La Amazonía no tiene fronteras, y la Iglesia que camina en la región amazónica también está comprometida con la superación de las divisiones nacionales, porque en la Amazonía los ríos no separan, unen. Donde el río Amazonas entra en Brasil, donde las aguas unen a colombianos, peruanos y brasileños, se ha vuelto costumbre que los misioneros que trabajan en la región se reúnan para confraternizar, compartir la vida y encontrar caminos comunes de misión.
Por Luis Miguel Modino
El 26 de abril tuvo lugar otro de estos encuentros, el primero de 2023, esta vez en Islandia, Perú. Participaron 31 personas de los tres países, laicos y laicas, sacerdotes, religiosas y religiosos, de la diócesis de Alto Solimões (Brasil), del vicariato de Leticia (Colombia) y del vicariato de San José del Amazonas (Perú). El deseo es promover la sinodalidad en tierras y aguas amazónicas.
Animados por la experiencia del camino de Emaús, se recordó que la misión comienza donde uno está, según los participantes, que insistieron en que «la vida es más fuerte que la muerte», y que «estamos llamados a la experiencia amorosa del Evangelio en la construcción del Reino de Dios». Un encuentro que sirvió para dar la bienvenida a los nuevos misioneros y misioneras, recordando a los que ya pasaron y dejaron su huella en esta triple frontera. «Nuestra misión es cuidar de todo. Cuando cuidamos de la naturaleza, ella cuida de nosotros. Somos comunidades internacionales, intercongregacionales e interprofesionales. La riqueza de la biodiversidad se refleja también en la riqueza de la vida y las experiencias eclesiales», según los participantes.
No quedarse solos
Los misioneros destacaron la necesidad de acercarse, de intercambiar experiencias, de no quedarse solos, porque «para cuidar de la gente hay que saber cuidarse, porque a veces tenemos dificultades. Nos necesitamos los unos a los otros, como ángeles con una sola ala que se necesitan para volar». Un camino que surgió de la Red Eclesial Panamazónica (REPAM), a través del Núcleo Iglesia en Fronteras, buscando hacer realidad el deseo de «todos nosotros de ser una gran familia. Protegiéndonos y cuidando de nuestro prójimo. Predicando la buena noticia de Jesucristo y promoviendo el Buen Vivir en la construcción colectiva de un mundo mejor».
Un encuentro con espíritu de sinodalidad, porque «solos vamos más rápido, pero juntos llegamos más lejos«, algo que apareció en la puesta en común de las experiencias de sinodalidad en los territorios donde realizan la misión, una puesta en común donde destacaron la apertura, la siembra, la acogida, la convivencia, el camino nuevo, la escucha, la compañía amorosa, el camino, el ajuri, el desafío, el respeto, la cercanía, el sentimiento, la misericordia, la comunión, la amistad, la biodiversidad. Entre ellas insistieron en ajuri, palabra que procede de los pueblos originarios.
El bien de todos y no de unos pocos
Recuerda el bien de todos y no de unos pocos. No se trata sólo de trabajar juntos. De hecho, el ajuri empieza antes y sigue después de la reunión. Antes porque se necesitan personas para preparar el ajuri y después porque es necesario hacer un seguimiento de lo que se ha hecho. En el ajuri se valora a todo el mundo. Todo el mundo colabora, incluso la gente de fuera. Todos trabajan para los nuestros. Nadie es más que todos juntos.
Esto desde la dinámica del Bien Común, de caminar juntos, codo con codo, asumiendo que el otro es siempre más importante. El reto es descubrir el bien en el otro y ver el bien en el otro. Asumir que, frente a las innumerables fracturas sociales y humanas, es urgente mirar la realidad desde la perspectiva del otro. Necesitamos sentir con el otro, la tierra, el agua, la humanidad, el bosque, los seres, la creación entera, nuestro camino y nuestro destino de una vida plena e integral.
Los participantes fueron invitados a participar en el 15ª Intereclesial de las CEBs, en julio, en Rondonópolis, y en la reunión preparatoria en Tabatinga, los días 5 y 6 de mayo. También se compartieron experiencias del camino sinodal, como el proyecto «Iglesia sinodal con rostro Magüta», que busca fortalecer el espacio de encuentro de los misioneros de la triple frontera para estrechar los lazos de una Iglesia sinodal y fraterna más allá de las fronteras eclesiales y políticas.
Fuente: ADN Celam