Uno ha pasado la Navidad de formas tan diferentes que le parece normal hacerlo surcando los ríos de la Amazonía, queriendo celebrar la Eucaristía con gente para quien el mandamiento de la Santa Madre Iglesia que dice “Oír misa entera todos los domingos y fiestas de guardar”, les parece casi una broma.
Por Luis Miguel Modino *
Al final, la Eucaristía nos ayuda a alimentarnos del Dios que se hace carne, que no podemos olvidar es lo que celebramos en la Navidad, el Misterio de la Encarnación. Ese hacer que Dios sea alimento siempre es un desafío en la vida misionera, sobre todo cuando uno la vive como ministro ordenado a quien la Iglesia ha colocado en realidades periféricas, en medio de aquellos que, por qué no decirlo, son católicos de segunda o de tercera división, al menos en lo que respecta al acompañamiento eclesial.
Todavía recuerdo cuando en una parroquia en la que había ocho misas por domingo, fuera de las casi 100 a las que uno podía ir andando menos de 15 o 20 minutos, algunos se sentían desatendidos si por cualquier motivo el párroco osaba quitar, aunque fuese solo por un día, su misa. Sí, aquella a la que estaba tan acostumbrado que no le obliga a salirse de una rutina de la que también forma parte es a misa, a veces tan poco eucarística. Qué decir a quienes la Eucaristía “les toca” una vez por mes, o por trimestre, o por año…
Hacer memoria del nacimiento de un excluido
Hacer eso supone dejar de lado otras cosas y enfrentarse a preguntas que muchas veces no tienen respuestas, esas de dónde, el qué, con quién vas a cenar o a comer en Navidad. A decir verdad, uno ni lo sabe, y para qué negarlo, ni le preocupa. Sin querer entrar en polémicas, uno no puede olvidar que hacemos memoria del nacimiento de alguien que fue excluido, tal vez porque aquel hombre y la joven embarazada que le acompañaba eran vistos como gente de la que uno debe desconfiar, como marginales.
Dios se encarna con la ayuda de María, que supera los patrones establecidos para mudar la historia. Que Dios se encarne hoy, en un mundo que continúa cerrándole las puertas, también depende de cada uno de nosotros, que, a ejemplo de aquella joven, debemos superar los miedos que no nos dejan asumir ese compromiso con aquellos que esperan un mundo mejor, un Dios cercano, compañero de camino, alimento y aliento en medio de la dificultad, del dolor que asola la vida de una humanidad cansada de remar contra corriente.
Hacer presente a Dios en la vida de los otros
Cuando uno consigue llevar Dios a los otros, es Navidad. Cuando la gente se siente satisfecha porque ha encontrado en ese Dios que se hace carne el alimento que le faltaba, es Navidad. Cuando a través de alguien los otros descubren que Dios se ha hecho uno como ellos, parte de su vida y motivo para pensar que se puede entender y vivir la vida de una forma diferente, es Navidad.
La Navidad es para vivirla, por encima del modo o del con quien celebrarla. Es tiempo para actualizar el Misterio de Dios, de ese Dios que se hace pequeño y que busca la forma de hacerse presente en medio de los pequeños, de los que siempre se quedaron atrás o fueron obligados a hacerlo. Una vez fue con la ayuda de María, quien sabe si esta vez no sea con tu ayuda, o con la mía. ¡Feliz Navidad!
* Fuente: ADN Celam