La falta de acceso al agua, la sequía y una crisis silenciosa en la Amazonía

“Así dicen los antiguos: Coro coro que no quiere hacer llover. Estamos queriendo tomar agua, buscando en las rocas para tomarla. Y así estamos…  para tomar del río la hervimos, porque todo es contaminado y a veces hay derrames (de petróleo)”, relataba Estela Catashunga Vásquez, de la comunidad Hipólito Unanue, en la cuenca del Amazonas, en Loreto. Su testimonio refleja la desesperación que viven cientos de comunidades en la Amazonía como consecuencia de un año de sequía extrema sin precedentes.

Por: Annie Gabriela Peña y Oscar Felipe Tellez D.

Sin lluvias, el acceso al agua potable se vuelve una lucha diaria, y con ello, surgen problemas graves de salud que afectan tanto a las comunidades nativas como ribereñas. Durante el 2024, la sequía afectó directamente la soberanía alimentaria y el acceso a agua limpia de distintos pueblos amazónicos, agravando las desigualdades preexistentes y poniendo en peligro sus modos de vida tradicionales. Estas poblaciones enfrentan desafíos diferenciados debido a su dependencia del entorno y la falta de acceso a servicios básicos para mitigar los efectos de la crisis climática.

Según un estudio reciente del Panel Científico Amazónico, la frecuencia de las grandes sequías en la cuenca amazónica creció de manera drástica. Si en el pasado se registraban alrededor de cuatro sequías en un siglo, ahora son al menos cuatro en menos de 25 años. La combinación de deforestación, calentamiento global e incendios forestales exacerban estas condiciones, llevando a una degradación ambiental que afecta a los ecosistemas y la salud humana, particularmente de los pueblos indígenas y comunidades locales más vulnerables.

El mismo informe revela que, tanto en áreas rurales como urbanas, los medios de vida de más de 47 millones de personas que habitan en la Panamazonía se vieron afectados de diversas maneras. La falta de lluvias genera incertidumbre en actividades como la pesca o la agricultura y dificulta el transporte fluvial, esencial para el comercio y el acceso a servicios en las regiones más remotas; a su vez, esto impacta en las economías locales y regionales, promoviendo la vulnerabilidad de estas comunidades.

En Brasil, los bajos niveles de agua dejaron más de 1700 escuelas y 760 centros de salud inaccesibles, según un reporte de UNICEF. En la Amazonía colombiana, los ríos descendieron hasta un 80%, lo que limitó el acceso al agua potable y alimentos, además de suspender las clases presenciales en más de 130 escuelas. En Perú, la región de Loreto fue la más impactada por la sequía, lo que puso en peligro a las comunidades más remotas, en su mayoría indígenas, que ya se encuentran en una situación de vulnerabilidad.

Fuentes contaminadas

La sequía prolongada en la cuenca amazónica tiene consecuencias devastadoras para la salud pública en toda la región. La falta de agua potable, sumada a la disminución de los niveles de los ríos, el calor y la humedad, crean un entorno propicio para la proliferación de enfermedades tropicales, infecciosas e incluso virales. Según el doctor Beder Camacho, médico del Hospital de Nauta, en la Amazonía peruana, enfermedades como el dengue, la malaria y la fiebre amarilla aumentan significativamente durante la temporada seca.

Durante 2024, las enfermedades gastrointestinales y parasitosis también se incrementaron. El escaso acceso a agua potable, combinado con la ingestión de agua no tratada, generó infecciones que provocaron diarreas crónicas (cuadros que, acompañados de deshidratación extrema pueden ser mortales, en especial en niños) explicó el especialista. “Históricamente, enfermedades como el cólera han sido una amenaza en época de sequía y la falta de infraestructura para purificar el agua agrava aún más la situación”, sostuvo Camacho.

En zonas como Loreto, las familias dependen principalmente del agua de los ríos cercanos; a menudo el líquido está contaminado debido a los derrames de hidrocarburos. Para tratar de hacer el agua lo más segura posible, los pobladores la hierven antes de consumirla, aunque esto no siempre elimina los patógenos presentes. “La tomamos con su limoncito, a veces le echamos cloro, a veces no hay. Estamos tomando el agua hervida, porque algunos cuando toman el agua del río les da dolor de estómago”, mencionó Estela Catashunga desde la cuenca del Amazonas.

Según Jerlín Castro Pérez, promotor de salud de la comunidad José Olaya, ubicada en la cuenca del Chiriyacu, las personas recurren a la recolección de agua de lluvia, aunque esta también puede estar contaminada y causar enfermedades gastrointestinales. En tiempos de sequía, cuando la lluvia es escasa, la única opción disponible es cavar pozos artesanales, aunque el sabor del agua no siempre es agradable. “No hay agua para consumo humano. Hacemos pozos y pocillos para sobrevivir, cavamos donde vemos que escurre agua”, relató.

Escasez y desnutrición

En muchas comunidades ribereñas de la Amazonía, la pesca ha sido históricamente la principal fuente de alimento y sustento. Sin embargo, la sequía provocó escasez en las capturas, afectando directamente la dieta de las comunidades, que dependen en gran medida del pescado como fuente de proteína y nutrientes. Aquellas familias que pueden recolectan pescado o carnes de otras zonas, mientras que otras buscan alternativas alimentarias que, aunque accesibles, no siempre cubren las necesidades nutricionales esenciales.

La alteración de este recurso no solo pone en riesgo la salud de los habitantes, sino que también impacta su soberanía alimentaria, debido a que muchas de estas comunidades no tienen acceso a otras fuentes de alimentación o mercados cercanos, en especial en las zonas más remotas. “Durante la sequía los peces también mueren. Esto puede provocar malnutrición, ya que no es un problema de una o dos semanas, sino de una temporada completa de casi cuatro meses”, explicó el médico Beder Camacho.

Por otro lado, la escasez de peces también ocasiona el aumento del consumo de alimentos no tradicionales o de baja calidad nutricional, lo que agrava aún más los problemas de salud. Así lo explica Estela Catashunga. “Acá hay cochas, bastantes, pero están cerradas. Cuando hay invierno el agua limpia la cocha, en la sequía no se puede sacar el pescado. Por eso hacemos tacacho de plátano en el desayuno, té de hoja de limón, té de naranja. Si hay plátano maduro haces tu chapo, y ya, con eso pasamos los días”.

Las dificultades de transporte, debido a los bajos niveles de agua en los ríos, también agravan la situación. Según menciona el doctor Camacho, las comunidades aisladas que carecen de centros de salud cercanos deben depender de botes para trasladarse a los centros médicos más grandes. Este acceso limitado a la atención médica retrasa el tratamiento de enfermedades y complica la respuesta a emergencias sanitarias. En conjunto, la sequía exacerba las desigualdades en la región y pone en grave peligro la salud de las poblaciones más vulnerables.

Resistencias locales

Según la Organización Meteorológica Mundial (OMM), el 2024 ha sido el año más cálido jamás registrado, con un aumento de 1,55 °C en la temperatura global, por encima de lo ocurrido en 2023. En ese contexto, el incremento de temperaturas y la intensificación de fenómenos como las sequías han puesto a las comunidades más alejadas de la Amazonía en una situación aún más vulnerable respecto al ya inexistente acceso a servicios de salud que tienen y dificultades para trasladarse a centros de atención.

Es allí donde los agentes comunitarios de salud desempeñan un rol vital en las zonas más remotas de la Amazonía. Estos agentes, en algunos casos, miembros de las propias comunidades, están capacitados para brindar atención médica básica y primeros auxilios, y se convierten en un puente esencial entre las comunidades y los servicios de salud formales. José Curitiva, uno de los agentes comunitarios de salud en el distrito de Urarinas, destaca: “Nosotros como agentes comunitarios hemos logrado mucho, como ampliar la vacunación a niños de 0 a 5 años y disminuir la mortalidad por complicaciones en el embarazo y parto”. A pesar de las limitaciones de recursos, estos agentes ayudan a controlar enfermedades como la malaria, la diarrea y las gripes, comunes en las zonas más aisladas de la región.

María Luisa Oliveira, promotora de salud con más de 22 años de experiencia, también resalta la importancia de su labor en tiempos de sequía: “Aunque las sequías pasadas no se difundían como ahora, los agentes comunitarios siempre hemos estado al frente, luchando contra enfermedades como la disentería y la malaria”. Oliveira, quien trabajó en varias comunidades ribereñas, agrega que su conocimiento de las plantas medicinales, transmitido por generaciones, es esencial para tratar enfermedades en un contexto donde los servicios de salud formales son limitados. “Usamos plantas como el ‘pangarama’, un árbol que se utiliza para tratar la diarrea, y con eso ayudamos a muchas personas”, comenta.

Oro negro en la Amazonía

Los derrames de petróleo son una amenaza constante en la región amazónica, exacerbando la crisis sanitaria y ambiental provocada por la sequía. Según el médico cirujano Alan Huamancayo, gerente del Hospital de Nauta en la Amazonía peruana, la contaminación del agua ya sea por derrames de petróleo o por la escasez de agua potable, es uno de los principales factores de las enfermedades diarreicas. En la microred Nauta, que abarca zonas como el río Tigre, las comunidades cercanas a los lotes de petróleo, como el Lote 8 y el Lote 12 del norte peruano, experimentan derrames continuos que contaminan los ríos, matan a los peces y afectan la salud de los habitantes.

La contaminación del agua por derrames de petróleo genera diversas enfermedades graves. Huamancayo explica: “Los nativos toman esa agua, y la ingestión de agua contaminada provoca enfermedades diarreicas, además de dermatitis atópica y otras afecciones de la piel”. Este tipo de contaminación no solo afecta la salud, sino que también amenaza la soberanía alimentaria, ya que la muerte de los peces impacta directamente en la dieta de las comunidades que dependen de la pesca. “Los derrames no solo afectan al agua potable, sino que también destruyen los recursos naturales fundamentales para nuestra subsistencia”, añade Huamancayo.

La sequía y la disminución del nivel de los ríos agravan aún más la situación. “Cuando el agua desciende, los brotes de malaria aumentan, y con ello los casos de dengue y desnutrición”, afirma el médico. Esta combinación de sequía, contaminación y enfermedades endémicas crea un entorno de crisis sanitaria constante, poniendo en grave riesgo la salud de las comunidades amazónicas, que ya enfrentan dificultades para acceder a servicios médicos adecuados.

Necesidad de acciones inmediatas

En este contexto, la intervención de los agentes comunitarios y las estrategias de adaptación local se convierten en una respuesta vital para mitigar los efectos de esta crisis global. La Amazonía, conocida como el pulmón del mundo, no solo sufre las consecuencias del cambio climático, sino que también está enviando una alerta urgente sobre la necesidad de tomar medidas más rápidas y efectivas para preservar su salud y la de sus habitantes. Sin acciones inmediatas, la región y sus comunidades seguirán siendo las primeras víctimas de una crisis climática que amenaza a todo el planeta.

Ahora bien, la previsión de una fuerte temporada de invierno en la región amazónica no es un panorama alentador para la selva amazónica. Precedida de la fuerte sequía, las inundaciones y crecientes harán más difíciles las labores de potabilización en caseríos, comunidades y centros poblados. Las situaciones extremas, propias del cambio climático, no permiten un buen manejo en las cosechas; la proliferación del vector Leptospira, sumado a los deficientes sistemas de salud, se convierte en una alerta a considerar; las inundaciones provocan que el manejo de basuras y aguas residuales sean más complicados, generando más focos de contaminación y propagación de enfermedades. La pérdida del equilibrio climático necesita ser abordada con celeridad para afrontar todos aquellos problemas que rodean a las fuentes de agua y los territorios ancestrales de la Amazonía.