Políticas públicas, salud y vivienda digna es el pedido de las comunidades indígenas que habitan en la periferia de Assis, ciudad del estado de Acre, Brasil, que comparte frontera con Perú y Bolivia.
Por: Taller de comunicación en la Triple Frontera
Los pueblos indígenas Yaminawua y Manchineri tienen que enfrentar diversas dificultades cuando llegan a la ciudad de Assis, Brasil, en la triple frontera.
Vivir en la ciudad significa un esfuerzo grande para ellos. No se mudan definitivamente, pero deben salir de sus comunidades en busca de provisiones, de atención médica o para el cobro de sus beneficios sociales.
Los indígenas tienen un asentamiento cerca al río, las casas se encuentran en una zona llena de vegetación, no tienen calles ni veredas, deben acceder a sus viviendas provisionales mediante un sendero descuidado. Este lugar se inunda cuando llueve causando la perdida de sus pertenencias.
“Aquí cuando llueve es una tristeza”, dijo Isaías Flores, miembro del Equipo Itinerante, quien acompaña a estas comunidades indígenas en su tránsito y estadía en la ciudad.
El Equipo Itinerante es una iniciativa misionera de la Iglesia Católica que articula un trabajo evangelizador y de colaboración a comunidades indígenas mediante el acompañamiento.
“Trabajamos con los Manchineri y Yaminawua para que las políticas públicas lleguen a las comunidades, donde ellos viven. Ellos están aquí y vienen a tratarse en salud o en busca de sus beneficios sociales”, resalta Flores.
Los indígenas que viven en la ciudad fronteriza son la preocupación constante de la iglesia, desde el acompañamiento con el Equipo itinerante se ha logrado que mejorar sus condiciones y ayudar en algunas necesidades que surgen. Pero aún falta mucho por hacer.
“Nosotros queremos mejorar nuestra situación, nuestra vivienda aquí. Pasamos muchas dificultades aquí. Cuando llega el río aquí nosotros tenemos que salir de aquí con nuestras cosas, hemos perdido muchas de nuestras cosas”, señaló Tarcilia Batista Da Silva, cacique manchineri.
Esta comunidad fronteriza consta de cuatro familias, cada una con varios niños y niñas. Llegan desde la comunidad María Montesa, distante a hora y media de un viaje en canoa por el río Acre. Este traslado no es barato, se necesita al menos 40 litros de gasolina, un costo estimado de 400 reales entre la ida y la vuelta.
“Es muy difícil para nosotros. Estamos aquí expuestos”, manifestó Tarcilia contando cómo su comunidad peregrina en busca de atención médica para dolencias que su medicina tradicional no puede curar.
“Yo siento el dolor de mi pierna. El médico solo me da paracetamol y no mejora nada. Me duele hace mucho. Mis hijas me apoyan. Esta es la casa de mi hija. Mi casa ha caído”, cuenta Iraci Batista, indígena de la terceira edad quien perdió su casa en uma reciente inundación.
El costo de vida es alto. El desplazamiento de sus comunidades hasta la ciudad es muy complicado toma mucho tiempo y dinero. Sin contar las otras comunidades que viven en comunidades más alejadas de la ciudad a seis horas de viaje subiendo el rio.
“Tengo mucho miedo porque hay una víbora que viene. Esa es mi situación. No tengo vivienda. Vinimos aquí para comprar cosas”, cuenta con preocupación Denira, de la comunidad yaminawua, ya que sus hijos están expuestos a las picaduras de estos reptiles.
“El reclamo de ellos es muy constante en el tema de la vivienda y la asistencia médica que no es buena para ellos. Estamos buscando el trabajo en conjunto con las autoridades para mejorar esta situación”, expresó Flores del Equipo Itinerante.
Relación con otras comunidades
Si bien las fronteras políticas demarcan una división, en la realidad y para las comunidades indígenas esto no existe. La relación entre bolivianos y peruanos es muy buena, no hay confrontación y se respetan mutuamente.
Tránsito de migrantes.
El constante flujo migratorio, propio de esta zona con tres fronteras, hace que los indígenas que viven en la ciudad estén en contacto con personas que buscan pasar la frontera de manera ilegal. Algunas veces, los indígenas ayudan a los migrantes a pasar, señalándoles el camino a seguir, pero como una forma de adquirir algo de dinero.
No tienen relación alguna con los coyotes. Pero esto puede ocasionarles problemas con las autoridades. Este es un peligro con el cual conviven.
Finalmente, la iglesia que trabaja en esta triple frontera en coordinación con otras organizaciones es inspirado en el pedido del Papa Francisco, es decir, en la preocupación del Santo Padre porque los indígenas puedan acceder a una vida digna con políticas públicas que permitan mejorar sus condiciones de salud y vivienda, y sobre todo que se deje de lado la histórica discriminación.
Fuente: REPAM