Durante casi seis años, de 2016 a 2022, el actual arzobispo de Cuiabá fue Obispo de la Diócesis de Roraima, afirmando que vivió ese tiempo desde el aprendizaje y el compartir con las comunidades, también con los pueblos indígenas.
Por Luis Miguel Modino
La situación en la que vive el pueblo yanomami le lleva a subrayar el trabajo realizado con este pueblo por la Iglesia en Roraima, especialmente por los Misioneros y Misioneras de la Consolata. Es una labor de defensa que «se da por la omisión de las autoridades, quienes tienen la competencia para atender a los pueblos indígenas«.
Ante este momento de tristeza y luto, Mons. Mario Antonio aboga por una verdadera ecología integral. El vicepresidente 2º de la Conferencia Nacional de Obispos Brasileños (CNBB), hace un llamamiento para que «como católicos nos unamos en defensa de la vida y de la vida concreta». Según él, «hoy hay muchos discursos en defensa de la vida, desde la fecundación hasta la muerte natural, pero poca práctica en defensa de la vida concreta que existe ante nuestros ojos, sobre todo cuando está frágil«.
Usted fue Obispo de la Diócesis de Roraima durante casi seis años. Vayamos donde vayamos, un trozo de nuestro corazón permanece. ¿Qué ha dejado en la Diócesis de Roraima?
Mi período en Roraima, casi seis años, fue un período de muchos desafíos, pero también un período de mucho aprendizaje, de aprendizaje con las comunidades, especialmente las que estaban más alejadas del gran centro que es la capital. Pero una experiencia única de aprendizaje con los pueblos y comunidades indígenas.
Una de las muchas cosas que aprendí allí e intenté devolver es la cercanía con la gente, la cercanía en el aspecto de estar juntos, no sólo para celebrar misa, sino también para vivir juntos. Y la convivencia se daba en las fiestas, en las kermeses, incluso en los momentos de comidas, eran momentos muy bonitos.
Lo que también intenté compartir con las comunidades de la Diócesis de Roraima es que necesitamos tener una fe que sea más que normas, ya sean católicas o bíblicas. Pero nuestra fe es adhesión a Jesucristo y esta adhesión se hace visible siguiéndole, en la práctica de la paz, la justicia y la solidaridad. Esto es lo que he intentado compartir con la gente, recibiendo de ellos impulso y motivación para una misión frente a tantos desafíos.
Usted habla de la importancia de vivir con la gente. La diócesis de Roraima está presente entre los yanomami a través de los misioneros y misioneras de la Consolata en la misión de Catrimani, que se lleva a cabo desde la convivencia con este pueblo. ¿Cuál es la importancia de esta presencia como Iglesia entre el pueblo yanomami y de esta manera de anunciar el Evangelio?
La Diócesis de Roraima siempre ha tenido en su historia, especialmente con los obispos anteriores, una gran preocupación por los pueblos indígenas y también específicamente por el pueblo yanomami, con la presencia de los misioneros de la Consolata, una presencia heroica, de hombres y mujeres, en la convivencia con las comunidades del pueblo yanomami, en el respeto a la cultura, en el respeto a la religión, en la convivencia, en la promoción de valores y en la valoración de la sabiduría del pueblo yanomami. En el cuidado de la propia cultura, de la propia humanidad, de los miembros de cada maloca, de cada comunidad, así como en el cuidado de la naturaleza, con el cuidado del bosque, de los ríos, de la obra del Creador.
Es una manera de vivir juntos muy respetuosa y con semillas del Evangelio, que revela realmente lo más humano y divino del ser, en el diálogo y en la confrontación. Por eso, la Diócesis de Roraima tiene una contribución sin igual en toda la Iglesia, para todo el mundo, a través del testimonio de los Misioneros de la Consolata, una presencia de respeto, de aprecio, digna de ser llamada también del Reino de Dios a la luz de lo que nos dice San Pablo, de la gracia, la paz y la justicia del Espíritu Santo.
Una presencia que fue también de defensa ante los numerosos ataques que los pueblos indígenas y especialmente el pueblo yanomami han sufrido en las últimas décadas. ¿Por qué es importante esta actitud de defensa de la Iglesia asumida por la Diócesis de Roraima en favor de los pueblos indígenas, del pueblo yanomami?
Queremos que se respete la dignidad humana de cada ser humano, que se reconozcan sus valores, que se cumplan sus derechos para que también puedan cumplirse sus deberes, sin traumas, sin sacrificios, sin opresión y sin injusticia. Pero desgraciadamente es fantasioso pensar que la Iglesia no necesita estar en la lucha por los más empobrecidos. La Iglesia de Roraima, como toda la Iglesia católica, cuando se coloca del lado de los indefensos, de los más pobres, ha sido el gran testigo de Jesucristo.
En el caso del pueblo yanomami, los misioneros y misioneras de la Consolata nos abren las puertas y los ojos a una actitud fundamental, aunque específica, ante los retos del pueblo yanomami, para luchar por la dignidad de su vida, su salud, su religión, preservando y escuchando su propia sabiduría.
La defensa de la Iglesia se debe a algo que nos da mucha tristeza, la omisión de las autoridades, que tienen la competencia de velar por los pueblos indígenas, la omisión del Gobierno Federal, del Gobierno Estatal y de otras instituciones que tienen la competencia de velar por los pueblos indígenas. Este abandono, esta negligencia, este desmantelamiento de los derechos ha llevado a los pueblos yanomami a una oscuridad aún mayor, a una oscuridad que no merecían. Me parece que ahora viene una nueva luz, hay una nueva luz que emerge. Una luz que la Iglesia siempre ha intentado mantener, incluso de forma limitada, con su fuerza y con su misión allí con el pueblo yanomami.
Una actitud que no es exclusiva de la Iglesia de Roraima, sino que podríamos decir que es asumida por la Iglesia de Brasil e incluso de la Iglesia universal con el apoyo expreso del Papa Francisco a los pueblos indígenas. Como vicepresidente 2º de la CNBB, ¿cómo cree que la Iglesia de Brasil está impulsando esta defensa y cómo lo que está ocurriendo con el Pueblo Yanomami desafía a la Iglesia Católica de Brasil en esta misión con los pueblos indígenas?
De hecho, toda la actividad de la diócesis de Roraima ha estado siempre acompañada por la Iglesia de Brasil, al igual que las diócesis de otros países, incluida Europa. Instituciones relacionadas con la defensa de la causa indígena y de los más pobres siempre han colaborado con este protagonismo de la Iglesia de Roraima. La CNBB ha seguido muy de cerca toda la cuestión de los pueblos yanomami. Incluso diversas entidades vinculadas a nuestra Conferencia, como la Red Eclesial Panamazónica, en comunión con la REPAM-Brasil, se han manifestado en este momento crucial para los pueblos Yanomami.
Un gran reto con este caso es que abramos más los ojos, que tendamos más la mano, que ejerzamos un poco más de sensibilidad hacia la realidad de los pueblos indígenas. En esta sensibilidad, no sólo de compasión en los momentos de sufrimiento, sino también de promoción, de reconocimiento en todos los demás momentos, en los momentos de conquistas y victorias de los pueblos indígenas.
Es necesario transformar este momento de tristeza, este momento de luto incluso, por tantos niños indígenas que murieron como consecuencia de esta devastación de derechos, devastación de la naturaleza, así como el envenenamiento de los ríos y todo lo que ha causado la destrucción del medio ambiente, pero consecuentemente por la bebida, las drogas, la prostitución, la invasión de la minería ilegal, la devastación total del ser humano, de las personas.
Cuidar a través de una ecología integral, el gran reto es poner en práctica lo que nos dice el Papa Francisco en Laudato si’, una verdadera ecología integral, que promueva la vida en su conjunto, con prioridad para los seres humanos más necesitados.
La Iglesia de Brasil ha recibido críticas y descalificaciones en los últimos días, en las últimas horas, incluso de personas que se dicen católicas. ¿Qué podemos decir a estas personas y cómo podemos mostrarles que la defensa que la Iglesia está haciendo del pueblo yanomami, de los pueblos indígenas, es algo que nace de la fe, del Evangelio, como una exigencia ante lo que Jesucristo nos pide como discípulos misioneros?
El mismo Jesucristo, cuando inicia su misión, además de invitar a la conversión a los valores del Reino de Dios, dice claramente que ha venido a evangelizar a los pobres, a anunciar el año de gracia del Señor, a liberar cautivos y prisioneros, en definitiva, a hacer el bien a los enfermos y necesitados. Desgraciadamente causa extrañeza en muchos cuando la Iglesia abraza esta causa, desgraciadamente. Debería ser normal, pero parece que cuando una Iglesia defiende la causa de los más pobres es algo extraordinario, como si fuera algo anormal. Esto simboliza que estamos huyendo un poco de nuestra misión.
Pero es importante, a pesar de las críticas que vengan, incluso de católicos conocidos y renombrados, a veces incluso influyentes, que demos un testimonio coherente de lo que es el Evangelio de Jesucristo, especialmente Jesús en su programa misionero. Abandonar el programa misionero de Jesús, según Lucas 4, sería una locura por nuestra parte y algo que no encajaría con la Iglesia de Jesucristo. No dejarán de hacerse críticas, pero que también las personas que critican se sensibilicen ante la vida humana que tienen ante sus ojos.
Es importante que como católicos nos unamos en defensa de la vida y de la vida concreta. Hoy hay muchos discursos en defensa de la vida, desde la fecundación hasta la muerte natural, pero poca práctica en defensa de la vida concreta que existe ante nuestros ojos, sobre todo cuando es frágil. La crítica nos hace darnos cuenta de que el cuidado de la vida humana sigue estando lejos del Evangelio de Jesucristo.
¿Cuál es su palabra de esperanza para los indígenas de Roraima, especialmente para el Pueblo Yanomami en estos momentos de tanto dolor?
Mi palabra de esperanza va en lo que escribe el profeta Isaías en uno de sus pasajes, los indígenas merecen una luz, merecen una gran luz. De hecho, los pueblos indígenas nos ofrecen esta gran luz en su forma de ser y hay que respetarlos. Mi mensaje es de respeto, de aprecio y gratitud por la perseverancia de las comunidades indígenas en sus luchas, en sus nobles causas.
Incluso en Roraima, en estos 50 años del Consejo Indígena de Roraima, el CIR, junto con el Cimi, también en todo Brasil, 50 años de existencia y testimonio en la lucha por las causas de los pueblos indígenas. Mi palabra no es de mucho, sino de motivación para que sigan con nuestro reconocimiento y nuestra comunión. Espero que como Iglesia Católica podamos ejercer un paso de verdadera sinodalidad con los pueblos indígenas hacia el Reino de Dios.
Fuente: ADN Celam