Vicariato Apostólico de Jaén – Perú
En el Quinto Aniversario de los sucesos en
“La Curva de la Esperanza”
Mis queridos hermanos y amigos: no sé cómo llamar a estas líneas que comienzo a escribir.
Pronunciamiento, no me gusta; manifiesto, tampoco; ni comunicado. Tal vez salga como forma de carta, pero quisiera que fuera una conversación.
Yo hablo en voz escrita y mientras tanto Uds. lo hacen en voz silenciosa desde su cabeza y desde su corazón, ¿les parece? Tal vez luego en voz alta podamos decir y hacer algo todos juntos.
“Curva de la Esperanza”
¿Saben dónde está ese lugar?
Hace cinco años se llamaba “Curva del Diablo” pero unos hermanos nuestros de una Iglesia Evangélica lo rebautizaron. Ya no hay sangre en la pista ni en el cerro que ella cortó para viajar hasta la selva de Condorcanqui. Pero hay temor todavía.
En Bagua ha comenzado el juicio para acusar, defender, condenar o absolver a 24 indígenas Awajun y Wampis y 29 meslizos de la zona.
Y hay temor por lo que en él vaya a suceder. Pensar que me pueden caer encima 25 años de prisión y hasta cadena perpetua es motivo más que suficiente para temer.
Y aunque solamente fueran cuatro u ocho sin libertad, cuando la selva inmensa es mi casa y sus caminos, quebradas y ríos están ahí para moverme por ella, no es cosa fácil de aceptar. Menos todavía cuando me siento inocente y sé que no he matado a nadie, que más bien quise impedir la muerte de todos; que no he arrebatado un arma con luchas y forcejeos.
Tomé la carretera; cierto. Entendí que se estaba queriendo vender nuestro territorio y, con él, mi casa, mi comunidad, mi vida. ¡Cómo no protestar! Mi ley me lo permite.
En otros casos no se castiga, y hoy nos juzgan por eso.
Todo esto no habría sucedido si el Gobierno y el Congreso hubieran derogado a tiempo unos decretos y hubieran aprobado una ley que pocos días después aprobaron y derogaron.
Y no habrían muerto ni policías ni civiles si algunos, desde muy arriba en la escala del poder, no hubieran querido sorprender a los “tomadores de carreteras” (hasta ese momento no eran otra cosa) de forma que no les diera tiempo de retirarse como habían decidido.
Alguien mató. Es verdad. Pero ¿quién fue? ¿Hay alguna prueba clara contra alguno?
Porque creemos que los jueces, fiscales y procuradores son gente de buena voluntad y conciencia recta que sabrán encontrar soluciones y, sobre todo, porque Dios guía la historia, porque de la muerte de su Hijo sacó la Vida para todos nosotros, junto al temor permanece la esperanza.
Por eso, “Curva de la Esperanza”.
Si, vamos a llamarla así en adelante. En esa curva ya no habrá ni accidentes fortuitos por imprudencias alocadas, ni rastros de enfrentamientos entre hermanos por actos de mal gobierno ni por incomprensiones entre los que solamente son distintos.
En lo alto del cerro una gran Cruz blanca que habla de Resurrección, y en la curva, que fue “del diablo”, el rostro de Jesús que nos mira y nos habla de Esperanza.
Esa Cruz y esa mirada, con nuestra decisión, tienen que marcar una etapa nueva en la historia del Perú.
Por parte nuestra vamos a hacer todo lo posible para que así sea.
Santiago García de la Rosilla Domínguez, S.J.
Obispo Vicario Apostólico de
Jaén San Ignacio, Condorcanqui, lmaza y Aramango.