El misionero capuchino Txarly Azcona cuenta que en el Vicariato de Aguarico (en la selva de Ecuador), la Iglesia que se está construyendo es una Iglesia participativa, una Iglesia con rostros indígenas. “Un rostro que no es tan clerical porque las decisiones se toman colegiadamente, la programación se hace juntos al principio del año, entonces eso nos da un rostro que es el rostro de Jesús y el rostro de Dios que es diverso y que nos coloca en la construcción de una iglesia mucho más comunitaria”.
Txarly Azcona, está en estas semanas, participando en el Sínodo Amazónico y hace un respiro, en su ardua misión de revisar, reflexionar y escribir sus aportes, tratando de ser fiel a las voces su pueblo, recogidos en el documento “Instrumentum Laboris”, para seguir contagiándonos de “una Iglesia con rostro de mujeres, indígenas, de Jesús y de Dios” que está gestándose en el Vicariato de Aguarico con la participación de mujeres y laicos, acaso, por la falta de sacerdotes, son “muchas de las que participan en la misión son religiosas, son laicas que llevan un protagonismo y eso genera otro rostro de iglesia”.
Txarly, el misionero cuya vida es un testimonio auténtico de la iglesia que Jesús vivía y predicaba dice: “Yo creo que estas semillas que están gravadas concretamente en el Vicariato de Aguarico, que son muchos años que se ha venido trabajando en esto, pero ahora con el sínodo tenemos que enfatizar más, muchísimo más, seguir trabajando la iglesia indígena, seguir trabajando la iglesia campesina y la iglesia urbana”.
El misionero capuchino, nos cuenta también de la novedad que estamos viviendo con todo este extractivismo de las empresas, “pues anteriormente no había esta voracidad que está generando también desafíos, porque están en peligro los pueblos, están en peligro personas, los derechos humanos, los derechos de las mujeres. Toda la violación a los derechos humanos es una violación que hoy clama al cielo”. Asegura que “eso es lo que generó también la preparación del sínodo, son desafíos que tenemos que afrontarlos y en ese sentido yo creo que el sínodo también va a dar unas luces porque no es solamente el sínodo que está aquí en Roma”.
Con relación al sínodo que ya ha comenzado hace dos años con la escucha de los pueblos indígenas, religiosos y religiosas, cuyas propuestas han sido recogidas en el “Instrumentum Laboris”, documento de base para el trabajo del sínodo en Roma, Txarly , está seguro que esas voces serán nuevas luces en la construcción de una Iglesia más profética para la Amazonía y el mundo “yo creo que esas voces son las que unidas al Espíritu Santo son las que nos van a dar esas nuevas luces para una nueva evangelización y para la construcción de una iglesia que sea más profética, una iglesia que sea más comunitaria, una iglesia que los rostros de las mujeres de los laicos vaya apareciendo también desde una sinodalidad”.
“Una iglesia que está en construcción y me parece que la experiencia que se ha tenido, las semillas que han dejado muchos misioneros y ahora con la participación nueva de todos estos desafíos nos va a dar un rostro de iglesia que se acomode al siglo XXI y en ese sentido nos parece que estamos en un momento de gracia en un momento del espíritu y que nos está moviendo a todos la preparación del sínodo de estos pueblos y también en la construcción de una iglesia indígena y misionera”, sueña el misionero capuchino. “En la Amazonía, hoy, ante la muerte, ante los desafíos de la madre tierra, de los pueblos, hoy, no cabe más que una iglesia que sea profética, una iglesia martirial. Si somos fieles al evangelio, fieles a nuestros pueblos, tenemos que correr los riesgos”.
Se dice que cuando un sueño es soñado por todos, este sueño se hace realidad. Y este sueño de Txarly, ha comenzado a gestarse en la Amazonía. Una Iglesia en la que todos quepan, una iglesia que se va amasando con los testimonios de los mártires, de los profetas que hemos tenido y una iglesia de tanta gente que en las comunidades pues ha dado la vida por defender su tierra su comunidad y estamos unidos. “Yo sueño que esta iglesia sea una iglesia indígena, todos los rostros indígenas y que esté unida en comunión con toda la iglesia de campesinos, urbanos. Sueño con esa iglesia diferenciada de nuestro Vicariato de Aguarico, una iglesia que esté en comunión en interrelación. Una iglesia, donde podamos cantar los cantos en quichua, que se pueda cantar los cantos de los campesinos. Una iglesia, donde el evangelio este por encima de todos, donde vayamos construyendo comunidades vivas. Me parece que estamos ante un desafío muy grande donde el espíritu nos está sacudiendo. Yo también sueño que la vida consagrada sea más profética, que los sacerdotes ayuden a la construcción de esta iglesia.”
“Tenemos una gran oportunidad”, dice el misionero capuchino Txarly Azcona, “porque la gran mayoría de las que participan en la iglesia son mujeres entonces yo creo que este rostro de iglesia mucho más maternal, mucho más misericordiosa mucho más que cuida la vida. Yo creo que el espíritu nos está sacudiendo. Yo creo que estamos en un momento muy importante donde la mujer tome mucho más protagonismo, que aporte esos valores que necesitamos como iglesia en el cuidado de la vida, el cuidado de los derechos humanos, el cuidado dela misericordia, la del perdón de la reconciliación. Yo creo que las mujeres están llamadas para dar ese rostro de iglesia no tan clerical ni tan intelectual, sino mucho más vivencial y mucho más en contacto con la naturaleza y la vida. En ese sentido esta gran mayoría de mujeres que tenemos en las comunidades tiene que tener mayor protagonismo”.
¡Que así sea!
Desde Roma, Asunta Montoya, Red Iglesias y Minería