Un grito por la Amazonía en plena Cumbre de la COP27, un grito que lanza la Red Eclesial Panamazónica por medio del Núcleo de Derechos Humanos, a partir del territorio y de los pueblos que habitan ese territorio amazónico. Lo hace desde Manaos, la mayor ciudad en territorio amazónico, donde se celebra el Comité Ampliado.
Por Luis Miguel Modino
Algo que es visto como “un momento seguir gritando, junto con el Papa Francisco, por su sueño de una Amazonía que luche por sus derechos, los derechos de los más olvidados (mujeres, niñas, hombres y niños campesinos, indígenas, ribereños y afrodescendientes) para que su voz sea escuchada y su dignidad respetada”.
Un grito que denuncia que “nuestra tierra, nuestros ríos, nuestro aire se encuentran en una carrera desenfrenada hacia la muerte”. Una situación que “requiere de cambios radicales y urgentes, si no, tendrá consecuencias catastróficas para todo el planeta”, denunciando abiertamente que “Sin Amazonía, no hay vida ni humanidad posible”.
Redes de solidaridad y desarrollo
Por eso se recuerdan las palabras del Papa Francisco en Querida Amazonía, donde se afirma que la humanidad siempre tiene la posibilidad de superar “las diversas mentalidades de colonización para construir redes de solidaridad y desarrollo; el desafío consiste en asegurar una globalización en solidaridad, una globalización sin dejar nadie al margen”. Y junto con ello, también en el número 17 de este documento pontificio, afirmar que caminos como la COP, tratados como Escazú, no serán “para devolver a los muertos la vida que se les negó, ni siquiera para compensar a los sobrevivientes de aquellas masacres, sino al menos para ser hoy realmente humanos”.
Ante esa realidad lanzan un Grito por la Amazonía, denunciando que “los consensos políticos de nuestros países y gobiernos no pueden seguir quedándose en papel mojado con total indolencia y sin garantía y justicia alguna”. Un grito que dice un basta ya y se haga realidad un mundo que promueva derechos humanos de forma eficaz, que incluya las culturas, las espiritualidades, la justicia ancestral y que no desarraigue a las personas y los pueblos, especialmente a los jóvenes.
Un mundo en el que se tomen medidas urgentes que no se lleven a cabo dañando los derechos humanos de los pueblos de la Amazonía y dejando a miles de personas sin medios de vida y sin futuro. Un mundo que tenga como protagonistas a los verdaderas sabias y sabios sobre el agua, la tierra, los árboles las plantas; hombres y mujeres de los que somos deudores. Por eso se define la actual situación como injusticia y crimen, ante lo que se grita a los Gobiernos reunidos en la COP27 que se está en juego el futuro de cientos de miles de niñas y niños que son futuro, no solo de la Amazonía, sino de la humanidad entera.
Fuente: ADN Celam