Se suele pensar en la comunicación como un producto final. Un producto acabado en sí mismo. Aunque no se perciba, se procesa estructuralmente a escala industrial: se hace por lotes, para personas anónimas y con tiempos determinados.
Por Paulo Victor
La comunicación es un proceso: la codificación de un mensaje lleva consigo marcas culturales de quienes lo elaboran en su artesanía de sentimientos. Son marcas de la vida cotidiana, impresiones de experiencias. Un primer proceso. ¡De él sigamos!
La descodificación, etapa que escapa al tacto del artífice del mensaje, provoca ya una sensación en el receptor, que lo descodifica según sus filtros. Es un segundo proceso.
Procesos internos
El proceso de producción de un mensaje no está libre de lo que somos como personas. Estamos en el proceso y el mensaje que está en nosotros, al salir de la frontera privada del pensar-sentir, lleva nuestro yo a los demás.
El encuentro
¿A quién hablamos? ¿Lo conocemos? El otro debe estar en nosotros, porque decirlo en el mensaje forma parte del proceso de reconocimiento de códigos compartidos que, por ello mismo, son capaces de tener efecto y generar acción. Una palabra dicha sólo como “significante” no puede esperar ningún efecto si no encuentra sentido en el corazón de quien la lee.
Una palabra dicha sólo como “significante” no puede esperar efectos si no encuentra sentido en el corazón de la persona que la lee.
En definitiva, decir al otro – construir un mensaje – es saber que enviamos un poco de nosotros mismos y de lo que nos interesa de ese mensaje; y el otro, al recibir el mensaje, nos recibe en su corazón, y se convierte en un entendido cuando encuentra en las palabras el sentido de la intención.
Pensar palabras es pensar personas. No es una tarea fácil, porque es intentar decírselo al otro cuando yo también lo estoy diciendo en mí mismo. Es un encuentro.
La industrialización de los sentimientos
La palabra no es un producto industrial, frío, para una persona anónima. Es el producto de una artesanía de sentimientos dirigida a alguien. Cálida. Pulsante. Inacabada. La palabra es siempre inacabada: siempre añadida a los sentimientos, nunca es la misma; no llega igual y no vuelve igual. No circula igual.
Cuidado con el tiempo, es singular en cada proceso
Cuando encuentro al otro primero en mí mismo, él, el otro, me encuentra cuando yo llego a él con palabras, en una ingeniería perfecta del encuentro dialógico. El magisterio del Papa Francisco es propiamente de la Cultura del Encuentro. De hecho, nos ha preparado muy bien para ello: primero nos enseñó a ir y ver, luego a reconocer la importancia de escuchar, y escuchar con el corazón. Tanto es así que nos da la mayor lección sobre el hablar. Por eso, reitero, hablar no es tarea fácil, ni puede ser frío y reducido en sus procesos. Para ser verdadera, necesita ser procesual, necesita el tiempo necesario dedicado a cada experiencia: cuidado con el tiempo, es singular en cada proceso, en algunos pueden ser años, meses o incluso días, horas o tal vez segundos.
Cultura del encuentro, una cultura sinodal
La Pastoral de la Comunicación es un lugar de encuentro. De caminar juntos. Genera convivencia fraterna que fructifica en Buena Noticia. Por tanto, no la hacemos sinodal porque ya lo es por naturaleza; al contrario, vivimos la sinodalidad cuando comunicamos. Es estratégico. Si esto no sucede en nuestros ambientes eclesiales, es porque aún no existe como Comunicación Pastoral.
Confundida por el desconocimiento de su naturaleza, normalmente nombra consultores, medios de comunicación y equipos de contenidos. Esta ignorancia y la industrialización de las relaciones son contrapuntos para la pastoral.
Tiene lugar en la transversalidad de la vida eclesial, su vocación es la comunión.
No existe una fórmula prefabricada. Es necesario ser y estar. No se da de fuera a dentro, ni existe sin relaciones: se da en la transversalidad de la vida eclesial, su vocación es la comunión. Reducirla a procesos prefabricados, a esquemas particulares y formatos aplicados es industrializar la pastoral. Insisto, tengamos cuidado con la industrialización de la (vida) pastoral.
La Pastoral de la Comunicación tiene un mandato: “gastar las suelas de los zapatos”. Hay que salir al encuentro, visitar y romper el paradigma de esperar ser el visitado, muchas veces pensando en quién soy yo.
¿Nos conocemos?
¿Me conoces? ¿Sé yo quién eres? ¿Hacemos posible que nos encontremos y nos volvamos a encontrar? Necesitamos conocernos como Iglesia que somos. Como pastoral: ¿Quién es Pascom en la región? ¿Quién es Pascom en la diócesis? ¿Quién es la pastoral en las parroquias? Necesitamos conocerlas, para decirlas. Hacer que la comunicación pastoral se realice en los diferentes ambientes eclesiales a través de la fraternidad del encuentro. Recordemos el tiempo empleado en el proceso. Tengamos la paciencia de saber esperarla y, cuando esté concluida, (tengamos) la virtud de la escucha y la caridad en el hablar.
Fuente: CNBB Regional Nordeste 5