Con motivo del Día Internacional de la Mujer que se conmemora el 8 de marzo en decenas de países, conversamos con Ketty Marcelo, presidenta de la Onamiap, quien presenta un panorama de lo que hasta ahora viven las mujeres indígenas dentro y fuera de sus comunidades. Entre otros temas, habla sobre la auto identificación, el machismo y la participación de ellas en los espacios públicos.
Por Jonathan Hurtado
Ketty Marcelo López se ha propuesto ampliar las bases de la Onamiap, la organización nacional de mujeres indígenas de Perú que lleva un año liderando. “Tenemos presencia en 15 regiones y tenemos el reto de llegar a 20 cuando termine mi periodo”, dice. En los últimos años, la organización ha ganado importante visibilidad, ha logrado un notable contacto con sus bases y participa en diversos espacios con el Estado.
Desde hace algunos meses, junto a un grupo de compañeras participa intensamente de una campaña que busca que que la población reafirme su identidad indígena u originaria de cara al próximo Censo Nacional de Población y Vivienda, que se realizará en setiembre. Esto la ha llevado a visitar varias ciudades y hablar con cientos de personas.
Uno de los temas que hoy más le preocupa y más tiempo le demanda, es la inminente puesta en marcha de una serie de decretos legislativos que amenazan a los pueblos indígenas con despojarlos de sus territorios.
Termina una reunión y casi sin pausa entra a otra. Estas pueden ser con mujeres que integran su equipo o con representantes de otras organizaciones indígenas de alcance nacional, o con representante del Estado, ante quienes últimamente manifiesta su malestar debido al silencio asumido por los citados decretos.
Ketty Marcelo es originaria de la comunidad de Pucharini, en el distrito de Perené, provincia de Chanchamayo, región Junín. Según cuenta, ha hecho suya la identidad de su madre. “Yo soy asháninka y yanesha porque mi abuelo materno es yanesha y mi abuela es asháninka. Es decir, mi madre es yanesha-asháninka”, explica.
En su comunidad fue agente municipal, luego asumió diversos cargos en la Central de Comunidades Nativas de la Selva Central (CECONSEC), y más tarde en la Onamiap donde antes de asumir el puesto que hoy tiene, fue vicepresidenta. En medio de la vorágine de los viajes, las reuniones y citas, se dio un tiempo para conversar con nosotros y abordar diversos temas, pero sobre todo para hablar de la mujer indígena.
-En los últimos meses ha visitado diversas regiones del país como parte de una campaña sobre auto identificación étnica, ¿aún cuesta mucho hacer que las personas se logren reconocer como indígenas, o existe una conciencia más clara sobre esto a diferencia de antes?
Cada región tiene su particularidad. En el caso de Puno la mayoría se auto identifica como originario, no aceptan el término indígena. Pero están en el camino, porque la pregunta del Censo sobre auto identificación es si te consideras indígena u originario. Y hay diferencia entre regiones, en Cusco también se auto identifican, pero en Cajamarca, no. Allí algunos han perdido su lengua, y por eso tenemos que explicar que la lengua no es lo único que te puede identificar como indígena. Se suma el tema de la discriminación, y por eso tampoco se quieren auto reconocer. En la Amazonía es diferente. Estuvimos en Ucayali y ahí todos se reconocen como indígenas, los asháninkas, los shipibos, la mayoría se identifica. Entonces, hay regiones en las que sí y otras en las que todavía hay que trabajar, y estamos en eso.
-¿Qué pasa cuando identifican cierta resistencia?
Eso ha sucedido mucho. Por ejemplo, hace unos días en Cajamarca, donde saben que descienden de pueblos indígenas. Entonces nosotras les hablamos, explicándoles de dónde venimos, quiénes fueron nuestros padres, nuestros antepasados. Algunas personas también piensan que si no saben hablar la lengua o no visten el traje típico no son indígenas. Entonces, vamos de frente a la conciencia de la persona, y les decimos que solo depende de nosotros que nos reafirmemos como parte de un pueblo indígena.
-Un tema del que hasta ahora se habla poco es el machismo que existe en gran parte de las comunidades. Las mujeres casi no tendrían voz. Ante ello, la Onamiap respalda la exigencia de que las mujeres tengan más participación en las asambleas comunales. De lograrse esto, ¿qué otra acción seguiría?
Para nosotras como Onamiap es un reto no solamente la participación de las mujeres dentro de las comunidades, sino también arriba. Está, por ejemplo, el tema de los proyectos de titulación; en el Perú hay once proyectos, ¿cómo participamos ahí? Si bien es cierto como Onamiap estamos trabajando el tema de los estatutos comunales, eso es en selva central y en Ayacucho. Yo he estado ahora último facilitando un taller en selva central, muy interesante, en el que participaron 20 jefes y jefas de comunidades. Había bastante apertura y estamos interviniendo en tres comunidades, en las cuales la Asamblea acepta en sus estatutos un 40 por ciento de participación de las mujeres en el consejo directivo. Esto quiere decir, que si son 7 integrantes, 3 deben ser mujeres. Ahí va el reto para nosotras, porque llegamos a una comunidad en la que por historia la participación de mujeres es poca. Entonces el compromiso de la Onamiap también es ir formando a estas mujeres para que puedan tener una activa participación dentro de la comunidad. Y a medida que vamos avanzando no solo en selva central, sino en Ayacucho el reto es más fuerte para la organización de mujeres.
-Pese al avance, se ve que hubo una resistencia del lado de los varones, ¿qué tan complicado ha sido convencerlos?
Al principio, sí. Al trabajar los estatutos, ellos entraban más por el lado de los problemas territoriales que hay en las comunidades. No veían que íbamos a incorporar el tema de la participación de la mujer. Pero nosotros aprovechamos ese espacio para poder actualizarlos (los estatutos). Sí ha habido resistencia porque nosotras proponíamos un 50 por ciento de participación de las mujeres en los consejos directivos y no quisieron; solo se acordó un 40 por ciento. Pero también lo que ha fortalecido en el caso de selva central es que nosotras hemos trabajado con CECONSEC (Central de Comunidades Nativas de la Selva Central), y su presidente es quien ha moderado las asambleas estatutarias. Entonces como las comunidades son bases territoriales de Ceconsec, sí han aceptado las comunidades.
-Alguna vez usted contó que cuando asumió un cargo dirigencial en una organización indígena de su región, le prohibieron salir embarazada mientras estuviese en el puesto. ¿Cree que este tipo de violencia contra la mujer dentro de las organizaciones y aquella que en general se presenta en las comunidades, se mantiene, ha empeorado o va en camino a retroceder?
Volví a mencionar ese caso hace poco cuando estaba facilitando el taller de selva central, y ahí estaba el presidente de la organización que me lo había prohibido. Y también hizo mención, dijo que él no es que me los estaba prohibiendo, sino que lo que le preocupaba era que si yo salía embarazada y tenía un hijo, quién entonces iba a atender la oficina. Le respondí que eso es una vulneración de derechos. Poco a poco los varones de las comunidades están entendiendo el papel que tenemos las mujeres indígenas, la importancia de nuestra participación y el papel que tenemos, por ejemplo, en la transmisión, conservación e implementación de conocimientos. Yo pude ver en esta reunión (en selva central) una cantidad de 20 jefes de comunidades, de los cuales ocho eran jefas; y varias mujeres en las juntas directivas, muy empoderadas. Está aumentando la cantidad de jefas en las comunidades nativas, esto quiere decir que la asamblea ya está teniendo confianza en las mujeres. Sí se está avanzando.
-A nivel de organización, destaca el contacto que la Onamiap está teniendo con sus bases. Otras organizaciones indígenas no tendrían el mismo contacto o están más bien debilitadas por diversas razones, ¿qué tan importante o vital es que se retome dicho contacto?
Es muy importante, visitar las bases fortalece la organización base, las comunidades, y también fortalece la organización nacional. Nos permite conocer, retroalimentarnos, nosotras llevar la información hacia abajo, y también recoger; es como un diagnóstico para nosotras. Cada base, cada región, cada comunidad es diferente. Tienen diferentes necesidades, demandas, entonces fortalece muchísimo, y a nosotras también nos permite remirar, replantear nuestros objetivos. Tenemos el tema de los estatutos (comunales) y yo quiero llevar este trabajo a Loreto, a la zona del pueblo Shawi, yo conozco como son los hermanos shawi, entonces aquí falta de un proceso de unos años para ver. Entonces eso te permite, conocer de cerca cómo van los procesos.
-En cuanto a la institucionalidad estatal indígena, en el Perú se tuvo una diversidad de oficinas que en teoría debían velar por el respecto y la defensa de los derechos de los pueblos. Se tuvo el Indepa, ahora se tiene el Viceministerio de Interculturalidad. ¿Cómo evalúa el desempeño que ha tenido esta oficina en los últimos años?
Débil, muy débil. No existe una voluntad política por implementar una verdadera institucionalidad estatal indígena en nuestro país. Hay un Grupo de Trabajo de Políticas Indígenas (GTPI), pero mientras nosotras o las organizaciones participamos de buena fe en este grupo, en el Legislativo, en el Ejecutivo, se van dictando, elaborando leyes, normas, decretos legislativos que atentan contra nuestros derechos territoriales. Ahí va nuestra preocupación. Hace poco tuve una reunión con el viceministro (de Interculturalidad, Alfredo Luna) en la cual le reclamamos su silencio; no solamente el del Viceministro, sino también el de la Defensoría del Pueblo, porque no estaban diciendo nada (sobre el Decreto Legislativo Nº 1333). Nosotros tenemos una propuesta sobre institucionalidad indígena que se trabajó en el año 2013 y que duerme el sueño de los justos en la Presidencia del Consejo de Ministros; la exviceministra Balbuena no tuvo la intención de sacarla adelante, solo nos dio la pastillita del GTPI y ahora igual, un silencio absoluto con este nuevo gobierno.
-¿Este Grupo de Trabajo de Políticas Indígenas tiene algún poder de decisión?
No. Responde a una resolución ministerial para proponer y escuchar a los sectores. Las instituciones vienen, exponen sus políticas, pero solo algunos sectores. Por ejemplo, hasta ahora en este espacio no hemos tenido al Ministerio de Energía y Minas, que debería hablar del tema de consulta; a Salud, con el que terminamos un proceso de consulta previa que se aprobó con una demanda de amparo. Entonces este espacio es solo de propuestas y de escuchar a los sectores.
-En el caso de los procesos de consulta previa la participación de las mujeres indígenas ha sido mínima, casi nula, ¿qué evaluación hace al respecto?, ¿la mujer dónde aparece?
En algunos espacios se ha hecho sentir la voz de las mujeres, como en el tema del Serfor (la consulta previa de los reglamentos de la Ley Forestal) en donde nosotras como Onamiap nos pusimos fuertes. Poco a poco hemos ido conociendo los procesos de consulta. Sí, aún es débil. Nosotras hacemos nuestra parte, que es garantizar la participación de las mujeres indígenas dentro de los procesos de consulta nacional; en regiones aún es débil que se consideren las propuestas de las mujeres, entonces estamos en ese camino, pero falta.
-El cambio climático hace mucho tiempo es una realidad y sus consecuencias son graves en especial para las mujeres. En la labor que han podido realizar, ¿qué han visto que se necesita trabajar y en qué espacios del Estado deben tener presencia?
Se debería visibilizar, por ejemplo, las adaptaciones al cambio climático que ya venimos practicando hace años. No se visibiliza eso, no hay políticas de adaptación al cambio climático, y menos reconociendo la sabiduría de las mujeres indígenas. Ahora también de parte del Ministerio del Ambiente hay un silencio absoluto. En los gobiernos regionales tampoco se ve el tema. Yo estoy viniendo de selva central y de una compañera su cultivo de yuca fue arrasada, seis hectáreas de yuca. Vino la creciente y el río se lo llevó todo. Su capital se fue. ¿Y hay alguna política de desastre o riesgo ante ello? No hay. Cuando hay inundaciones llevan frazadas y cosas así, pero nada más. ¿Qué es lo que pasa con la hermana? Tiene que salir a trabajar a la ciudad, ser empleada, exponerse a ser discriminada y todo. Entonces no estamos pensando en este tipo de impactos. Porque son impactos del cambio climático que están sucediendo y que no estamos visibilizando. Los gobiernos regionales y locales solo quieren construir fierro y cemento.
-Nuevas investigaciones periodísticas demuestran que se esterilizó a un número grande de mujeres de la Amazonía durante el gobierno de Alberto Fujimori, ¿qué tipo de acciones como Onamiap están trabajando o impulsando al respecto?
Hemos visto casos en Ucayali, Puno y Ayacucho; en selva central también. Y lo que nosotras hacemos es abrir el silencio, porque las hermanas no quieren hablar, hay mucha vergüenza de decir esto me pasó. Y pasa por un tema de que cuando en sus comunidades se enteran, sufren marginación, son señaladas. Es difícil romper ese silencio. Entonces hacemos talleres de sensibilización y acercamos la información del Registro de Víctimas de Esterilizaciones Forzadas (Reviesfo), las animamos a que se registren. Pero también falta, por ejemplo, la justicia pública; tiene que ir al lugar un traductor, un médico, un abogado, entonces falta este enfoque intercutural. El lema que seguimos es justicia y reparación, necesitamos justicia por lo que ellas han vivido y más adelante reparación.
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Publicado el 8 de marzo de 2017 en el sitio web del Centro Amazónico de Antropología y Aplicación Práctica (CAAAP).