Es como un fantasma que araña la garganta, que persigue todo el día, que recorre los espacios privados, los más íntimos, que no te deja tranquila. Ata, ahoga el grito, da pánico. Así transcurre la rutina, cuando la casa no es lugar seguro, cuando quedarse en casa significa una amenaza.
La crisis por el COVID19 impacta a todas las personas, pero no lo hace a todas por igual. La emergencia por la violencia machista la vivimos desde hace mucho, es una pandemia, que cuando se junta a otra pandemia, se vuelve más feroz.
Mayra tiene 14 años, nos sirve un almuerzo con su mirada triste y desviada, como llena de vergüenza. Hace unos días, Israel, su padre persiguió a su agresor sexual con un machete por el puerto. Los gritos y llamadas de auxilio alertaron a la policía. Sus 3 hijas (solo una mayor de edad) atienden el bar de su padre a todos los comensales que pasan, que es punto de embarque e intercambio donde confluyen 2 ríos de esta gran Amazonía. Israel culpó a su hija por “exponerse y provocar” y ahora lleva 3 días en estado de embriaguez porque se siente culpable. Mayra no ha recibido ningún tipo de atención especializada o cuidado por el intento de violación al que fue sometida en plena cuarentena a manos de un conocido del negocio familiar.
En la Amazonía, es una realidad que grita. Los indicadores de agresiones físicas, sexuales, psicológicas a las mujeres en la región son alarmantes y en muchos espacios casi naturalizadas por las propias autoridades, por Estados y sistemas públicos machistas y violentadores. Según el Mapeo Eclesial realizado por la REPAM también está asociada al extractivismo, como un fuerte impacto social, económico y cultural, donde la situación de las mujeres y niñas se invisibiliza y no se trata de la manera específica que urge.
El hacinamiento, el hambre, el desespero por la crisis económica agudiza la situación. La precaria situación de salud en la Amazonía, no solo revela que la atención para salvaguardar la vida y la salud por el COVID 19 y el Dengue, es insuficiente y negligente, porque es una deuda permanente, sino que también arrastra procesos de atención y cuidado a víctimas de violencia de género, donde su vida está en riesgo todos los días.
En la mayoría de los estados panamazónicos, se han activado números de atención a las violencias contra las mujeres y niñas, que, en algunos casos, están tratado protocolos de atención desde el estado para esta coyuntura, pero lastimosamente en la mayoría de los casos, esta atención en las localidades amazónicas, tanto en las ciudades, mucho más en las zonas más alejadas, no están funcionando. Esto sumado a que los hogares no son lugares seguros para las mujeres, pero en esta situación de confinamiento, las posibilidades para hacerles frente se reducen. Según estudios específicos de organizaciones a nivel de la región, como ONU Mujeres, Surkuna de Ecuador y organismos estatales que atienden estos temas, las mujeres estando tan cerca de su agresor durante la cuarentena, no pueden denunciarlo, no pueden hacer una llamada, no pueden pedir ayuda. La amenaza recrudece.
En Ecuador, en la provincia de fronteriza amazónica de Sucumbíos, la casa de acogida de la Federación de Mujeres está lista para atender a casos de violencia doméstica que tengan que ser albergados mientras dure la cuarentena, pero los casos que han llegado son menos de los esperados, justamente por este hecho. Se están realizando esfuerzos, como en varios países para que este tema no se deje de lado y sea atendido, la sociedad civil se organiza y responde. PROTOCOLO CUARENTENA SIN VIOLENCIA
Los reportes que llegan de Bolivia desde la Fuerza Especial de Lucha Contra la Violencia (FELCV) indican que en lo que va de a cuarentena se atendieron 1.216 casos, indican que muchos de los delitos comunes han disminuido en gran medida, pero la violencia de género se ha incrementado. La región amazónica del Beni ocupa los primeros lugares en estas tristes estadísticas.
En Perú, se han reportado 43 casos de violación, 27 de los cuales fueron a niñas, las líneas telefónicas de atención están abiertas pero los agresores dentro de casa, o a pocos metros. El gobierno ha optado por entregar el bono económico de ayuda a las familias, a partir de las mujeres. Ello supone una respuesta concreta a otra forma de violencia, que tiene que ver con la autonomía económica.
En Colombia la línea de atención a mujeres reporta un aumento del 50% en la etapa de aislamiento social, y un 77% de las agresiones sexuales son cometidas bajo el techo de las víctimas. Frente a ello, las mujeres solicitan que los espacios y protocolos estatales para la atención a la violencia de género no entren en cuarentena, que sigan trabajando y que cumplan toda la cadena. De la misma manera, Ana Güezmes de ONU MUJERES hace hincapié en la atención a la salud reproductiva y a mujeres gestantes, mientras dura la emergencia y aún con los sistemas sanitarios colapsados.
Colombia nos sigue doliendo por la cantidad de asesinatos a líderes sociales, muchas de ellas mujeres y mujeres jóvenes, mientras el COVID19 avanza, los territorios indígenas y campesinos, siguen siendo atacados por las mafias del narcotráfico y el crimen organizado y de un estado que ha dejado en total desprotección a quienes tiene su vida amenazada por defender sus espacios vitales.
Es en la casa, es en la calle, es en la escuela, esta pandemia de violencia machista ha hecho que el mundo no sea un lugar seguro para las niñas y las mujere y desde hace rato.
Es importante recalcar que las mujeres ocupan el 74% de los puestos en el sector social y sanitario en América Latina, además son líderes comunitarias, defensoras, están en el frente de batalla a la emergencia por el COVID19. En las ciudades amazónicas, son también quienes están barriendo las calles y ocupándose de los residuos, labor tan importante en estos momentos de emergencia sanitaria. Pero también se reconoce que los lugares de toma de decisión que ocupan son mínimos.
Sabemos que en la Amazonía las actividades extractivas no han parado, las empresas mineras y petroleras siguen operando, la extracción de madera. “Legales” e ilegales, las actividades de explotación a mujeres vinculadas a estas actividades tampoco y ahora con mayor desprotección.
Sabemos que esta pandemia no tendrá solución en el aislamiento social, ni solamente en la mejora de los sistemas y protocolos de los estados para atenderla. Esta pandemia se reproducirá como lo ha hecho por cientos de años, mientras nosotros como sociedad no hagamos esfuerzos por reconocerla y detenerla con acciones cotidianas y concretas. Pero en medio de ello, el movimiento de mujeres, desde cada casa, desde cada ventana, desde cada rincón de la Amazonía y del mundo, gritando que “Si tocan a una nos tocan a todas” y seguimos en pie, protegiéndonos, cuidándonos, acompañándonos.
Por: Daniela Andrade