Monseñor Rafael Cob es obispo del Vicariato de Puyo, en la Amazonía ecuatoriana, el lugar donde se puede decir que fue plantada la semilla de la Red Eclesial Panamazónica (REPAM), el organismo del que es presidente desde el pasado mes de agosto. Una misión para la que pide la compañía del Señor para llevarla a término.
Por Luis Miguel Modino
Monseñor Rafael Cob es obispo del Vicariato de Puyo, en la Amazonía ecuatoriana, el lugar donde se puede decir que fue plantada la semilla de la Red Eclesial Panamazónica (REPAM), el organismo del que es presidente desde el pasado mes de agosto. Una misión para la que pide la compañía del Señor para llevarla a término.
Continuar la obra iniciada
Una semilla que nació en Puyo y que ahora le pide al obispo de Puyo que sea su presidente. ¿Cómo vive este servicio de ser presidente de la Red Eclesial Panamazónica que la Iglesia de la Amazonía le pide?
Las cosas que se inician con buen propósito están llamadas a continuar, y el trabajo que hemos estado realizando durante este tiempo desde que se sembró la semilla en Puyo ha sido servir a esta Iglesia amazónica que ha tenido un recorrido últimamente, desde que nació la REPAM hasta hoy con muchos furtos.
Cuando a uno le piden el servicio de continuar la obra iniciada, eso es como aquellas palabras que dicen “lo que Dios ha iniciado, Él lo llevará a buen término”. Esto es lo que pedimos a Dios, que esta buena obra que se inició con ese espíritu del Señor, Él mismo nos acompañe para llevarla a término.
Misión desde el acompañamiento a los pueblos
Para alguien que es misionero en la Amazonía desde hace décadas, ¿en qué ha cambiado la misión en la Amazonía en los últimos años y cómo la REPAM ha contribuido a eso?
Sí ha cambiado en cuanto a que la perspectiva de los pueblos indígenas nos ha hecho ver en el propio territorio cuáles son los desafíos que ellos tienen, ya que las circunstancias de una sociedad como la nuestra, una sociedad de consumo, una sociedad materialista, una sociedad donde precisamente los marginados no tienen ese cauce para poder hacer escuchar su voz, han encontrado en la Iglesia esa voz amiga para que su voz se escuche y para como nos decían en el Sínodo ser aliada de sus derechos.
La tarea misionera de la Iglesia hoy se hace más visible a través del acompañamiento de los pueblos en su territorio. Sobre todo, cuando las amenazas, de las que el Papa Francisco encendió las alertas en la Laudato Si, se está viendo que ya no son amenazas, son realidades, como por ejemplo el extractivismo voraz que hay en la Amazonía y el perjuicio que eso lleva a través de una gran deforestación y contaminación.
Nuestros pueblos están sufriendo en carne propia esa codicia que es capaz de no respetar los derechos de los pueblos, creando un desequilibrio a nivel planetario en el cuidado de esta casa común que nos pide el Papa Francisco en la Laudato Si. La Iglesia ya ha entrado en un trabajo que no era solamente de conservar o anunciar simplemente la Buena Noticia, sino que ahora viene también la de denunciar el mal que se produce en esta Amazonía. La voz profética de la Iglesia se hace más patente ahora que antes.
Desafío de construir una Iglesia con los pobres y para los pobres
El Papa Francisco en los primeros días de su pontificado dijo que le gustaría una Iglesia pobre y para los pobres. ¿Usted cree que la Amazonía ha asumido esa demanda que el Papa Francisco le hacía a la Iglesia universal?
En ese sentido, estamos trabajando justamente por acompañar a los pobres y por hacer que los pobres sean lo que el Papa Francisco hablaba, la luz de periferia que ha pasado a ser ese foco central que ilumina la Iglesia universal. Es todavía un desafío muy grande el que nos queda por recorrer en ese sentido de construir una Iglesia con los pobres y para los pobres.
El pueblo protagonista de la evangelización
Usted vivió el Sínodo para la Amazonía, todo su proceso, fue padre sinodal, y ahora estamos viviendo el Sínodo sobre la Sinodalidad. ¿Qué influencia podríamos decir que el Sínodo para la Amazonía está teniendo en el actual proceso sinodal?
Es evidente que el Sínodo amazónico ha sido, como el Papa decía, un laboratorio para este Sínodo de la Sinodalidad. Es referente para que verdaderamente la Iglesia a nivel universal viva esa dimensión de la sinodalidad, donde el pueblo sea, como nos pide el Concilio, el centro y el protagonista de la evangelización. Nos falta todavía hacer más visible el que el pueblo sea protagonista en el trabajo evangelizador. Igualmente, no solo en la piedad popular o el culto, sino sobre todo al vivir de cada día, con todos sus problemas, con todos sus sufrimientos, con todas sus alegrías y esperanzas.
El saber compartir y vivir el sueño del pueblo eso es lo que la Iglesia amazónica está realizando ahora. El Papa Francisco en su exhortación Querida Amazonía nos pedía justamente esto, sueño con una Iglesia con rostro amazónico, y verdaderamente los frutos y los pasos están llegando. Tenemos todavía un duro trabajo que realizar a nivel de Iglesia universal y de Iglesia en esta cuenca amazónica donde vivimos. Pero sin duda alguna es referente el Sínodo amazónico para el Sínodo sobre la Sinodalidad.
Cuidar y defender la Tierra
Habla de que tenemos que seguir trabajando. Como presidente de la REPAM, algo que ha asumido hace poco tiempo, pero ya formaba parte de la presidencia como vicepresidente. ¿En qué le gustaría que la REPAM contribuyese a esos nuevos caminos para la Iglesia y para una ecología integral que el Sínodo para la Amazonía tenía como objetivo?
La misión y visión de la REPAM nos dice que estamos para defender la vida y la vida de los pueblos que habitan en la Amazonía. La Amazonía es referente a nivel planetaria como especio que hay que cuidar, que hay que proteger y que hay que defender. En ese sentido la REPAM tiene que continuar con esa misión y visión que tiene, y ahora después del Sínodo con otras perspectivas que se van mancomunando con otros factores y con otros protagonistas.
Uno de los desafíos es buscar nuevas alianzas con muchos sectores que tienen el mismo objetivo de cuidar la casa común. Y para ello tenemos que abrirnos a ese diálogo del cual tanto habla el Papa Francisco, que es una de las cosas que la REPAM siempre ha practicado, abrirse a ese diálogo para buscar juntos caminos de evangelización para la Iglesia en la Amazonía, pero a la vez también para la Iglesia universal, porque el Sínodo amazónico no solamente fue para la Iglesia local de la Amazonía, sino también para abrirse a la Iglesia universal.
La naturaleza inseparable de la vida de la persona
¿Y cómo convencer a la Iglesia universal, principalmente a ciertos grupos que dicen que cuidar de la ecología, de los indígenas y de la Amazonía no es una labor de la Iglesia?
Lógicamente son aquellos que tienen una visión corta de la misión que tiene la Iglesia. La Iglesia, y Jesús nos habla claramente, tiene como misión la defensa de la vida, y la defensa de la vida supone la defensa de la vida de la naturaleza, porque es parte inseparable de la vida de la persona humana. El hombre no puede vivir sin tierra y la Tierra no puede vivir sin el hombre, son dos fuerzas que se complementan y que como se ha dicho muchas veces son dos caras de la misma moneda.
Está muy claro que aquellos que piensan que la Iglesia no se debiera meter en esta realidad de la ecología, no han llegado a descubrir el verdadero sentido de la Creación regalada por Dios a los hombres para que sepamos actuar no de cualquier forma, o de la forma que ahora actúa el extractivismo o con la contaminación, sino pensar en las futuras generaciones. Las futuras generaciones nos podrán juzgar si no viviéramos preocupando por el futuro. La Iglesia tiene la misión de engendrar esperanza para las generaciones futuras, y eso se hace con esta realidad de buscar en la ecología integral el futuro de nuestro Planeta.