Homenaje póstumo a la señora Ilda Ahuanari
Por: Manolo Berjón y Miguel Ángel Cadenas (Parroquia Inmaculada – Iquitos)
Esta pandemia saca a relucir todas las taras que tenemos. En Loreto la descomposición social es terrible. El desgobierno y la corrupción trabajan para la muerte. Y cada día nos proporciona nuevas dosis grotescas: medicinas estatales en casas particulares, el oxígeno con precios astronómicos, el hambre… La propagación de la pandemia por los ríos y pueblos indígenas corre pareja al Estado. Pero no les vamos a contar los sinsabores y desgracias que nos aquejan.
Que Loreto carece de liderazgo lo ve hasta un ciego. Pero tampoco es tan simple como esto. La Amazonía es uno de los espacios donde tradicionalmente no surgieron fuertes liderazgos ni imperios centralizados, aquello de “la sociedad contra el Estado”. Desde otro ángulo: la autonomía personal es fundamental. Los kukama, por ejemplo, dirán que cuando una mujer embarazada tiene un antojo debe cumplir el deseo del feto. Si la madre no cumple con este deseo, el feto cae (aborto espontáneo). Los kukama dirán que es el feto quien lo ha provocado. Esta autonomía personal, desde el feto, desemboca en dosis enormes de libertad. Esto tiene consecuencias para la organización social.
Un líder es una persona generosa en tiempos de normalidad, extremamente generosa, que es capaz de agrupar a su gente en tiempos de necesidad: cuando hay que enfrentar un enemigo común. El problema con el covid-19 es que el enemigo es invisible y, aunque esto no debiera ser un problema en Loreto y menos en pueblos indígenas, no ha habido forma de explicar convenientemente a qué nos estamos enfrentando. En gran parte, por la desidia del Estado que solo emite en frecuencia occidental, cuando su propia población sintoniza otras frecuencias. En breve, que a estas alturas sigue fallando la comunicación y continúan las acusaciones de corrupción.
Perversamente, desde el Estado se ha estado inoculando que los responsables del desastre somos los propios ciudadanos indisciplinados. Incluso, no faltan personas que han introyectado semejante engendro de discurso. Este autoflagelamiento deja las manos libres al Estado para que haga lo que mejor sabe: propagar la pandemia y alentar la corrupción. Todo esto se desmorona si estudiamos la formación del sujeto y la acefalía en pueblos indígenas, de donde provenimos.
Morir
Pero, pidamos ayuda al pueblo kukama, a ver si nos ayuda a orientarnos en medio de esta zozobra. Para los kukama ‘umanu’ significa ‘fiebre’, ‘morir’, ‘perder la vida’. Esta asociación entre fiebre y muerte nos parece muy oportuna. Cuando una persona se enferma, habitualmente, se restringen sus relaciones sociales, le dejan de frecuentar sus familiares y amigos. La fiebre vendría a ser el primer peldaño de la muerte. Es como un plano inclinado que desemboca en la muerte. La fiebre, tal como la conciben los kukama, genera aislamiento, vendría a ser similar a lo que podemos denominar como “muerte social”. Esto podría explicar por qué la gente no quiere ir a los hospitales: un espacio que rompe con los familiares y las relaciones sociales. Si te aísla de otros seres humanos, te visitarán seres no humanos.
Si la persona amazónica es construida a través de la relación con otras personas y seres, entonces, romper con la familia supone una transformación: dejas de relacionarte con personas para establecer relaciones con espíritus y convertirte en espíritu. En otras categorías, se produce una “desfamiliarización” con los parientes de la tierra, para “refamiliarizarte” con otros seres y con parientes que ya atravesaron la muerte, para irte convirtiendo en uno de ellos.
Esto tal vez nos pueda ayudar a buscar soluciones. Centralizar todo sobre uno o varios hospitales, además de colapsarlos, deja a la población de la periferia al margen. Bien porque no alcanzan para ser atendidos, y regresan a sus casas sin tratamiento, bien porque no desean acudir a un “lugar de muerte”. Pero muchas familias tampoco pueden quedarse en su casa, no tienen un espacio personal donde poder aislarse. Espacios intermedios como Kanatari, Sombrero de Paja o el MORB son de gran utilidad. Pero siguen siendo pocos espacios y lejanos para muchas familias. Tal vez sea la hora de buscar más espacios más pequeños por la ciudad para que puedan estar más cerca de sus familias. Y mantener algún contacto con la familia para que no se produzca esa muerte social. En comunidades indígenas es urgente construir casas donde puedan permanecer aislados los enfermos, antes que contagien a toda la parentela.
Si ‘umanu’ significa fiebre, morir, ‘umanu ayuka’ significa ‘tener fiebre’. ‘Ayuka’ significa quebrar, chancar o golpear, ladrar. Y ‘ayuka purara’ se traduce por asesinar, producto de un enfrentamiento hasta llegar a matar a alguien. Este término antiguo se está reemplazando por ‘umanuta’, término que significa matar personas y animales. A lo que íbamos, la fiebre golpea, golpea hasta matar, una muerte dolorosa. ‘Umanuta’ es ‘umanu’ ‘-ta’; -ta es el causativo. Por tanto, umanuta es morir causado por alguien, matar.
En términos kukama la muerte no es únicamente el final de la vida. La muerte es provocada por otro ser más fuerte, habitualmente un brujo. En Loreto estamos asistiendo no al final de la vida, sino a un verdadero asesinato. Es como si el Estado, que tiene el deber de protegernos, nos golpeara hasta matarnos, especialmente a los más vulnerables.
Números
Tradicionalmente los kukama contaban hasta 4, a partir de ahí utilizaban el término ‘muchos’. Posteriormente, adoptaron los números a partir del 5 de la lengua quechua. Los pueblos indígenas no tienen ningún problema en apropiarse de lo que consideran necesario para los tiempos que corren.
Hemos visto una publicación de la DIRESA donde se comienza a contabilizar los enfermos de COVID-19 entre pueblos indígenas. Pudiera ser algo loable, pero nos parece que hay que tener en cuenta varias cosas. Nos vamos a fijar exclusivamente en el pueblo kukama.
- ‘Cocama’ es el término tradicional. Actualmente prefieren denominarse ‘kukama’, por cuestiones lingüísticas.
- Sólo aparecen tres casos en Lagunas (río Huallaga). Nos sorprende que no se cuenten enfermos por COVID-19 en Nauta y Requena, ambas ciudades de gran raigambre kukama y con gran impacto del COVID-19. Las tres ciudades (Lagunas, Nauta y Requena) son los centros más importantes en la Reserva Nacional Pacaya Samiria y mantienen una fuerte presencia del pueblo kukama. Este ocultamiento nos parece muy preocupante, es una forma de minimizar el impacto en pueblos indígenas. El apu de Santa Rita de Castilla (distrito de Parinari), junto con otras personas, perteneciente a una organización indígena integrada en ORPIO y AIDESEP no aparece en las estadísticas y la DIRESA conoce el caso de Santa Rita de Castilla. Podríamos poner más ejemplos, pero es suficiente para indicar que las estadísticas ocultan la realidad. Tal vez el afán occidental por los números esté ‘velando la realidad’. Tal vez las organizaciones indígenas regional y nacional puedan preguntar a sus filiales cuál es el impacto real en pueblos indígenas. Lleva más trabajo, pero sería una forma de ‘revelar la realidad’.
- Los datos no dejan de ser números. Como mínimo habría que contextualizarlos. No es lo mismo un enfermo entre un millón, por ejemplo en Lima, que un enfermo entre 100.000 indígenas (kukama), 5.000 (urarina) o una docena (omurano). ‘Muchos’ es un término genérico, pero cuando lo comparamos, adquiere mayor sentido y profundidad. Los kukama aprendieron y prestaron del quechua los números a partir del 5 cuando comenzaron a necesitarlos.
- Ya se ha señalado el real glotocidio: muerte de hablantes de lenguas indígenas, que tendrá un fuerte impacto en la revitalización de algunas de ellas, entre otras, la lengua kukama.
- Resumo acá un comentario acertado de Barbara Fraser: si mueren muchos indígenas, como parece que ocurrirá, no faltará quien enfatice la despoblación. Lo cual se puede traducir en los próximos años de mayor presión sobre territorios indígenas con la excusa que apenas hay población. Hay que estar atentos no siendo que el impacto de la pandemia sobre pueblos indígenas sea utilizado para expropiar territorios indígenas. En breve: el Estado no hace todo lo posible para atender a su población indígena y mueren muchos. El territorio se ‘despuebla’ y el Estado, en años posteriores, comienza a entregar territorios indígenas a empresas extractivas. O en una versión más moderada: deja de titular territorios indígenas.