Si hay alguien que empeña su vida en la defensa de la Vida, esas son las mujeres, muchas veces desde el anonimato, desde la cotidianeidad de una vida escondida. Pero también hay mujeres que se hacen presentes en espacios internacionales, defendiendo así los Derechos Humanos y colectivos, pero también los derechos del territorio, de la naturaleza, pues el clamor de los pobres y el clamor de la Tierra es el mismo.
Por Luis Miguel Modino
Amazonía, la periferia desde donde quiere que “se escuche la voz de la transformación”
“Velar por la labor de las mujeres en territorio, ya que es un acompañamiento y una defensa constantes por la vida, por la cultura y por el territorio”
Hay “mucha esperanza, los pueblos indígenas hemos alzado nuestra voz y estamos luchando para que no se destruya la Amazonía”
“Reconocer la presencia de Dios en todo lo que es la Amazonía, que todos podamos ver en esa vasta Amazonía, en ese bioma, en su gente, en sus culturas, la presencia de Dios y su acción y la acción del Espíritu. Eso creo que puede transformar todo, ese es el gran paraguas de todo”
Una defensa de los Derechos Humanos que llevan a cabo desde el territorio, los juzgados, las universidades y los espacios internacionales
Tantas mujeres en tantos rincones del mundo manteniendo con sus manos la esperanza por otro mundo posible.
Mujeres fuente de esperanza
Se convierten así en fuente de esperanza, en este caso desde la Amazonía, desde diferentes perspectivas, pero siempre con un compromiso fuerte e innegable, asumiendo una causa que las zambulle en la vida de muchas otras mujeres. Esa es la vida y la causa de cuatro mujeres que, desde el territorio amazónico, unas porque han nacido en él y otras porque han asumido con la Amazonía un compromiso vital.
Carol Jeri Pezo es abogada, y desde su trabajo en Cáritas Madre de Dios, en la Amazonía peruana, se siente comprometida en la lucha que vienen realizando las lideresas indígenas. Una lucha que como una de esas lideresas vive Patricia Gualinga, desde Sarayaku, en el corazón de la Amazonía ecuatoriana, la periferia desde donde quiere que “se escuche la voz de la transformación”. Una realidad que hace con que “mi opción de vida está íntimamente ligada a la Panamazonía, a sus pueblos, de manera especial a las mujeres”, dice Romy Gallegos. Un espacio donde en palabras de Gustavo Gutiérrez, Sonia Olea se depara con “signos de vida en lugares de muerte”.
Las 4 son parte de la delegación amazónica que de 22 a 24 de marzo de 2023 participa en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Agua 2023, que busca resolver la crisis del agua y el saneamiento en el mundo a través de propuestas que ayuden al acceso a agua limpia, uno de los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Pero también una de las agendas prioritarias de la Iglesia católica, que desde el Vaticano se empeña en la reflexión y movilización internacional sobre el acceso al agua, y lo hace impulsando la presencia de líderes y lideresas de los territorios más amenazados de los cinco continentes, entre ellos, de la Amazonía.
Velar por la labor de las mujeres en territorio
Son ellas quienes han llevado la voz, y en esa voz una semilla de esperanza, relatando experiencias de cuidado con la vida en sus más múltiples formas. Lo hacen como mujeres, que en el caso de Carol Jeri Pezo, se siente “responsable de acompañar en este resistir constante en el cual las mujeres amazónicas se encuentran”. La abogada peruana no duda en insistir en la importancia de “velar por la labor de las mujeres en territorio, ya que es un acompañamiento y una defensa constantes por la vida, por la cultura y por el territorio”. Algo que ha expresado al relatar el caso de la Cuenca del Río las Piedras, en la Amazonía peruana.
Una tierra de “muchos dolores, sobre todo dolores a raíz del extractivismo, que ha destruido muchas cosas hermosas de la Amazonía”, dice Patricia Gualinga, denunciando a las empresas, principalmente petroleras, grupos inmensos conectados en todo el mundo, contra quienes “es difícil luchar para los pueblos amazónicos”. Pero a pesar del dolor, también hay “mucha esperanza, los pueblos indígenas hemos alzado nuestra voz y estamos luchando para que no se destruya la Amazonía”, resalta la lideresa del pueblo kichwa de Sarayaku.
Aprendiendo a caminar junto a los pueblos
Con mujeres como Patricia, con quienes es capaz “de encontrarse alrededor de un círculo, de conectarnos, de reconocer que las diferencias no nos distancian, sino que en realidad nos acercan y nos permiten ver la riqueza de la vida como tal”, Romy Gallegos ha ido aprendiendo y sigue “aprendiendo a caminar en este gran territorio junto a sus pueblos”. Un caminar que se enriquece desde la distinción de culturas, lugar de origen, donde “todas nos hermanamos en ese corazonar desde la Amazonía”. Es con esas mujeres que dice estar “aprendiendo a andar esos mismos caminos, aprendiendo a navegar de la mano de esas mujeres”.
Sonia Olea ve todo eso como “un privilegio, pero también es una obligación, y es la letra de la canción de las personas que seguimos a Jesús”. La jurista de Cáritas Española lo vive como “esa certeza que a veces duele, otras incomoda, que a veces la guardas debajo de la alfombra para no recordar nada de esa certeza”, de algo que ella ve en sí misma, pero también en los que y en lo que hace parte de su vida, en su familia, “en mi esposo, en este proyecto de vida y en mi trabajo, en mi voluntariado y en mi compromiso”.
Un estar y un acompañar en el camino, para buscar los mecanismos necesarios para que la voz de las mujeres sea escuchada, afirma Carol Jeri, pues “nuestra labor es continuar fortaleciéndolas día a día, y en este acompañar constante ser nexo entre ellas y quienes tienen la posibilidad de apoyarlas en su lucha”. Carol, que es miembro del Núcleo de Derechos Humanos de la REPAM, no olvida que “ser mujer hoy en día es una labor que implica muchos retos, y no hay mayor reto que el que enfrentan nuestras mujeres en la Amazonía que continuar su resistencia”.
Apoyo decisivo del Papa Francisco
Una resistencia en la que Patricia Gualinga se siente acompañada por el Papa Francisco. De hecho, la vicepresidenta de la CEAMA no duda en decir que “hace años no nos hubiéramos imaginado que la Iglesia institucionalmente se comprometería para defender la Amazonía, ahora lo tenemos y eso es una gran alegría y esperanza”. Desde ahí invita a “reconocer la presencia de Dios en todo lo que es la Amazonía, que todos podamos ver en esa vasta Amazonía, en ese bioma, en su gente, en sus culturas, la presencia de Dios y su acción y la acción del Espíritu. Eso creo que puede transformar todo, ese es el gran paraguas de todo”.
Mujeres diversas que se conectan, que van aprendiendo a estar para apoyar, a acompañar, “pero reconociendo que nuestro lugar es estar siempre a un lado”, señala Romy Gallegos. Se trata de un “desafío esperanzado que se hace más viable cuando lo acuerpamos más”, insistiendo en que “acuerparlo entre mujeres hace una gran diferencia para encontrar la esperanza en medio de todo lo que nos sucede”, en palabras de la acompañante territorial y en Derechos Humanos del Programa Universitario Amazónico (PUAM).
Dar herramientas para cambiar la situación
Un acompañar que Sonia Olea realiza “como cristiana y como mujer creyente en un Reino de paz, de justicia, de amor y de libertad”, buscando así “dar todo el conocimiento, todas las herramientas que tengo como jurista experta en Derechos Humanos para que las personas vulneradas, las comunidades vulneradas, los pueblos vulnerados, la naturaleza vulnerada, pueda tener esa milimétrica o pequeña oportunidad de luchar, de cambiar la situación, de modificar leyes, de unificar políticas públicas, ese unificar la esperanza”, afirma la Responsable de Incidencia Internacional de la REPAM.
Son mujeres cuidadoras, mujeres protectoras, mujeres transformadoras desde la esperanza, mujeres que sueñan y se empeñan en hacer realidad otro mundo posible, dejando para atrás tantas injusticias que en la Amazonía afectan en mayor medida a las mujeres. Una defensa de los Derechos Humanos que llevan a cabo desde el territorio, los juzgados, las universidades y los espacios internacionales, como son las Naciones Unidas o el Sistema Interamericano de defensa de los Derechos Humanos. Y que lo hacen como Iglesia, siguiendo aquello a lo que el Papa Francisco llama en el capítulo 5 de Fratelli tutti, llevar a cabo un trabajo de incidencia política en lo internacional como Iglesia.
Mujeres que en palabras de Sonia Olea “son caricia, pero también son aguijón, que usan sus manos para tejer mantas de colores, para teñir telas y plumas, para escribir demandas y talleres metodológicos de derechos humanos. Y lo hacen con alegría, con sencillez, con amor y delicadeza, y con rotundidad, certeza, verdad y esperanza”. Mujeres que, desde la ONU, se quieren conectar con esa mujer espiritual que cuelga en un cuadro de sus paredes, “una mujer espiritual, que representa a tantas mujeres en tantos rincones del mundo manteniendo con sus manos la esperanza por otro mundo posible. Por la dignidad de la persona en toda su plenitud. Por la conexión con el cielo y la tierra, el agua y el fuego”.
Fuente: Religión Digital