La Red Eclesial Panamazónica –REPAM- ante la situación del pueblo Shuar y la Amazonía de Ecuador

“Hago una invitación urgente a un nuevo diálogo sobre el modo como estamos constru­yendo el futuro del planeta. Necesitamos una conversación que nos una a todos, porque el desafío ambiental que vivimos, y sus raíces hu­manas, nos interesan y nos impactan a todos”

(Laudato Si, 14).

La Red Eclesial Panamazónica –REPAM- es una plataforma que se compone de múltiples referentes de la Iglesia Católica (instancias locales, nacionales, regionales e internacionales, obispos, sacerdotes, religiosas-os, congregaciones, instituciones, comisiones, equipos especializados y misioneros-as) que trabajan en el acompañamiento y la defensa integral de los territorios, grupos vulnerables (con especial atención a pueblos indígenas y otras minorías), de sus derechos, en la promoción de la fe y del diálogo de saberes, y que impulsa alternativas de vida de acuerdo a las propias perspectivas de los pueblos y comunidades que habitan en el territorio Pan-amazónico.

Como REPAM, buscando responder con coherencia al urgente desafío del cuidado de toda vida, queremos manifestar nuestra profunda preocupación y firme denuncia de los acontecimientos recientes con relación al pueblo Shuar del Ecuador en la provincia de Morona Santiago, específicamente con respecto al desalojo de los pobladores, indígenas y campesinos, de la comunidad Nankints en favor de los intereses de la empresa minera china Ecuacorrientes S.A. Compartimos más elementos de contexto desde el propio comunicado del pueblo Shuar sobre su situación: https://redamazonica.org/2017/01/carta-al-pais-al-mundo-del-pueblo-shuar-arutam/

El histórico reciente de este territorio es un ejemplo de los procesos que se dieron en muchos lugares de la Amazonía, en que territorios ancestrales de pueblos indígenas fueron titulados bajo figuras de reforma agraria que muchas veces tuvieron vacíos y limitaciones. No obstante, campesinos e indígenas han compartido este espacio durante mucho tiempo. El desencadenante del conflicto actual se relaciona claramente con la política de sobreexplotación de los bienes naturales que se ha impuesto en la región amazónica concediendo derechos a grupos privados, vulnerando gravemente los derechos humanos y la protección de los ecosistemas.

Estamos ante un asunto de reconocimiento de identidades diversas, de comprensiones distintas de la territorialidad y de modos de vida que están mucho más allá de las legalizaciones de tierras en reformas agrarias de antaño, o reduciendo el destino de las discusiones a la existencia de contratos de compra-venta que no incorporan la concepción de derecho internacional y derecho colectivo ineludible en contextos como el del pueblo indígena Amazónico Shuar. Lo que está en juego no es la fuerza de unos por encima de otros, lo que está en juego es el futuro del Ecuador, de la región, y quizás del planeta. Necesitamos serenidad, sensatez, mirada a largo plazo más allá de los cargos, y apertura genuina al dialogo para encontrar vías adecuadas de resolución del conflicto.

Entendemos la vocación por el desarrollo social de los mujeres y hombres del Ecuador, pero la salida no puede limitarse a seguir extrayendo los recursos naturales en los espacios más frágiles y vulnerables, porque la pobreza que se quiere combatir momentáneamente llegará igualmente y de manera más dramática para esos territorios en el mediano plazo luego de que se agoten dichos recursos, y cuando su hábitat esté afectado de forma irreversible. Tenemos que encontrar salidas más adecuadas que no impliquen esta ruptura y violencia, ni la vulneración de los derechos humanos de los moradores de los territorios, especialmente de comunidades ancestrales.

El Papa Francisco en su visita al Ecuador, ante la Sociedad Civil reunida en la Iglesia de San Francisco de Quito quiso hacer un destaque particular: “Nos acompañan aquí hoy hermanos de pueblos originarios, provenientes de la Amazonía ecuatoriana. Esa zona es de las más ricas en variedad de especies… Requiere un cuidado particular por su enorme importancia para el ecosistema mundial…”. En su Encíclica Laudato Si’, Francisco reconoce a los pueblos indígenas como los primeros interlocutores al momento de tomar decisiones que afecten sus territorios, reconoce su especial conexión espiritual y material con su territorio donde su presente y futuro está articulado a ese espacio de vida, y expresa claramente que cuando ellos permanecen son quienes mejor cuidan estos ecosistemas (Laudato Si, 146). ¿Qué tanta atención estamos prestando a estas palabras?

Vemos en las actuaciones particulares de ciertas instancias oficiales con respecto al pueblo Shuar, y en las reacciones hacia el pueblo Sarayaku como resultado de este mismo conflicto, una injustificable distancia con respecto a estos principios éticos que deben orientar una política verdaderamente desempeñada al servicio del Bien Común y del Buen Vivir. Pedimos más altura en las discusiones, una altura que vaya más allá de los antagonismos, descalificaciones y posturas inamovibles e unívocas donde solamente quienes ostentan el poder institucional formal parecen determinar los rumbos a seguir, por encima de las comunidades que habitan en los territorios, y los han habitado por siglos.

Hacemos un llamado urgente al respeto de los derechos (sobre todo al de consulta previa, libre e informada para los pobladores), al diálogo sensato, al cese urgente y no repetición de un estado de excepción que favorece un contexto de mayor confrontación y violencia, y a privilegiar los intereses de las comunidades que han habitado en esos territorios por encima de los intereses extractivos externos.

Lamentamos profundamente la muerte de un efectivo de la policía que fue enviado a una situación de violencia inminente y pedimos que los hechos sean debidamente atendidos y solventados, pero sin provocar una injusta generalización de parte de las instancias del gobierno y una criminalización de dirigentes y comunidades locales. Pedimos que se aclare la situación de los líderes que han sido procesados, o que están en detención, y se asegure el pleno respeto de sus derechos para que adquieran su libertad. Tampoco se puede justificar el uso de adjetivos hirientes o descalificadores hacia pueblos que representan nuestras raíces, que han sido mucho más respetuosos con su entorno que los lamentables resultados de los múltiples procesos extractivos que han dejado más perjuicios que beneficios a su paso por territorios vulnerables, y que son espacios de la mayor importancia para el futuro del planeta.

Necesitamos que se respete el derecho a disentir que conduzca a la construcción de caminos dialogados, para evitar caer en posturas unívocas de cualquiera de las partes implicadas, las cuales no hacen sino alejarnos más de una posible solución. Pedimos que se asuma con seriedad la invitación que el Papa Francisco hizo al Ecuador en su Homilía en el Parque Bicentenario, donde expresó que es “impensable que brille la unidad si la mundanidad espiritual nos hace estar en guerra entre nosotros… Y esto a costilla de los más pobres, de los más excluidos, de los más indefensos, de los que no pierden su dignidad pese a que se la golpean todos los días”. Y nos llamó con fuerza en el cierre de su mensaje: “¡Sean testimonio de comunión fraterna que se vuelve resplandeciente!…”.

           

“Deseo reconocer, alentar y dar las gracias a todos los que, en los más variados sectores de la actividad humana, es­tán trabajando para garantizar la protección de la casa que compartimos. Merecen una gratitud es­pecial quienes luchan con vigor para resolver las consecuencias dramáticas de la degradación am­biental en las vidas de los más pobres del mundo”

(Laudato Si, 13).