2 de abril: Jueves de la Quinta Semana de Cuaresma
QUERIDA AMAZONÍA: 40 días navegando hacia la conversión
1. Petición permanente por la conversión sinodal al inicio de cada día
Que el Dios Trinitario, ejemplo de vida en comunión, nos ayude a soñar con una Iglesia sinodal, donde sepamos descubrir los signos de los tiempos, y la presencia de un Dios encarnado de diferentes modos, en distintos lugares. Un Dios que nos ayude a discernir su presencia y a anunciarle en todos los rincones, también entre los que más lejos se encuentran; a ser una Iglesia en salida, que va al encuentro, que escucha y dialoga con todos. Que busquemos el bien para todos los que nos encontramos cada día y sepamos traer de vuelta a la Amazonía y a todos los lugares donde estemos, todo lo vivido en el proceso sinodal, y así hacer realidad aquello que Dios espera de nosotros.
Meditar por unos momentos esta petición inicial, buscar la calma interior para entrar en este momento de conversión desde la Amazonía por las aguas de la sinodalidad, al servicio del Pueblo de Dios y sus pueblos y comunidades, y para escuchar el llamado de Dios a través de su Palabra Viva.
2. Fragmento de una lectura del día (cada uno es invitado a profundizar en las lecturas completas según su propia necesidad y criterio)
Abrám cayó con el rostro en tierra, mientras Dios le seguía diciendo: “Esta será mi alianza contigo: tú serás el padre de una multitud de naciones. Y ya no te llamarás más Abrám: en adelante tu nombre será Abraham, para indicar que yo te he constituido padre de una multitud de naciones.
Te haré extraordinariamente fecundo: de ti suscitaré naciones, y de ti nacerán reyes. Estableceré mi alianza contigo y con tu descendencia a través de las generaciones. Mi alianza será una alianza eterna, y así yo seré tu Dios y el de tus descendientes. Yo te daré en posesión perpetua, a ti y a tus descendientes, toda la tierra de Canaán, esa tierra donde ahora resides como extranjero, y yo seré su Dios”.
Después, Dios dijo a Abraham: “Tú, por tu parte, serás fiel a mi alianza; tú, y también tus descendientes, a lo largo de las generaciones.” Génesis 17,3-9.
3. Reflexión desde la perspectiva del proceso sinodal amazónico
La promesa de Dios a Abraham es una tierra que produce en abundancia. El pueblo de Israel siempre ha considerado que una tierra y una descendencia son signos de la bendición de Dios. Entre los pueblos originarios de la Amazonía, el territorio se constituye en un elemento fundamental para la vida. Es algo que han recibido de las generaciones pasadas y que se empeñan en conservar para que las generaciones futuras también puedan disfrutarlo.
Los ataques al territorio pueden ser considerados como un ataque a aquello que Dios dejó a la humanidad, como una actitud que desrespeta profundamente al Creador. Es una posesión perpetua, que debe ser cuidada en vista del futuro, como respeto a una alianza sellada secularmente. No dejemos que esa alianza se rompa, no permitamos que aquellos que quieren quebrar el plan de Dios, inclusive los lobos disfrazados con piel de cordero, consigan acabar con lo que Dios espera de la humanidad.
4. Contemplación
Contemplemos la imagen de este día y dediquemos un momento a reconocer nuestra propia vida y experiencia en la Iglesia y al servicio de la Amazonía para pedir luz en esta Palabra de Dios y así traer de vuelta todo lo vivido. Escribir mis peticiones particulares y permanecer en ellas durante este día. Hacemos una invitación a llevar un registro de todo lo que el Espíritu suscite en nosotros como preparación interior para poder asimilar mejor el proceso sinodal.
5. Meditación Final
Aprendiendo de los pueblos originarios podemos contemplar la Amazonía y no sólo analizarla, para reconocer ese misterio precioso que nos supera. Podemos amarla y no sólo utilizarla, para que el amor despierte un interés hondo y sincero. Es más, podemos sentirnos íntimamente unidos a ella y no sólo defenderla, y entonces la Amazonía se volverá nuestra como una madre. Porque «el mundo no se contempla desde fuera sino desde dentro, reconociendo los lazos con los que el Padre nos ha unido a todos los seres». (Querida Amazonía, 55).