El Papa Francisco llegará a Puerto Maldonado el 18 de enero a las 10:30 de la mañana. Lo hará vía aérea directamente desde Lima, la capital de Perú. Pero, cuando los primeros misioneros dominicos arribaron a esa zona, lo hicieron a pie. Era el año de 1902, llegaron desde la provincia de Azángaro (Puno), era la única vía posible. Fueron los religiosos dominicos quienes se preocuparon por construir los caminos y trochas, igualmente llevaron luego el prime telégrafo y posteriormente la primera radio (Radio Madre de Dios).
La realidad que enfrentaron los primeros misioneros fue dura, no solo por los problemas de comunicación y caminos, sino sobre todo por la realidad angustiante que vivía la población indígena esclavizada y diezmada por las empresas caucheras.
El misionero dominico Manuel Jesús Romero Blanco, historiador, nos indica que la primera cosa que hicieron los dominicos fue acercarse y acompañar a los indígenas: “El acompañamiento empezó cuando los dominicos se encuentran con la propia realidad. Cuando ellos vinieron en 1902 desconocían absolutamente todo. No conocían nada de la geografía, de las condiciones en las que se encontraban las comunidades que aquí habitaban y de las relaciones que existían entre estas comunidades. Los primeros misioneros tuvieron que aprender a golpe de realidad”.
Digamos, continúa el historiador dominico, que, “a ellos de repente, se les iluminó el mundo. O sea, se encontraron con una realidad en la que tenían que predicar el evangelio, porque para eso habían venido, habían venido para traer la palabra del Señor. Y claro, la palabra del Señor tenía que ser predicada en unas condiciones que permitan la propia predicación de la Palabra del Señor. Pero, cómo iba a ser posible la predicación cuando los caucheros impedían a los indígenas que se pudieran concentrar, para poder escuchar a los misioneros”.
“Una de las dificultades enormes que los misioneros tuvieron que enfrentar, en el inicio, fue precisamente esto. Los patrones o capataces, es decir aquellos que estaban encargados de dirigir el trabajo de los indígenas en la extracción del caucho, impedían, por todos lo medios que los indígenas pudieran reunirse o concentrarse para recibir las instrucciones o enseñanzas de los misioneros”.
“No hay que olvidar que una de las formas de dominación que tuvieron aquí los caucheros fue terminar con los sabios y sabias indígenas, los consejeros de las comunidades, precisamente para aniquilar su memoria histórica”.
“Entonces, los dominicos al darse cuenta de esta situación tuvieron que ir creando las distintas condiciones, por las cuales fue posible rescatar a estos indígenas. El padre José Álvarez, bautizado por los indígenas como el APAKTONE, fue una figura fundamental. Él, se dio cuenta que para poder hacer esto tenía que crear MISIONES. Es decir, espacios protegidos, con la mayor garantía posible, en donde estos indígenas que estaban dispersos o que a veces tenían que ser rescatados de las haciendas o comprados, verdad, poderlos meter en estas MISIONES, en donde se intentaba con ellos reconstruir sus vidas y sus historias familiares.
Después del caucho, vienen las épocas de las haciendas, es decir quienes sustituyeron a los caucheros fueron los hacendados. Entonces, tanto en la época del caucho como en la época de las haciendas la importancia no estaba tanto en el producto final del mercado, sino en las relaciones productivas, en torno a la persona. Es decir, la mercancía principal no era el producto sino el propio trabajo indígena. Eso es algo que hay que tener bien presente en todo este asunto. Claro porque ustedes pueden estar pensando que los indígenas cobraban salario, les construían casas, los alimentaban… Pero, no, no, nada de eso, no era así. O sea, a los indígenas ni los alimentaban, ni les construían casas y a veces por métodos innombrables les hacían trabajar, por ejemplo, secuestrando a sus hijos, o secuestrando también a sus propias familias.
Yo no atrevería a decir que hoy existe tal cual, pero hay ciertas relaciones que bien pueden asemejarse a ese tipo de situaciones. Quizás, entre madereros, entre mineras. Pensar que estas situaciones han desaparecido por completo, es no darse cuenta de la complejidad que hoy en día en el Madre de Dios, y en muchas zonas de la Amazonía, todavía se siguen viviendo.
¿Qué pensar de quienes afirman que la Iglesia no debe entrometerse en la vida de los pueblos indígenas?
“La Iglesia ha venido sobre todo con un mensaje de amor, paz y reconciliación. La Iglesia, en particular los dominicos, tiene un sumo cuidado y respeto por todas las culturas y pueblos amazónicos. Pero, lo hace desde la alteridad. Me explico, el hombre es un ser para la comunicación. Hoy en día, en El Madre de Dios se habla de las comunidades en aislamiento voluntario, bien. Cuando llegan aquí los dominicos, existía toda una infraestructura o una superestructura, llamaríamos así, de encuentros pan-selváticos y pan-tribales. Es decir, es una gran falsedad afirmar que los pueblos amazónicos eran pueblos que no querían o no tenían contacto ni entre ellos ni con el resto del mundo. No fue así”.
“Fue la llegada del hombre blanco, es decir, en torno al caucho y luego las haciendas, lo que los convirtió en esclavos, verdad, en recelosos de lo que llamaríamos hoy nosotros la “civilización”. Entonces, muchos de estos pueblos tuvieron que verse obligados, para poder sobrevivir, a huir a lugares inaccesibles, como son las cabeceras de los ríos, cejas de selva, lugares que son de difícil acceso y allí poder recomponer sus propias estructuras y sus propias formas de vida. Pero, eso no era la forma de vida original entre ellos, ni de lejos”.
“Entonces, el modelo, según el cual uno puede ir entendiendo esta realidad va a depender también de sus propias orientaciones morales y también personales. Por ejemplo, ¿qué es lo que buscan los que defienden el aislamiento voluntario?, ¿qué están defendiendo en realidad? Uno tiene que preguntarse eso. ¿Qué es más importante, el medio ambiente, la persona, la persona sin el medio ambiente, el medio ambiente sin persona?”
“Nosotros estamos convencidos que mucha gente quisiera ver que en el Manu no hubiera nadie. Que solamente fuera un lugar donde hubiera árboles, hubiera guacamayos, hubiera nutrias, el león marino, pero, que no hubiera nadie. ¿Sabían ustedes que la mayor parte de los que viven en el interior del Parque Nacional del Manu, tienen enormes dificultades para poder pescar o casar en sus propios ríos, en sus tierras ancestrales?”
“Por todo ello, es necesario que se descubra que hay detrás de cada propuesta sobre la Amazonía ¿Por qué los pueblos amazónicos no van a tener derecho a tener acceso a la promoción, a la educación, a la salud? Qué sean ellos, los que decidan sobre su propio futuro, que ellos elijan, pero informados, con conocimiento de las posibilidades”.
Dura realidad, la de los pueblos amazónicos que esperan ahora las palabras de aliento y solidaridad del Papa Francisco. Y también un mayor compromiso de la Iglesia en el apoyo a sus luchas por su identidad, sus culturas y sus modos de vida, tan incomprendidos por una sociedad marcada por el consumo, el extractivismo y el desprecio por la madre naturaleza.
Desde Puerto Maldonado, con información de Mónica Villanueva y Radio Madre de Dios