Informados/as “del amor que les inspira el Espíritu. Por eso nosotros, desde que nos enteramos, no cesamos de orar por ustedes, pidiendo: Que se colmen del conocimiento de su voluntad con toda sabiduría e inteligencia espiritual (Col 1, 8-9).
Lima, 2 de setiembre de 2019
A nuestros Obispos peruanos de la Amazonía:
Somos un grupo de laicos/as, religiosos/as y sacerdotes que pertenecemos a diferentes Diócesis: Huánuco, Tacna y Moquegua, Chimbote, Lima, Ayaviri, Piura, Chiclayo, Chulucanas, Chosica, Lurín, Carabayllo, Cusco, Puno, Juli y Cajamarca; Vicariatos Apostólicos: Pucallpa, Puerto Maldonado, Iquitos y Yurimaguas; y Movimientos Laicales del país: Unión Nacional de Estudiantes Católicos, Movimiento de Profesionales Católicos, Equipos Docentes del Perú, Movimiento de Trabajadores Cristianos y el Programa de Ecología y Cuidado de la Casa Común de la Asociación de Grupos Evangélicos Universitarios del Perú, que en el marco del Sínodo Panamazónico, nos hemos reunido en Lima los días 13 y 14 de agosto y, anteriormente, en otras oportunidades, interpelados/as por el Papa Francisco y su invitación de escuchar el clamor de nuestros hermanos y hermanas de la Amazonía y para juntos/as, como “Iglesia pobre y para los pobres”, caminar hacia una Ecología Integral -una “Ecología del Reino- donde la Vida en abundancia sea una realidad.
En este tiempo sinodal queremos escuchar y sentir junto a ustedes el soplo del Espíritu Santo en la voz y clamor de nuestros hermanos y hermanas de la Amazonía. En oración, pedimos este don de escucha para ustedes (cf. Episcopalis Conmunio, 6), para nosotros/as y para toda la humanidad, para que seamos capaces de ser una Iglesia que se ponga al servicio y obre en favor de la vida de nuestros pueblos, para que, sin miedos, con coraje evangélico y en fidelidad a nuestro Dios, amigo de la Vida (Sab 11, 16) seamos capaces de transformar las actuales situaciones de muerte y explotación.
Asimismo, en comunión con ustedes, vivimos este tiempo como un kairós que nos permite redescubrir al Dios en el que creemos, un Dios que sigue actuando en nuestra historia y sigue oyendo los gritos de los marginados (Cf. Ex 3, 7). Es Dios que nos interpela y nos exige mirar el desafío del Cuidado de la Creación y la defensa de la vida de la Amazonía desde la fe. La encíclica Laudato Si‘ ha sido un aporte significativo en este redescubrimiento; en el proceso de acoger y trabajar su contenido, hemos ido tomando conciencia de la “gran oportunidad” que significa este tiempo para actuar, confiados/as en que Dios cuenta con nuestras capacidades, habilidades y creatividad para enfrentar este gran desafío.
Este tiempo de gracia nos brinda la oportunidad de profundizar las consecuencias de una Espiritualidad Encarnada en la historia, siguiendo con fidelidad los pasos de Jesús de Nazaret en este momento presente. Ello nos sacude y nos llama a una Conversión Ecológica Integral. Estamos ante un desafío espiritual que nos exige desarrollar nuestra fraternidad con los pueblos originarios, y asumir nuestra responsabilidad humana con la Creación entera, especialmente con la Amazonía; sabemos que esto implica con urgencia desarrollar la dimensión social y política de nuestra fe desde una perspectiva ecuménica e interinstitucional, pues sabemos que la tarea es grande y necesitamos sumar esfuerzos para ser más eficaces en nuestras respuestas.
Como Iglesia estamos llamados/as a “mirar lejos”, a pensar hoy el desafío de la Amazonía como un “signo de los tiempos”, no solo local o latinoamericano sino mundial, pues se trata de un desafío universal en el que se juega la supervivencia del Planeta. Estamos convencidos/as de que es impostergable y, también, una cuestión de justicia, asumir el aporte que ofrecen los pueblos amazónicos en la defensa de su territorio y sus culturas. Necesitamos, como Iglesia y como humanidad, aprender de ellos, de sus cosmovisiones integradoras del ser humano y de la tierra para hacer realidad la sostenibilidad de la Vida.
Desde el Documento de trabajo (Instrumentum Laboris), se nos recuerda la importancia que tiene la escucha en todo el proceso del Sínodo, tanto en el tiempo de la consulta previa como en la celebración del mismo. Sabemos que esa escucha ha tenido una larga preparación, pero estamos también muy conscientes de que esa escucha no ha terminado. Después del Sínodo, en octubre, nos tocará “seguir caminando unidos” para poder concretar en cada lugar el seguimiento del Post- Sínodo. El Documento de Trabajo es un instrumento valioso que nos ayuda a incorporarnos a esta dinámica de escucha y nos prepara para la recepción del documento final y los desafíos a los que tenemos que responder, con reflexiones profundas y acciones concretas.
Como pueblo de Dios estamos juntos/as en esta tarea, desde una escucha activa, responsable y comprometida en nuestras pastorales, favoreciendo y fortaleciendo el diálogo, especialmente con los pueblos de la Amazonía; apoyando las iniciativas que se gestan desde allá; acogiendo sus voces, escuchando sus “gritos” para re-significar el imaginario de un proyecto de país que nos lleve a la integración y a la ciudadanía plena de todos los pueblos y todas las culturas, “hacia esa nueva tierra prometida que mana leche y miel para todos/as”(cf. Ex. 33,3). Sabemos que este anhelo implica impulsar el reconocimiento de los derechos que tienen los pueblos amazónicos a sus territorios, a moldear un modelo de desarrollo que nazca de sus propias formas de vida, a su autodeterminación.
Queremos acompañar sus búsquedas para construir una “Iglesia profética con rostro amazónico”, a través del empeño por visibilizar la problemática socio-ecológica, y reflexionar juntos/as sobre ella, analizando las causas desde un enfoque de derechos y desarrollo sostenible como una tarea propia de la Iglesia, como una tarea propia del Anuncio de la Buena Noticia. Con nuevo ardor misionero, queremos trabajar qué significa hoy la inculturación del Evangelio renovando métodos y volviendo sobre las raíces evangélicas de nuestro compromiso cristiano.
El Sínodo será un acontecimiento importante para la Iglesia, pero también para el mundo entero pues pone en agenda mundial temas cruciales que afectan la “vida en abundancia”. A través de este acontecimiento eclesial, junto a ustedes, queremos visibilizar y recoger las voces que, por tanto tiempo, han sido silenciadas. Es también una invitación para nosotros/as potenciar nuestra creatividad para comunicar con claridad el mensaje del Evangelio, sumar en formación, difusión y acciones concretas para la transformación de nuestra realidad. En esa perspectiva y, fraternalmente, nos unimos a ustedes para aportar a la construcción de “nuevos cielos y nueva tierra, en los que habite la Justicia” (2 Pe 3, 13).