En el foro, Rosalía Matene, secretaria de Organización del Territorio Indígena Multiétnico (TIM), expresó su preocupación ante los constantes avasallamientos que sufren, por lo que instó a estar atentos a las políticas públicas impuestas por el Gobierno “cuyo principal objetivo es impulsar la deforestación de bosques”.
Por ANF
Ante el avance del modelo extractivista en el país y la alarmante deforestación de los bosques para distintos fines, el concepto de desarrollo se ha simplificado a la idea de acumulación de bienes y recursos económicos, por lo que desde la perspectiva de investigadores de distintas instituciones, autoridades indígenas y pobladores de San Ignacio de Mojos urge generar alternativas de desarrollo en sintonía con la naturaleza.
A través de distintas ponencias, los participantes del foro temático “Desarrollo y Sostenibilidad: miradas y perspectivas alternativas”, evento organizado por la Parroquia y el Museo de San Ignacio de Mojos, debatieron y analizaron los efectos y daños colaterales que se generan a nombre del aprovechamiento desmedido recursos y la ambición de sectores empresariales que se aprovechan ante la indiferencia del Estado.
La economía de los bosques vs. el extractivismo
El investigador local Ismael Guzmán realizó un análisis sociohistórico sobre la intervención de los pueblos aborígenes en el territorio mojeño y cómo esta acción permitió la evolución del ecosistema y la naturaleza -de pampas a bosques- de esa región amazónica en pos de un desarrollo distinto al que se plantea desde el pensamiento extractivista.
“Los habitantes de esa época estaban empeñados en alcanzar el desarrollo, esa era su finalidad y dieron sus pasos en función a eso, pero con otra lógica, con otra visión”, dijo.
Según Guzmán, esta lógica puede ser denominada como “economía del bosque” y su definición señala que se trata de “una dinámica económica productiva que se basa en las oportunidades que genera el bosque para satisfacer las necesidades de su población en busca de su bienestar”.
“Hay estudios que muestran que poco más de un tercio de los ingresos netos de los territorios indígenas de Mojos proviene del bosque, esto si excluimos la parte agrícola, pecuaria y otras actividades que se realizan para generar ingresos”, explicó.
En contraposición, la idea de desarrollo extractivista apela al criterio de que los seres humanos tienen la capacidad de tener un desarrollo infinito y alcanzar el bienestar en base al consumo y a la generación de capital para acumular riqueza y aprovechar todas las oportunidades que se den en el entorno.
“Se empecina en aprovechar los bienes de la naturaleza, pero con la idea de vaciarla. El objetivo no es el bienestar del colectivo como busca la economía de los bosques, sino el objetivo es el éxito monetario. Con la economía de bosques se busca que todos tengan que comer, un lugar para vivir, con el extractivismo se busca el bienestar particular, de unos pocos, algunas empresas”, añadió.
Cambian los modelos, continúa la explotación
Según el planteamiento de Edgar Izurrieta, responsable de la Unidad de Apoyo a las Organizaciones e Incidencia Regional del Centro de Investigación y Promoción del Campesinado (CIPCA) Beni, los modelos de desarrollo en Bolivia tuvieron un proceso de evolución con el paso de los años, pero que eso no significó un cambio en la lógica de la cultura política y económica que “considera que la riqueza del país existe para extraer y explotar”, así como la idea de que “la mano de obra está dada para someterse”.
“Desde 1990 hemos transitado de un modelo liberal extractivista de los recursos naturales hacia un modelo nacional estatista que ha intentado implantar la diversificación industrial, el establecimiento de zonas de colonización. Luego nos detuvimos en un modelo neoliberal que basa sus lineamientos en una explotación de los recursos naturales por transnacionales y el capital privado. A partir del 2009 supuestamente hemos transitado hacia un modelo de economía plural, concepto que se incluyó en la nueva Constitución”, dijo.
Izurrieta explicó que hasta el 2013 en el país existió al menos 2.760.238 hectáreas de uso agrícola y 13 millones de hectáreas para el uso ganadero. Asimismo, desde 2016 los departamentos de Santa Cruz y Beni, el este de Tarija y de Chuquisaca ocupan una proporción del 93% de la superficie bajo uso agropecuario.
“La superficie cultivada ha crecido por la extensión de productos industriales como la caña de azúcar y la soya”, agregó.
Los volúmenes de producción agrícola en Bolivia crecieron en los últimos 10 años, aunque principalmente en los rubros de oleaginosas industriales. Sin embargo, los volúmenes de producción de los tubérculos, hortalizas y frutas no se han incrementado significativamente, al punto de quedar estancados. “Los niveles de la producción de economía comunitaria se relegan, pero se eleva la producción de la agroindustria en el país”, argumentó.
En cuanto a la producción ganadera, el investigador dijo que esta se plantea de manera extensiva con cabezas de ganado bovino que pastan libremente por las praderas y que ello ha permitido su ingreso a los bosques, a diferencia de la ganadería intensiva que mantenía a sus animales en determinados espacios.
“Al 2013 la ganadería bovina en Bolivia alcanzó al menos 8.315.504 cabezas de ganado aunque posiblemente ya se esté bordeando los 9 millones. El departamento de Santa Cruz ha concentrado el 43,28% del total ganadero en Bolivia y es seguido por el Beni con el 31%”, explicó.
¿Una carretera es desarrollo?
Por su parte, la investigadora de la Fundación Solón, Fátima Monasterio, invitó a reflexionar y a repensar con base en la pregunta ¿puede una carretera considerarse desarrollo? en alusión a la carretera que busca traspasar el corazón del Territorio Indígena y Parque Nacional Isoboro Sécure (TIPNIS).
“Este es un tema que necesariamente debe ser puesto a discusión si queremos hablar de desarrollo de esta región, este municipios y territorios. Lo que puedo decir es que ninguna carretera en el mundo tiene cero impacto. Todas las carreteras tienen algún nivel de impacto, por eso es importante preguntarse si eso es desarrollo”, comentó.
Para Monasterio no existe duda de que hay una relación directa entre las carreteras y la deforestación en la Amazonía, ya las zonas de difícil acceso a esta región son las que mejor están conservadas, por lo que “los polos de penetración a la amazonía están relacionados con la pérdida de bosque”.
“Las carreteras por sí mismas tienen que pensarse en tanto sus impactos directos e indirectos, no solamente se trata de deforestar un área por donde va a pasar la carretera, sino todo lo que esa carretera va a generar en la región donde se está construyendo. Pero ¿Qué intereses hay detrás de esa carretera?”, dijo.
A través de mapas, la investigadora mostró cómo los territorios del denominado norte integrado del departamento de Santa Cruz, zona caracterizada por la industria agrícola a gran escala, fueron blanco de una deforestación tras su poblamiento.
“A partir de la década del 60 en adelante se empezó a cultivar soya. Antes de eso todo era bastante marginal la producción de soya en Santa Cruz. Este fue un proyecto del Banco Mundial, donde uno de los componentes centrales del proyecto para incentivar la producción de soya en Santa Cruz fue la construcción de una carretera hacia el norte integrado. ¿Es esto progreso? ¿Es este el desarrollo que queremos?”, comentó.
Preocupación por los avasallamientos
Rosalía Matene, secretaria de Organización del Territorio Indígena Multiétnico (TIM), expresó su preocupación ante los constantes avasallamientos que sufren, por lo que instó a estar atentos a las políticas públicas impuestas por el Gobierno “cuyo principal objetivo es impulsar la deforestación de bosques”.
“Es para la depredación de lo poco que nos queda en bosque. Esto lo vemos con la ganadería, la producción de alimentos a gran escala, algo que fue una propaganda del gobierno central y también de algunos gobiernos departamentales”.
La representante cuestionó que este tipo de planes y proyectos sean elaborados desde escenarios ajenos a la realidad de los pueblos indígenas, por lo que estas tienden a plantearse como un fracaso.
“Son diseñadas desde los escritorios y cuatro paredes y no están creadas para aplicarse a la realidad de las diferentes zonas. Así vamos a terminar no creciendo, sino al contrario aumentará la crisis social, ambiental y económica”, dijo.
Fuente: ANF