Para el teólogo Víctor Codina, “Si una persona agrede la tierra de una manera seria como lo están haciendo las multinacionales, las petroleras, las mineras, en Bolivia, Brasil, Colombia, Perú -en todas partes-, es un pecado grave, es un pecado grave contra la naturaleza y contra las personas que viven allá”.
“No podemos admitir que la gente de la Iglesia esté colocando dinero en empresas extractivas como la minería, que destruyen… Este sínodo Amazónico debe pedir cuenta a la Iglesia”, plantea el especialista en Biblia Sandro Gallazi. “Nuestro dinero, poco o mucho, tenemos que ponerlo en proyectos sostenibles”, insiste.
¿Quién es el que está devastando la Amazonia? No son los amazónicos. Los que están devastando son los intereses de un mercado que muchas veces está en la Comunidad Europea está en Norteamérica, está en África del Sur, está en China. Para ellos quieren los recursos minerales, los recursos hídricos, los recursos del agro ¿Qué dice la iglesia? ¿Es posible que tengan poblaciones enteras explotadas, amenazadas, obligas a migrar? ¿Qué dicen las diócesis de todo eso?, cuestiona Sandro Gallazi.
Debemos partir de lo que el Papa ha dicho en Laudato si, explica el teólogo Codina “tenemos que partir que Dios es el creador de todo, del mundo, de la naturaleza. Nosotros formamos parte de la creación, los seres humanos tenemos una dignidad especial como imágenes de Dios, pero no podemos desligarnos de la creación, todo está conectado, necesitamos de la naturaleza y la naturaleza necesita de nuestra colaboración, por tanto, quizá por muchos siglos, hemos reducido el cristianismo a dos dimensiones, la vertical, Dios y yo, la horizontal, los demás. Está bien pero no es insuficiente, ahora junto a lo vertical y lo horizontal habría que añadir lo “redondo”, lo cósmico, el mundo.
Si no confesamos este pecado ecológico y seguimos invirtiendo en proyectos de muerte, responsable de que miles de personas no puedan vivir y que la naturaleza muera “pues es lo mismo a la gente que se dedica al narcotráfico o a la trata personas o que fabrican armas, sencillamente esto es una escuela de muerte, por tanto, el pecado ecológico es eso”, sostiene el teólogo Víctor Codina.
En muchos de nuestros países latinoamericanos la minería es vista como el motor del desarrollo y los gobiernos, cualquiera sea su color político, la promueven, reduciendo impuestos, facilitando la inversión, flexibilizando las leyes, entregándoles territorios. Sin embargo, para nuestros pueblos, no representa mejoras en sus condiciones de vida, se violan sus derechos humanos, se dividen las comunidades, se debilitan las democracias, se contaminan sus aguas, afectan sus economías locales, sus culturas, sus territorios, su salud y el de las generaciones futuras.
Mariana, Cajamarca, Cesar, Huasco, Valle de Siria, Brumadinho, Chiapas y muchos otros lugares sufren las consecuencias de estos proyectos, los que, junto a los proyectos de infraestructura y energía necesarias para su funcionamiento, generan la mayor cantidad de conflictos ambientales y la mayor criminalización, persecución y pérdida de vidas de líderes ambientales.
Para la Red Iglesias y Minería, la desinversión en minería por parte de las iglesias, puede ser una oportunidad para promover modos de vida sostenibles en el contexto en que un cambio sistémico global está ocurriendo.
Desde Roma, Asunta Montoya, Red Iglesias y Minería