24 de marzo: Martes de la Cuarta Semana de Cuaresma
QUERIDA AMAZONÍA: 40 días navegando hacia la conversión
1. Petición permanente por la conversión sinodal al inicio de cada día
Que el Dios Trinitario, ejemplo de vida en comunión, nos ayude a soñar con una Iglesia sinodal, donde sepamos descubrir los signos de los tiempos, y la presencia de un Dios encarnado de diferentes modos, en distintos lugares. Un Dios que nos ayude a discernir su presencia y a anunciarle en todos los rincones, también entre los que más lejos se encuentran; a ser una Iglesia en salida, que va al encuentro, que escucha y dialoga con todos. Que busquemos el bien para todos los que nos encontramos cada día y sepamos traer de vuelta a la Amazonía y a todos los lugares donde estemos, todo lo vivido en el proceso sinodal, y así hacer realidad aquello que Dios espera de nosotros.
Meditar por unos momentos esta petición inicial, buscar la calma interior para entrar en este momento de conversión desde la Amazonía por las aguas de la sinodalidad, al servicio del Pueblo de Dios y sus pueblos y comunidades, y para escuchar el llamado de Dios a través de su Palabra Viva.
2. Fragmento de una lectura del día (cada uno es invitado a profundizar en las lecturas completas según su propia necesidad y criterio)
Un ángel me llevó a la entrada de la Casa, y vi que salía agua por debajo del umbral de la Casa, en dirección al oriente, porque la fachada de la Casa miraba hacia el oriente. El agua descendía por debajo del costado derecho de la Casa, al sur del Altar. Luego me sacó por el camino de la puerta septentrional, y me hizo dar la vuelta por un camino exterior, hasta la puerta exterior que miraba hacia el oriente. Allí vi que el agua fluía por el costado derecho…
Al volver, vi que a la orilla del torrente, de uno y otro lado, había una inmensa arboleda. Entonces me dijo: “Estas aguas fluyen hacia el sector oriental, bajan hasta la estepa y van a desembocar en el Mar. Se las hace salir hasta el Mar, para que sus aguas sean saneadas. Hasta donde llegue el torrente, tendrán vida todos los seres vivientes que se mueven por el suelo y habrá peces en abundancia. Porque cuando esta agua llegue hasta el Mar, sus aguas quedarán saneadas, y habrá vida en todas parte adonde llegue el torrente.
Al borde del torrente, sobre sus dos orillas, crecerán árboles frutales de todas las especies. No se marchitarán sus hojas ni se agotarán sus frutos, y todos los meses producirán nuevos frutos, porque el agua sale del Santuario. Sus frutos servirán de alimento y sus hojas de remedio”. (Ezequiel 47,1-9.12).
3. Reflexión desde la perspectiva del proceso sinodal amazónico
Si existe un elemento que nos remite a la vida, ese el agua. La Amazonía bien puede ser considerada como la tierra de las aguas, como la fuente de vida de unos pueblos que la sienten como algo que determina positivamente su existencia. En las palabras del profeta Ezequiel podemos encontrar dibujada la Querida Amazonía, que en algunos de sus rincones conserva de forma primordial la belleza original diseñada por el Creador.
Esa es una tierra de abundancia, fruto de un cuidado secular de esa obra creadora. El agua que ha discurrido a lo largo de tantos cursos, unida a la mano de los moradores que habitan esa región, ha ido generando abundancia, buen vivir. Somos llamados a aprender con aquellos que han sabido cuidar del agua, aquellos que han sabido extraer riqueza de ella, pero siempre preservando las posibilidades de futuro. Nunca olvidemos que cuidar del agua es cuidar de la vida.
4. Contemplación
Contemplemos la imagen de este día y dediquemos un momento a reconocer nuestra propia vida y experiencia en la Iglesia y al servicio de la Amazonía para pedir luz en esta Palabra de Dios y así traer de vuelta todo lo vivido. Escribir mis peticiones particulares y permanecer en ellas durante este día. Hacemos una invitación a llevar un registro de todo lo que el Espíritu suscite en nosotros como preparación interior para poder asimilar mejor el proceso sinodal.
5. Meditación Final
«El río no nos separa, nos une, nos ayuda a convivir entre diferentes culturas y lenguas». Si bien es verdad que en este territorio hay muchas “Amazonías”, su eje principal es el gran río, hijo de muchos ríos: «De la altura extrema de la cordillera, donde las nieves son eternas, el agua se desprende y traza un esbozo trémulo en la piel antigua de la piedra: el Amazonas acaba de nacer. […] Aguas subterráneas afloran para abrazarse con el agua que desciende de Los Andes […]. Es la Gran Amazonía, toda en el trópico húmedo, con su selva compacta y atolondrante, donde todavía palpita, intocada y en vastos lugares jamás sorprendida por el hombre, la vida que se fue urdiendo en las intimidades del agua […]. Desde que el hombre la habita, se yergue de las profundidades de sus aguas, y se escurre de los altos centros de su selva un terrible temor: de que esa vida esté, despacito, tomando el rumbo del fin». (Querida Amazonía, 45).