Mons. Evaristo Spengler llega a la Diócesis de Roraima para continuar la opción por los indígenas y migrantes
Por Luis Miguel Modino
La Iglesia de la Amazonía, de la que forma parte la Diócesis de Roraima, está en el corazón del Papa Francisco, que mira a las iglesias de la región con mucho cariño, como recordó el Cardenal Leonardo Steiner. El nuevo obispo ve este momento como una oportunidad que Dios le da para «abrirse a nuevas realidades», que en el caso de la Diócesis de Roraima se concreta en una clara opción por los pueblos indígenas y los migrantes, una actitud profética, en fidelidad al Evangelio, en defensa de los más pobres y vulnerables, de lo que la crisis humanitaria sin precedentes del Pueblo Yanomami es un ejemplo más.
Ser acogidos por los que no cuentan es un signo de Dios, que hace opción por los que la sociedad descarta. Los pueblos indígenas y los migrantes venezolanos, víctimas de prejuicios en la sociedad de Roraima, fueron los protagonistas de la acogida al nuevo Obispo de la Diócesis de Roraima delante de la Catedral Cristo Redentor.
Indígenas y migrantes protagonistas
Los pueblos indígenas y los migrantes son protagonistas en la Iglesia de Roraima, algo que volvió a estar presente en la liturgia de la acogida del nuevo obispo, con la proclamación de las lecturas en español y en la lengua indígena macuxi, así como algunos de los cantos y momentos destacados de la celebración. Una liturgia llena de símbolos, con rostro amazónico, en la Solemnidad de la Anunciación del Señor y en el día en que la Iglesia de Roraima inicia la preparación para los 300 años de evangelización en 2025.
A partir del Misterio de la Anunciación, Mons. Evaristo destacó cómo Dios envió a su ángel a una región despreciada, para encarnar a un Mesías que quiso formar parte del pueblo pobre. A través de la figura de María, que superó sus miedos para asumir el plan de Dios, porque sobre todo «lleva en su corazón la certeza de que Dios camina con ella y con el pueblo pobre«, Mons. Spengler insistió en la superación de los miedos, porque «el miedo excesivo nos paraliza», recordando algunos temores «que nos hacen mucho daño», y junto a ello «nos impide caminar y construir un futuro coherente y más auténtico con el Evangelio».
Una Iglesia de esperanza y de confianza en Dios
A partir de ahí, el nuevo Obispo de la Diócesis de Roraima ve la urgencia de «construir una Iglesia de esperanza y de confianza en Dios«, recordando el III Año Vocacional que la Iglesia de Brasil está celebrando, insistiendo en que «todos estamos llamados a ser Pueblo de Dios en camino y a fortalecer nuestras Comunidades Eclesiales de Base», y llamando a todos a asumir su vocación en Comunión y Misión, «sin miedo a caminar juntos y a construir comunidades servidoras, a ejemplo de María».
Es en el ejemplo de María que «esta Iglesia particular escucha el llamado de Dios a través del clamor del pueblo«, algo que fue asumido por los misioneros que durante 300 años «llegaron con mucho sacrificio de desplazamiento, comunicación, recursos y aquí se dejaron consumir en el testimonio del Evangelio vivo», insistió Mons. Evaristo Spengler. Una Iglesia que «nunca se dejó guiar por el aplauso o la crítica, sino por la fidelidad al Evangelio de Jesucristo», hasta dar la vida, como le ocurrió al padre Caleri. «Una Iglesia, sin miedo, como María».
No callarse ante la tragedia Yanomami
Ante el momento actual, «la Iglesia no puede callar ante la tragedia de los Yanomami, ante sus tierras invadidas por la minería, que les roba su territorio, su salud, su paz, sus medios de producción de alimentos, en definitiva, su vida», denunció Mons. Evaristo. La Iglesia en Roraima reafirma una vez más su compromiso con los pueblos indígenas en defensa de su vida y de sus territorios. Este compromiso se extiende también a los migrantes, subrayó el Obispo, que «desea acogerlos e insertarlos en esta tierra», muchos de ellos partícipes de la vida de las comunidades de la diócesis.
Reflexionando sobre el triple ministerio del obispo, Mons. Evaristo Spengler insistió en que «más importante que el Obispo es la Iglesia«, e hizo profesión de fe, mostrando la Iglesia en la que cree: Una Iglesia fiel al Evangelio; una Iglesia servidora del mundo y promotora de la Vida, especialmente allí donde está más amenazada; una Iglesia aliada y socia de los pobres, de los pueblos indígenas, de los migrantes, de las mujeres, de los jóvenes y de los hambrientos; una Iglesia de Comunidades, de la Palabra, que hace la experiencia del compartir y es ensayo del Reino; una Iglesia que busca testimoniar la sinodalidad, corresponsable desde el Bautismo; una Iglesia toda ministerial; una Iglesia profética; una Iglesia responsable por la Casa Común, que ama, cuida y defiende a nuestra «Hermana Madre Tierra».
En una Iglesia tres veces centenaria, Mons. Spengler dijo sentirse «tranquilo y bastante seguro, no por mi fuerza, sino por la Iglesia», a la que definió como marcada por «el testimonio, la fidelidad y el profetismo». Es un camino que, dijo, quiere seguir a partir de su «compromiso con el Regional Norte 1 en busca de estrechar los lazos de comunión», algo que también hace con la CNBB, en su misión de Enfrentamiento a la Trata y con la REPAM.
Fuente: ADN Celam