Defensor ambiental José Manuyama sobre Sínodo de la Amazonía: “La situación histórica marca que es momento de unirnos”

 

Por Jonathan Hurtado (CAAAP)

José Manuyama es profesor y miembro del Comité de Defensa del Agua, un colectivo que actúa en Iquitos (Loreto) y que está integrado por organizaciones juveniles, universitarias, ambientales y por figuras destacadas de la ciudad. Como reconocido activista ambiental lleva varios años promoviendo y acompañando acciones en defensa de los ríos, los bosques, y, en general, de los derechos humanos y de la naturaleza.

Saluda que la Iglesia católica haya convocado a un Sínodo de la Amazonía, siendo que es un “actor clave” para sumar en su defensa. La Iglesia no siempre se ha involucrado en el tema −explica− y por ello ve con alegría que esta dé un paso adelante y se una con mayor determinación a las justas demandas de quienes habitan la Amazonía.

José Manuyama participó de la tercera asamblea territorial presinodal que se realizó en Iquitos a fines de octubre; a continuación la breve entrevista que brindó por entonces.

-En lo que va de la asamblea, se ha hablado mucho en los trabajos de grupo acerca de los daños y peligros que existen sobre la Amazonía. Como grupo y usted que vive aquí, en Iquitos, ¿qué han podido identificar?

Nosotros llamamos la atención en que tal vez no nos estamos dando cuenta de que lo que pasa en la Amazonía no tiene que ver solo con accidentes o depredaciones, sino que lo que ocurre es que se está generando una situación límite que no merece una respuesta simple sino una respuesta clamorosa y que relativiza incluso las otras prioridades… incluso para la Iglesia. En este momento lo que debería unirnos es evitar que nuestros ríos se conviertan en lagos tóxicos, o lagos de basurero, o que estén llenos de residuos sólidos; que nuestros bosques no se depreden, que no terminen colapsando, que no estén empobrecidos o como desiertos verdes. Estas amenazas son las que tienen que detenerse y el tiempo cada vez se estrecha.

-¿Por dónde empezar? ¿Qué actividades se están desarrollando en la Amazonía que piensa que deben de ser contrarrestadas por el grave daño que ocasionan?

Nosotros ya tenemos actividades que dañan, como la actividad petrolera, la actividad maderera, la exposición de residuos sólidos en las principales ciudades y el arrojo a los ríos. Pero hay otras amenazas que están ahí. La Amazonía es un terreno en disputa y entonces los mineros informales están queriendo repetir la misma desgracia de Madre de Dios, y hay una presión muy fuerte en todos los principales ríos de Loreto: el Putumayo, el Napo, el Nanay, que es el río que abastece de agua potable a la ciudad y que está cerca y, sin embargo, hay denuncias de dragas en la zona. Entonces vemos que algunas actividades continúan en sus efectos nocivos y otras están tratando de penetrar la Amazonía.

-De lo que usted ha podido ver, ¿cuál ha sido el trabajo de la Iglesia al respecto? ¿Ha habido algún trabajo conjunto?

La Iglesia participa, pone a disposición, por ejemplo, las oficinas de Derechos Humanos que tiene; apoya en las demandas (judiciales), por ejemplo, en el caso del proyecto Hidrovías. Hay sacerdotes que se involucran más que otros, pero todavía falta. De hecho, la gente, los fieles, la feligresía, no participa. La Iglesia reúne a gran cantidad de gente a veces en los grandes eventos religiosos, y si toda esa gente se informara y ayudara a que haya un mejor control de las actividades económicas, entonces estaríamos en mejores condiciones. Quizá esa parte es lo que falta de la Iglesia: promover más fuerte, en armonía a la encíclica Laudato Si. Pienso que hay las condiciones para una Iglesia mucho más involucrada en la conservación de la creación, en términos eclesiásticos.

-¿Cómo ve la convocatoria a un Sínodo de la Amazonía? ¿Es un momento para unir fuerzas?

Entiendo que el Sinodo de la Amazonía debería ayudar a todas estas organizaciones que están resistiendo, impidiendo que megaproyectos en todos los países amazónicos terminen por colapsarla. En ese sentido, es una luz de esperanza que se tiene que traducir a hechos concretos en las iglesias. El Sínodo será en Roma, pero todas las iglesias en todos los países amazónicos deberán jugar un rol más protagónico. La situación histórica marca que es momento de unirnos, si no lo hacemos simplemente lo vamos a lamentar. Este año salió un estudio que dice que la Amazonía ha sido deforestada en un 17 por ciento, y advierte que si se llega al 20 por ciento todo colapsará. Si no hacemos nada ante esto, realmente habremos perdido en esa lucha contra la muerte.

-¿A quiénes apuntar como los principales responsables de los daños causados a la Amazonía?

Es complejo decirlo porque hay grandes industrias que hacen daño, como la industria petrolera, los monocultivos, la minería aluvial… pero también es este enfoque depredador que busca extraer recursos de manera imparable. Esta cultura depredadora de consumir y consumir. O sea, es un paquete de cosas que termina ahogando la vida. No es un asunto aislado, es todo un sistema económico, social y cultural que termina destruyendo las bases de la vida.

-Tal vez se pueda ir apuntando a las autoridades por las responsabilidades que tienen, por la corrupción que se genera y que es enemigo. 

Claro, si las autoridades intervinieran se regularían más las cosas. Si hay dragas en el Nanay es porque no hay autoridades haciendo su trabajo. Nosotros tenemos Capitanía de puertos, tenemos Fiscalía, tenemos OEFA, tenemos Contraloría, tenemos Defensoría del Pueblo; y sin embargo las dragas están ahí. El Estado tiene un rol tanto recuperativo-penal y también preventivo. En ninguno de los casos el Estado ha hecho lo suficiente para estar en otra situación. Y claro, la corrupción juega a favor de las empresas. Es parte de este sistema que es muy difícil de afrontar y hace más difícil la lucha.

-Finalmente, ¿qué reflexión haría sobre el papel de la Iglesia, qué mensaje le dejaría?

Tengo la esperanza de que la Iglesia se pueda sumar para cuidar mejor lo que tenemos. En la Amazonía nosotros tenemos un paraíso. Muchas cosas no las tenemos que crear para sobrevivir porque en la Amazonía ya están creadas. Nuestros bosques, nuestros aguajales, por ejemplo, absorben carbono. No tenemos que inventar máquinas para absorber el carbono porque ambientalmente ya existen. Nuestros bosques nos alimentan con proteína animal, lo ríos también… tenemos una fauna ictiológica increíble. La Amazonía es un lugar maravilloso. Los que hemos crecido acá hemos crecido con goce. Esta forma nuestra de vida amazónica milenaria es la que está afectada, entonces con la Iglesia tal vez podamos protegerla, recuperarla y hasta convertirnos en una meca de desarrollo humano diferente, no depredatorio; y por tanto, sería una alternativa de vida para la humanidad entera.