En el contexto de las asambleas pre-sinodales celebradas en Lima, Yurimaguas e Iquitos, con participación de representantes de los vicariatos de la Amazonía, se recogen perspectivas y anhelos de rúbrica femenina que muestra nuevas perspectivas a la Iglesia en la construcción de nuevos caminos. Todo en alianza con los pueblos originarios
Con rostro preocupado a la par que agradecido la señora Ali del Águila tiene claro cuál sería su mensaje hacia el Papa Francisco en caso pudiera hablarle cara a cara: “Que no se olvide nunca de los pobres”. Moradora del centro poblado Nuevo San Juan, a tres horas de surcada desde Pucallpa, ella también es una mujer amazónica y defensora de la selva que le envuelve en su día a día. No es indígena de sangre, pero sí de corazón. Así se extrae de su discurso en defensa de los pueblos originarios. Palabras de convencimiento fruto de una convivencia de muchas décadas con hermanos shipibos a orillas del Ucayali. Cuenta que es animadora de iglesia y que, entre sus funciones, está “ver por las problemáticas, por las injusticias… no sólo es hablar de Dios… nuestra responsabilidad es luchar por los derechos de los demás”.
Esa es la Iglesia en la que cree y de la que se siente parte, a pesar de los desalientos e incluso la soledad que a veces le invade. Y eso es lo que solicita: acompañamiento. “Les pido que lleguen más a los pueblos olvidados. Tienen que vivir y convivir con nosotros, en nuestra realidad. Que no se queden en la ciudad. Que haya más presencia, más misioneros, más acompañamiento, más apoyo de cerca”, detalla con claridad. Además, cree que la atención que el Santo Padre está dando a la Amazonía y las amenazas que la acosan debe convertirse en una oportunidad de cambio. “De corazón, felicito al Papa por la preocupación que está mostrando hacia los pueblos originarios y su interés por conocernos y preservar toda su riqueza cultural”, agradece la señora.
Como ella, los eventos presinodales que vienen sucediéndose han contado con la activa participación de mujeres con perfiles diversos y enriquecedores entre sí. Uno de ellos, el de las religiosas que trabajan en la zona y que aspiran a mejorar su labor constante de escucha, ayuda y acompañamiento de los pueblos. María Lucía Gavilanes, Misionera Eucarística de Jesús, se desempeña en la Parroquia La Inmaculada Concepción de Quillabamba (Cusco) perteneciente al Vicariato Apostólico de Puerto Maldonado. “Además del trabajo urbano en la ciudad, debemos atender a 53 comunidades campesinas”, concreta, “son muchas, nos faltan manos y nos apena no poder atenderles a todos de forma más cercana”.