Luego de visitar 16 comunidades de los ríos Nucuray y Pavayacu, en Loreto, el misionero del Vicariato de Yurimaguas, Miguel Ángel Marugán, advierte que el mayor problema de las zonas más recónditas de la selva es el total abandono educativo que vienen sufriendo y se pregunta si algún Gobierno cuantificará el gran daño que se está causando.
“Que hoy haya fútbol, elecciones, mítines… que toda la economía esté prácticamente funcionando y que las escuelas estén cerradas, en especial en las zonas más tristes y alejadas del país, es algo que clama al cielo. Yo lo tengo claro. Creo que el costo social que va a pagar el Perú por dos años sin escuela va a ser brutal. Estamos condenando a estos niños y niñas a vivir eternamente en la miseria y la pobreza”. Con el corazón todavía movido por la sencillez y la acogida de las familias de los ríos Nucuray y Pavayacu, luego de casi tres semanas de travesía por dicho sector, el misionero pasionista Miguel Ángel Marugán ha transmitido, a través de un relato, lo que ha encontrado por esa zona con presencia de los pueblos Kichwa, Kukama y Kandosi.
Ha pisado 16 comunidades y, allí, “solo he encontrado maestros en unas pocas”. Las escuelas, por ‘orden superior’, están cerradas, pero al misionero no dejan de resultarle paradójicas ciertas situaciones que relata la propia gente, en primera persona. “El ministerio pide a los maestros que vayan a sus comunidades, pero no les dejan que den clase en las escuelas y los niños tienen unas preciosas tablets, pero no tienen ni conexión de internet ni telefónica ni profesores que les digan qué hacer con ellas”, escribe.
Y es entonces que se pregunta, ¿se va a cuantificar el coste social de paralizar y destruir la educación por dos años consecutivos? “Estoy seguro que ningún gobierno lo hará”, concluye. “Lo que es claro, es que todas estas comunidades del Nucuray y del Pavayacu desgraciadamente tendrán, dentro de muy poquitos años casi un 100 % de analfabetos funcionales entre sus moradores. Es decir, incapaces de utilizar su capacidad de lectura, escritura y cálculo de forma eficiente en las situaciones habituales de la vida. Es lo mismo que decir que el propio Estado ha decidido ‘robarles’ su futuro a toda una generación de jóvenes o quién sabe si a más de una. Es indignante que la Liga de fútbol pueda funcionar, pero las escuelas del país no. Que hablen de reactivar la economía, pero los más humildes no puedan ni aprender a leer o escribir porque “alguien” desde arriba lo impide”, reflexiona Marugán.
Salir de la pobreza es, sin una mínima instrucción, imposible. Incluso se interroga si, hasta cierto modo, todo esté orquestado para tener una población inmersa en la miseria, que dependa de unos bonos o unas ayudas para sobrevivir, pero que nunca pueda salir por sí misma de ese círculo. Si bien en su viaje ha encontrado “comunidades con personas amables, acogedoras, con un balde de masato siempre dispuesto a recibir al que llega, con amplia sonrisa y apacible conversación”, así como “decenas de niños y niñas de mirada tímida y penetrante” y “gentes a quienes el reloj no les provoca estrés porque saben que el día les pertenece y les da de sobra para ir a su chacra, a poner su trampera o jugar su deporte de pelota cada tarde antes del baño en el río”, a su regreso a Lagunas, desde donde escribe, le invade la preocupación.
Una preocupación que se basa en esta “triste realidad” que, se teme, perdurará aún largo tiempo. “Entre todos los que amamos la Amazonía y creemos en el valor de cada persona debemos denunciar esto sin complejos”, finaliza.
Fuente: CAAAP
Foto PortadaNiños y niñas del pueblo Kichwa de la comunidad nativa Nueva Alianza de Huacamayo. Foto: M.A. Marugán