París, 14-12-2015 (REPAM).- El actual acuerdo pronto será adoptado como el nuevo y único acuerdo universal sobre cambio climático. La movilización masiva de los ciudadanos ha sido esencial para generar la presión necesaria que llevó a los políticos a aceptar la referencia de 1,5° C en el aumento de temperatura, la mención al concepto de justicia climática y la señal a la industria de combustibles fósiles de que su tiempo llega a su fin.
El acuerdo establece la meta de mantener el aumento de temperatura por debajo de los 2°C, haciendo esfuerzos para limitarla a 1,5°C. Para las organizaciones católicas de desarrollo que han trabajado por conseguir un acuerdo justo para la gente más pobre, el límite de 1,5°C es un paso en la dirección correcta. Solo conseguiremos alcanzar la justicia climática si: los recortes de emisiones por los países desarrollados son científicamente verificados y son alcanzados a mitad de siglo; debe haber un mecanismo para revisar de forma transparente el progreso e incrementar los compromisos de los países. Se deben movilizar fondos de manera sustancial y predecible para que todos los países puedan desarrollar las acciones para reducir las emisiones a prácticamente cero durante las próximas décadas.
Una delegación conjunta de Caritas Internationalis y CIDSE estuvo presente en la COP 21. “Esperamos coraje y creatividad por parte de los líderes para enfrentar el cambio climático, por el momento el borrador del acuerdo carece de la ambición necesaria y no ofrece una solución adecuada a la emergencia global que está afectando a millones de personas vulnerables en la tierra. Mientras la conexión esencial entre el cambio climático, la erradicación de la pobreza, y el acceso al desarrollo sostenible, ha sido reconocida, es lamentable que los derechos humanos no estén en el corazón del acuerdo y debemos evitar que intereses particulares prevalezcan sobre el bien común.” (Michel Roy, secretario general de Caritas Internationalis).
“Inspirados por las palabras del papa Francisco, junto con cientos de miles de personas de todo el mundo, llamamos a los gobiernos a considerar la dimensión moral de las decisiones políticas sobre el cambio climático, y a poner a las comunidades más pobres, que están sufriendo los peores impactos del cambio climático, en el centro del debate. El cuidado de nuestra casa común, requiere que nos demos cuenta de que enfrentamos una sola y compleja crisis ambiental y social”. (Heinz Hödl, presidente de CIDSE y director de KOO).
Respecto a la financiación climática, nos reconforta que los países más ricos tomen el liderazgo, pero hay pocos indicios sobre cómo planean aumentar sus contribuciones desde los 100.000 millones de dólares anuales que ya se han comprometido. Nos gustaría ver a los gobiernos asegurando fondos previsibles para las necesidades de adaptación, pero esto no ha ocurrido. No hay garantía de que las futuras necesidades de financiación sean cubiertas. Citando al papa Francisco, aquellos que son los más responsables de la crisis climática deben pagar su deuda ecológica a los menos responsables.
Otra preocupación es la protección de los derechos humanos, ausente ahora en el corazón del acuerdo. Esto supone una amenaza porque las proyecciones climáticas ponen en peligro los derechos humanos. Al mismo tiempo, la escasa referencia a la seguridad alimentaria es un golpe más a las comunidades más vulnerables del mundo. El acuerdo no hace nada para proteger sus tierras. La tierra es tratada como un medio de fijar carbono, sin ningún enfoque de derechos. Por tanto no se considera a las personas que viven en estas tierras y puede menoscabar sus medios y forma de vida. Este enfoque ofrece a los grandes contaminadores una oportunidad para el acaparamiento de tierras, desplazando a las comunidades indígenas, reduciendo la superficie arable y manteniendo las emisiones en su territorio.
Por primera vez, se ha incluido el concepto de “Pérdidas y Reparación”, que ha sido muy controvertido a lo largo de otras negociaciones. Mientras el acuerdo puede aportar una base para apoyar a los más afectados por los desastres, ha sido chocante ver algunos países intentando evitar su responsabilidad para compensar los daños irreversibles que el cambio climático provoca a las personas y comunidades más vulnerables.
A pesar de las carencias del texto, Caritas Internationalis y CIDSE se sienten esperanzadas por la demostración de solidaridad sin precedentes que ha llevado a cabo el movimiento de Justicia Climática a lo largo de 2015. Nuestras organizaciones se comprometen a seguir apoyando el movimiento, haciendo seguimiento sobre la puesta en marcha de los compromisos adquiridos por las partes. El movimiento por la Justicia Climática está creciendo, y continuará mucho más allá de París.
COP 21: COMUNICADO DE CARITAS INTERNATIONALIS SOBRE EL ACUERDO DE PARÍS