios de producción de quienes conviven e interactúan en este inmenso territorio verde alterando las garantías de vida en la región y el mundo entero.

El año 2024 ha registrado cifras récord en cuanto a altas temperaturas y descenso de los ríos, quebradas y demás fuentes de agua en la Amazonía. En su momento, la ciudad de Manaos en territorio brasileño, reportó 40° Celsius como temperatura media; lo propio ocurrió en el distrito de El Porvenir, Amazonía peruana en donde la temperatura se colocó 5.8° Celsius por encima del promedio según lo reportó su estación meteorológica. A ello, se suman las mediciones que se hacen del caudal del río Amazonas, pues este ha bajado al nivel de la última gran sequía (registrada en el año 2010).

La situación se convirtió en una preocupación histórica. Y es que, según el informe ‘’Sequías en la Amazonía’’ elaborado por el Panel Científico por la Amazonía (SPA) la tendencia es que las crisis hidrológicas se manifiesten cada 100 años; sin embargo, la Amazonía ha registrado dos grandes eventos críticos en tan solo 14 años (2010 y 2024). El mismo informe señala que entre los años 1903-1994 se registraron siete periodos de sequías extremas; entre 1995-2023 el número de sequías extremas fue de seis. A ello, se suma el panorama de este 2024, que no es más que la representación de un cambio drástico en el clima global.

Dificultades agrícolas en la cuenca

La anormalidad en el comportamiento climático ha generado una serie de problemas en chacras y conucos. Las labores de siembra, cosecha y posterior comercialización de productos se ven fuertemente impactadas por la crisis climática. Los pobladores de las comunidades nativas enfrentan el día a día bajo una serie de condiciones que afectan sus medios de vida. La falta de agua no solo dificulta las labores de riego, la calidad de las cosechas disminuye al no alcanzarse los niveles de agua normales en zonas inundables; del mismo modo, los trayectos que implica el proceso de comercialización se hacen más extensos, añadiendo más dificultades al desarrollo de las economías locales.

El ‘’Atlas de Vulnerabilidad Hidroclimática de la Región Amazónica’’, impulsado por la Organización del Tratado de Cooperación Amazónica (OTCA) y el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente señala que ‘’los impactos por sequías se ven reflejados principalmente en el sector agropecuario, en la población por acceso al agua y en la ocurrencia de incendios forestales (57%) como un evento asociado a las sequías’’. A ello, debemos sumar que una ‘’alta dedicación’’ a las actividades agropecuarias y una baja aptitud de los suelos para actividades agrícolas, en el marco de tiempos de sequía, pueden ser factores determinantes para generar impactos (negativos) considerables en la economía de comunidades y asentamientos de la Amazonía.

El análisis realizado del periodo de sequía 2023 da cuenta que alrededor de 150 mil familias y unas 600 mil personas, entre pueblos indígenas y habitantes de zonas rurales y ribereñas padecieron dificultades para acceder a alimentos, agua, asistencia médica y escenarios para la comercialización de productos; el aislamiento generado por la sequía se prolongó por meses aumentado el riesgo de inseguridad alimentaria de las familias amazónicas. Aunque no se tienen cifras claras, en este 2024 se ha podido destacar escenarios devastadores como el que expone el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF): ‘’alrededor de 420 mil niños han quedado sin comida, acceso al agua potable y a la educación debido a la fuerte sequía. La falta de alimentos, causada por la sequía del cambio climático, aumenta el riesgo de malnutrición, emaciación, retraso del crecimiento e incluso la muerte’’.

Escasez de pescado en ríos y cochas

La pesca es una de las labores más importantes para los habitantes del territorio amazónico. Tradicionalmente, las comunidades ribereñas han dependido de la recolección de pescado para incorporarlo en su dieta y para el intercambio económico. Las variaciones climáticas, comunes en la selva, permiten que se desarrollen una serie de dinámicas que, en condiciones normales, mantienen las labores de pesca sin afección alguna. Durante los periodos normales de sequía es común que especies de peces y otros animales busquen cuerpos de agua profundos y permanentes; sin embargo, las sequías extremas generan que las especies acuáticas queden atrapadas en fuentes de agua aisladas, alterando comportamiento de interacción e incluso de reproducción.

El Panel Científico por la Amazonía (SPA) ha dado cuenta que para la sequía del 2023 una gran cantidad de delfines rosados y especies de peces murieron a causa del aumento desmedido de la temperatura en el agua. En este 2024, pescadores del estado Pará en la Amazonía brasileña reportaron la mortandad de entre 15 a 20 toneladas de pescado y otras especies a causa de la sequía extrema; al pescado se sumaron los hallazgos de cuerpos sin vida de caimanes, tortugas y rayas. También, la falta de agua en zonas inundables (como cochas y lagunas interconectadas a los grandes ríos) generó un descenso considerable en la economía ligada a la producción de paiche o pirarucú, un tipo de pescado de gran tamaño que se ha convertido en fuente de sustento económico y dietario para familias ribereñas en Brasil, Colombia y Perú.

En la cuenca del río Marañón (afluente que da pasó al río Amazonas), específicamente en la zona de la quebrada Chiriyacu, los pobladores Kukama lograron sobrellevar los impactos negativos de la sequía a través de su fuerza de trabajo. Eso sí, los cultivos de sandías, arroz y verduras se vieron disminuidos a causa de la falta de agua; la dieta del día a día durante la sequía no contaba con los componentes alimenticios que se requieren para niños, jóvenes en crecimiento, madres gestantes y adultos mayores. A ello, se suma que la obtención de pescado debía hacerse en la ciudad de Nauta, que por los efectos de la sequía se llegó a encontrar a unas 10 horas río abajo. ‘’En la zona del Chiriyacu había inmensas cochas y en las cochas había inmensas fieras (animales; por lo general boas) …se han movilizado en 2010, las fieras…entonces salió playa y se secaron las cochas, quedó quebradita lo que era un inmenso río’’ afirmó uno de los comuneros de Villa Canaán (asentamiento de la zona del Chiriyacu) haciendo referencia al comportamiento de especies acuáticas ante los periodos de sequías extremas.

El caso en la zona del Chiriyacu

Jorge Mejía Castillo es uno de los habitantes de la comunidad de Olaya en la zona del Chiriyacu; lleva 22 años asentado en el territorio y ha calificado la sequía del 2024 como el periodo de variación climática más fuerte que ha vivido. ‘’No podemos salir al Marañón para ir a la ciudad y llevar los productos; no podemos…no hay peces para pescar, debemos ir más lejos para conseguir; las cosechas y los cultivos de frutas como sandías son pésimos’’ afirmó Mejía Castillo al ser consultado sobre los principales impactos del cambio climático en su comunidad. Y es que, los habitantes de la quebrada vivieron la sequía del 2024 empujando, río abajo, sus canoas cargadas de los productos que se lograron cosechar. Las diez horas de trayecto hasta el punto de comercialización más cercano obedecen a un aislamiento generado por un descenso de hasta un 90% en la quebrada Chiriyacu.

Delicia Vela Ahuanari, habitante de la comunidad de San Jorge en la desembocadura del Chiriyacu, manifestó una serie de problemas que son comunes en la cuenca y que van desde los hogares hasta los espacios de comercialización de productos ‘’Trabajamos mucho, a parte de eso el clima es muy fuerte, el calor, el sol nos afectan bastante; no podemos ir a lavar al río, no tenemos agua…las comunidades de la quebrada salen sufriendo mucho, empujando se van con el botecito, sufriendo bastante. Ahora no tenemos peces…los abuelos nos cuentan que tenían bastantes cochas con peces grandes, ahora no tenemos eso’’ fueron las palabras de la habitante de San Jorge.

El Fondo de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) establece que la agricultura es el sector más impactado por las épocas d sequía. El impacto directo va en la reducción de los índices de productividad y calidad de los cultivos, la muerte de animales necesarios para una dita balanceada, el aumento de los incendios forestales y menos oportunidades de ingresos económicos derivados de la actividad agrícola. En la zona de la quebrada Chiriyacu, la economía y dieta se encuentran ligadas a siembras de arroz, hortalizas, verduras y sandias. Las parcelas se vieron diezmadas por la falta de agua en terrenos inundables. Para este 2024 la baja producción fue priorizada para obtener sustento económico y la dieta de los hogares se basó específicamente en el consumo de plátano yuca (alimentos que al no estar acompañados por demás fuentes de alimento no aportan las vitaminas y nutrientes básicos de una dieta balanceada).

El panorama desalentador de la cuenca

Los testimonios obtenidos en la zona del Chiriyacu dan cuenta de una realidad que se generalizó en toda la Amazonía; desde la selva alta de Perú, Bolivia, Ecuador y Colombia, hasta la selva baja en Brasil, Venezuela, Guyana, Guayana y Surinam. La sequía del año 2024 es de momento, la variación climática más fuerte que ha sufrido la Panamazonía. A la par de la escasez de agua que se vivió en el periodo de junio a mediados de noviembre de 202, persiste el temor de una época de crecientes devastadora. Y es que, después de una gran sequía se espera una época igual de intensa de lluvias. En los próximos meses los titulares de los distintos medios darán cuenta de inundaciones, desbarrancamientos en zonas ribereñas, pérdida de cultivos por exceso de agua en terrenos inundables y familias damnificadas.

La pérdida en la calidad de la tierra seguirá siendo una constante en toda la Amazonía ante los eventos climatológicos extremos que se viven. Sixto Pizango, poblador de la comunidad de San Jorge en la quebrada Chiriyacu expresó en su momento ‘’la sequía genera problemas en la producción, en la línea de cultivo. Años atrás, sembrábamos cualquier tipo de semilla y crecía sin necesidad de insumos químicos. Teníamos una producción pura, natural, ecológica…la generación de hoy, nuestros hijos, todos tenemos un alimento transgénico; por eso no hay un desarrollo físico, mental e intelectual. No tenemos una adecuada alimentación’’. Los eventos extremos de sequías y las posteriores crecientes reducen la calidad de los terrenos y las posibilidades de obtener cosechas netamente orgánicas.

Beder Camacho Arbildo, médico general del centro de salud de Nauta (Amazonía peruana) ha establecido que a la par de las enfermedades virales que puedan adquirir los habitantes de los territorios amazónicos por el consumo de agua en condiciones no aptas, los centros médicos ven como los índices de mal nutrición aumentan en la época de extrema sequía. El profesional de la salud afirmó que ‘’que el consumo único de plátano y yuca afecta el metabolismo…si solo nos alimentamos de eso y no de proteínas se genera un desbalance que a la larga se convierte en obesidad. En la Amazonía la falta de pescado en las fuentes de agua genera una malnutrición…además la sequía genera un riesgo para las comunidades, pues muchas no tienen un puesto de salud y ante una emergencia el tránsito fluvial es muy complicado’’.

La sequía es algo que va a seguir presente en la Amazonía. Del cuidado del bosque y la biodiversidad amazónica depende la regulación climática de la región y del mundo. También, del uso que se le de a la tierra depende la seguridad alimentaria de cientos de comunidades y los 40 millones de personas que las habitan. La extracción de recursos es algo que debilita la vida en las fuentes de agua; la tala excesiva compromete el ciclo normal de sequía y lluvia generando escenarios extremos que perjudican a las comunidades. La comercialización ilegal de terrenos está marcada por las quemas generalizadas que provocan la destrucción del bosque amazónico. A ello, podemos agregar que la expansión de monocultivos, el narcotráfico y extracción de minerales (particularmente oro y coltán) e hidrocarburos también generan la degradación del bosque tropical amazónico y por ende el ciclo del agua en el corredor Atlántico-Amazonía-Andes. La Panamazonía necesita una intervención directa que permita al planeta mantener las garantías y medios de vida de toda la humanidad.