“En primer lugar, somos indígenas y no migrantes, y esa es nuestra identidad”, explica Carmen Conejero, responsable de la etnia indígena Eñepa que actualmente se encuentra en el albergue Jardim Floresta de Boa Vista.
Por Equipo Itinerante Consolata América *
Los Misioneros de la Consolata no sólo acompañan a los indígenas en sus diversas manifestaciones étnicas, en su movilidad y en su organización, sino que, en primer lugar, digamos que la causa indígena forma parte del ADN del carisma de los dos Institutos fundados por el Beato José Allamano. En la actualidad, los migrantes warao, eñepa y karina de Venezuela viven en cinco refugios en el estado de Roraima.
La mayoría de los refugios están superpoblados y, por tanto, en muy malas condiciones. Existe una falta de comunicación entre los gestores de los albergues y los líderes indígenas, y las instancias competentes para la protección de los derechos indígenas -la Fundación Nacional del Indio y la Secretaría Especial de Salud Indígena- han desvirtuado deliberadamente las acciones de seguimiento y atención adecuada al bienestar de los pueblos indígenas.
Observando la situación de estos pueblos en general y en diferentes estados de la federación, hemos visto que muchas decisiones sobre las tierras indígenas y la migración se han tomado sin previa consulta y diálogo con los pueblos indígenas, creando inseguridad y desconfianza entre ellos como es el caso, que el 13 de noviembre se publicó en varios medios de comunicación la noticia de la existencia de un plan de traslado de los indígenas Waraós, Eñepa y Karina de los albergues Pintolândia, Nova Canaã y Tancredo Neves al albergue Rondon 3, que ya alberga a más de 1400 personas no indígenas.
La mayoría de los líderes indígenas están en contra, por lo que protestan contra este plan, ya que temen que esta unificación forzada se imponga y aumente la precariedad y el desconocimiento de los pueblos.
Es importante decir que el Estado brasileño tiene conocimiento de la presencia de los pueblos indígenas en el flujo migratorio venezolano desde hace al menos seis años. Sin embargo, a día de hoy no existe una política coherente y adecuada para acoger a esta población en condiciones dignas. Por ejemplo, las políticas de acceso a la educación y a la salud son muy precarias, quedando los indígenas-migrantes excluidos de la subsistencia sanitaria indígena. Sólo el SUS porque son inmigrantes y, por tanto, se consideran no habitantes. Cada vez que los indígenas salen de las fronteras, tanto físicas como simbólicas, que se imponen para que queden fuera, aunque estén dentro, se repite la versión de que son manipulados por las ONG y que los indígenas no hablan por sí mismos. Por ello, muchas veces no pueden recibir una atención sanitaria acorde con los supuestos de la atención intercultural, entre otras especificidades propias de las poblaciones indígenas y originarias.
TRAZAR NUEVOS CAMINOS DE RESISTENCIA Y RESILIENCIA
En este marco de extrema vulnerabilidad y violación sistémica de sus derechos, los indígenas siempre han buscado y trazado (como se ha demostrado históricamente) nuevos caminos de resistencia y supervivencia, preservando su identidad y sus formas de vida.
Es interesante que una de las estrategias de supervivencia de los indígenas-migrantes aquí en Brasil fue reforzar lo que podemos llamar sinodalidad y asociación con otras instituciones como el Consejo Indígena de Roraima (CIR), el Consejo Indígena Misionero (CIMI), la Pastoral Indígena, Misioneros de la Consolata, Cáritas Brasileña, Fundación Panamericana de Desarrollo (Fupad), Fe y Alegría (de los misioneros jesuitas), en fin, todas las organizaciones eclesiales de la Diócesis de Roraima que reconocen y promueven los derechos colectivos y la autonomía de los pueblos indígenas.
En este contexto, los Misioneros de la Consolata organizaron un encuentro intercultural e interreligioso en la Iglesia de Nuestra Señora del Livramento, en Boa Vista. “Para nosotros, Misioneros de la Consolata, el diálogo interreligioso es fundamental porque implica una comprensión mutua, disipa los prejuicios y promueve el conocimiento y el aprecio comunes.
Hoy en día, conocer otras creencias, lengua y cultura es un aspecto importante para la convivencia y el entendimiento intercultural”, añade el padre Isaack Mdindile, miembro del Equipo Itinerante de los Misioneros de la Consolata.
Milly Rodríguez es una líder de la etnia indígena Taurepang y coordina un proyecto llamado “Música sin Fronteras”. Los Taurepang están fuera de los refugios y buscan la independencia, utilizan el arte y sus talentos como forma de resistencia, pero sobre todo como riqueza cultural.
“No somos un problema, ni estamos atrasados, como a menudo nos califica la sociedad. Queremos celebrar nuestra cultura con dignidad, queremos que se reconozca nuestro cuerpo-tierra”, dice Milly. La Iglesia, que anuncia la palabra, se convierte en oyente ante la riqueza cultural de los pueblos de la Amazonia. De la inculturación pasamos a la interculturalidad.
“Sueño con una Amazonia que conserve la riqueza cultural que la caracteriza y en la que la belleza y la familia humana brillen de forma tan variada” (Cf. Querida Amazonia, 7). Los pueblos indígenas son una fuente de inspiración para la revisión de los significados, la historia y las prácticas sociales y políticas construidas hasta hoy.
“Ya no queremos seguir en los albergues, allí hay mucha negligencia y violación de nuestros derechos. Queremos nuestro propio espacio para vivir nuestra vida y espiritualidad. Necesitamos justicia, supervisión y transparencia de todo el trabajo de la Operación Acolhida responsable de los albergues. Y el ACNUR (Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados) también tiene mucha connivencia, ya que es socio del Ejército en los albergues de Roraima”, dice Leany Torres Moraleda, cofundadora de “Warao a Janoko”, la primera comunidad de migrantes indígenas warao y kariña, ubicada en el municipio de Canta (RR).
Para Jama Peres, de la etnia wapichana y magíster en Letras, la cuestión indígena-migrante no es aislada y debe abordarse dentro de un horizonte más amplio y sistémico de terminación de los derechos constitucionales indígenas, que son un conjunto cosmológico, continuo y universal. Son cláusulas inalienables e inamovibles.
“Es urgente resistir a este proyecto que abre el camino a un nuevo genocidio y a la recolonización. Todos somos parientes. Nuestras relaciones y redes van más allá de las fronteras y los mapas convencionales. No perdamos la fe”, dice con convicción. Finalmente, nosotros, como discípulos-misioneros, creemos que es necesario el encuentro intercultural entre la propuesta de Iniciación a la Vida Cristiana y las raíces culturales de los diversos pueblos amazónicos, siguiendo el principio de que “la Buena Noticia de los pueblos indígenas acoge la Buena Noticia de Jesús”.
En este sentido, es necesario integrar los rituales y ritos de paso presentes en las diferentes etnias al itinerario de Iniciación a la Vida Cristiana. Del mismo modo, insertar en las liturgias elementos culturales propios de estos pueblos. Para ello, serán necesarios espacios de diálogo recíproco para conocer la cultura de los pueblos originarios. Es necesario construir y consolidar con los movimientos indígenas una relación de confianza, diálogo, respeto y contacto directo con el liderazgo para identificar las posibilidades de apoyo y colaboración.
* Fuente: Consolata América