Con el reto actual y la responsabilidad de ser vicepresidente de la Asociación Interétnica de Desarrollo de la Selva Peruana, Richard Rubio es un líder indígena, originario del pueblo Kichwa del Napo (Amazonas), con una formación diferente. No es abogado, no es profesor.. él estudió Teología y Filosofía porque, asegura, ambas disciplinas permiten reflexionar y visualizar “los signos de los tiempos, ver y análizar hacia dónde vamos como pueblos indígenas, qué queremos”. Un caminar en el que, opina, las gentes amazónicas deben dialogar, buscar y articular con aliados como la Iglesia Católica: “Estamos en sintonía con el discurso del Papa”.
Por: Beatriz García Blasco – CAAAP
A pesar de las dificultades y las amenazas crecientes Richard Rubio se niega a utilizar términos que inviten a la frustración, a la derrota. Más bien todo lo contrario, desde la vicepresidencia de AIDESP que ahora ocupa invita a construir puentes y alianzas. Todo por una Amazonía en desarrollo pleno, mas no un desarrollo económico, sino un desarrollo que priorice a las comunidades y abogue por el Buen Vivir.
Una de las principales preocupaciones de los pueblos indígenas es sobre su territorio. Invasiones constantes, proyectos extractivos y múltiples amenazas están ahí, latentes. Desde su conocimiento, especialmente de la selva norte del Perú donde ha nacido y crecido, ¿qué cambios se han dado en las últimas décadas? ¿Por qué el derecho al territorio se vulnera una y otra vez?
Hay varias razones y sí, es una de las grandes preocupaciones de las organizaciones a todos los niveles, desde las comunidades hasta las organizaciones nacionales. Ocurre principalmente que la prioridad no son las comunidades nativas, indígenas y campesinas, sino que el Estado piensa más en los empresarios, las concesiones madereras, títulos habilitantes… y no en el reconocimiento y titulación de las comunidades. Actualmente Perú tiene un Convenio con el Banco Interamericano de Desarrollo por unos 80 millones, el famoso proyecto PTR3, para hacer saneamiento físico-legal de la propiedad agraria de los pueblos indígenas. Pero no se cumple hasta ahora. Tiene una meta de titular a 403 comunidades indígenas. Estamos a las puertas de la culminación en el año 2020, pero no se ve el desarrollo o la preocupación en mejorar la seguridad jurídica, la condición de un título, en hacer la política territorial que esperan las comunidades.
Entiendo entonces que no es problema de dinero, sino de voluntad, ¿así es?
Sí, esa es la otra preocupación. Antes no se titulaba porque no había dinero y hoy que hay dinero, tampoco. El territorio indígena sigue sin estar en agenda, y es prioritario, porque los pueblos indígenas sin bosque no podrían existir, no podrían vivir. El territorio es el hábitat, donde nosotros podemos mantener por muchos años nuestra cultura, nuestra vivencia, nuestra organización, nuestra forma de vida y nuestra existencia. Sin territorio no podemos garantizar nuestra vida como pobladores indígenas.
Pero, a nivel nacional e internacional sí existen leyes que protegen a los pueblos indígenas, desde el Convenio 169 de la OIT, hasta la Constitución y otras normativas… ¿Sienten realmente esta protección? ¿Cómo se perciben estas herramientas en las comunidades?
Sí, existen leyes y normas y se puede hacer uso de ellas, pero es en lo teórico. En la práctica no se aplican y no se prioriza la seguridad territorial. Es más el ente competente, rector, que es el Ministerio de la Agricultura y en cada región sus respectivas direcciones. ¿Pero qué pasa? No hay articulación entre estos ministerios, esas direcciones, cada uno va por su lado. No les interesa, y cada vez es más engorroso pedir un reconocimiento, obtener una titulación. Conseguir una titulación en Perú no pasa por menos de 14 a 16 años. ¿Por qué? Porque no hay una sinergia. Tampoco hay un interés de decisión política para lograr sanear esas 403 comunidades. Otra de las debilidades coyunturales son los cambios de los ministerios, a cada rato cambia el ministro y los diferentes directores, de acuerdo al interés político. Hay profesionales que no conocen la realidad de las regiones. San Martín es muy distinta de Loreto, por ejemplo. A veces los ingenieros conocen en un espacio, pero en otro no, y hasta que se actualizan, se articulen… ya pasaron los tiempos y todo se dilata. Lo mismo ocurre con la SUNAT, si no inscribe ese título, de nada sirve. Aparte el SERFOR… no hay un buen entendimiento. Por ejemplo, con el tema de los Bosques de Producción Permanente, las comunidades superpuestas no podrán ser tituladas. En 2018, por iniciativa de AIDESEP y de organizaciones regionales como 109 federaciones y organizaciones, hemos sacado una ley que permita el redimensionamiento para que estas comunidades , por un régimen especial, se titulen dentro de un Bosque de Producción Permanente o Área Natural Protegida. Este es un largo proceso que todavía no estamos aterrizando, aún está en el plano teórico porque no hay ni una comunidad redimensionada hasta ahora.
En lo referente a su formación, usted estudio Teología y Filosofía, un perfil poco común entre los líderes indígenas. ¿Qué le motivo a formarse en esos ámbitos?
Sí, es cierto. La filosofía, en lo que respecta a las explicaciones sobre la vida, y la teología, para mí, van las dos unidas, ¿no? Una cosa es la realidad y otra es el futuro. Me refiero a la visión que tenemos como pueblo, creo que van unidas. Tampoco puede pasar desapercibida la vida diaria y la preocupación de los pueblos. Una vez más la tierra, la teología y la filosofía nos hacen ver la concepción, nos hacen leer los signos de los tiempos, ver hacia qué apuntamos como pueblos indígenas, qué queremos. Estamos pensando una visión futura para mejor, no queremos que traiga más amenazas. Queremos armonía con la naturaleza, con los derechos humanos, con las comunidades, con las organizaciones y también con las instituciones del Estado u ONGs para que ayuden, que contribuyan a mejorar el planeta, que actualmente está en una crisis, puede ser por el abuso, por los empresarios, puede ser por el monocultivo, por las infraestructuras como la Hidrovía, por el cambio de uso del suelo que se está dando y no se está priorizando… Muchas miradas apuntan ahora hacia la Amazonía en lo referente a la cultura y a la mejora de las condiciones de vida, pero hay otros muchos ojos que siguen sin verlo, que siguen viendo nada más el interés económico, los recursos y explotarlos. Nada más. Mi visión personal es que la teología con la filosofía lleva a pensar, analizar, hacer una reflexión porque quienes vienen por detrás también tienen que tener el Buen Vivir que buscamos nosotros. El Buen Vivir en armonía con la naturaleza y con el hermano que está a nuestro lado. Saber escuchar los gritos y los llantos, pero también tener una visión de esperanza en el futuro para conseguir un mejor desarrollo de nuestro pueblo. El desarrollo que queremos, que todos anhelamos.
En su discurso, escucho muchas coincidencias con la visión del Papa Francisco a través de la Laudato Si y en el mensaje que dió en Puerto Maldonado ante los pueblos indígenas. ¿Qué opina de este nuevo impulso de la Iglesia? ¿Qué opina de que el Papa haya convocado el Sínodo para la Amazonía?
Sin duda, estamos en sintonía con el Papa. Hay que cuidar la Casa Común, y la Casa Común es cuidar la tierra, cuidar las cochas, cuidar los recursos que tenemos, cuidar la cultura, valorar a las personas, armonizar el ambiente, buscar articulación… ¿para qué? Para vivir. La crisis climática ya no es solamente un tema de indígenas, es un tema global, internacional que es para todos. Entonces, tenemos que buscar sinergia con todas las organizaciones indígenas, líderes, autoridades, sean locales, regionales y nacionales. Estamos a tiempo de frenar antes de que llegue un tiempo en el que ya no se pueda vivir. De repente un empresario a un árbol le está viendo cien soles, pero para nosotros es mucho más que cien soles. ¿Cuántos años habrán pasado para que llegue a esa edad? Nos está dando aire pura, energía, respiramos gracias a él, nos da salud, vida, esperanza. El Papa sabe y ha dicho que la Amazonía está, más que nunca, amenazada. Más que nunca. Ciertamente hubo en la historia otras amenazas, como el boom del caucho. Pero ahora tenemos amenazas más fuertes: la minería, el petróleo, la hidrovía, las carreteras, el monocultivo… Todas esas amenazas nos impiden armonizar nuestras vidas como pueblos indígenas. Una vez más las organizaciones y líderes estamos llamados a proteger, a vigilar, a controlar, a mirar, a buscar apoyo fuera, interna y externamente para mejorar la condición de este llamado planeta que busca la armonía para todos.
Entiendo que uno de esos aliados o actores a los que alude sería la Iglesia en su labor de acompañamiento a los pueblos indígenas, ¿verdad?
Así es, por supuesto. La Iglesia, ONGs… otras iglesias. Todos estamos en la misma idea, con los mismos propósitos.
¿Y, personalmente, qué le solicita a la Iglesia que se identifica con los misioneros que trabajan directamente con las poblaciones indígenas?
Yo me identifico mucho con la Iglesia católica que todavía, hasta ahora, mantiene credibilidad y da confianza, pues siempre hemos visto que la Iglesia ha sido mediadora. Confiamos en eso. ¿Y qué le solicitamos? ¿que pido yo? Asesoramiento técnico, acompañamiento de profesionales técnicos a las organizaciones indígenas. Por ejemplo, a nivel nacional, tenemos un solo abogado para velar por nueve regiones y necesitamos más presencia de abogados. Necesitamos asesores idóneos para construir una mirada con una politica indígena. Por otro lado, mayor presencia, por limitaciones de personal quizás la Iglesia no está llegando mucho a las poblaciones más alejadas. Queremos escuchar justamente a la Iglesia para escuchar la voz de los pueblos. Queremos una nueva mirada y hemos visto que la Iglesia ya nos está a escuchando y nos invita a poner propuestas. Hay aún mucho camino por recorrer porque hablar de frenar amenazas no es ir en contra del desarrollo. Hay que entender el desarrollo con visión indígena para, desde ahí, construir. Otro tipo de desarrollo sí es posible.
Pero en todos esos retos los pueblos indígenas parecen estar en inferioridad. Menos abogados, menos asesores… frente a un Estado y toda su maquinaria, grandes empresas petroleras, mineras… ¿cómo lo ve? ¿Miedo, frustración?
No estamos ni frustrados ni queremos cruzarnos los brazos. Sabemos que el poder económico está muy por encima pero ahí estamos. Si hay unidad organizacional, creo que se puede lograr. Y si hay diálogo, si hay escucha y si hay inclusión de los aportes de los pueblos, sí que se puede lograr. Aunque muchas veces nos han dicho que las organizaciones indígenas son como una ONG, que buscan captar unos fondos y al final no ayudan, no llegan a los pueblos. También nos han dicho que somos obstáculos en el desarrollo. Por ejemplo, en el caso de la Hidrovía Amazónica, dicen que Aidesep está impidiendo. Si nos oponemos es porque para los pueblos indígenas la Hidrovía no va a suponer desarrollo, sino solo para un grupo, el que tiene el poder. Ellos nada más se beneficiarán. Es una batalla muy grande. Pero insisto, debe haber unidad de los pueblos. Para visibilizar nuestros gritos, nuestras necesidades, para mejorar la condición de los pueblos. Lo que queremos es proteger la vida, la existencia de un territorio, proteger el agua, la tierra, el alimento diario para poder vivir y disfrutar nuestra vida en armonía, como han vivido mucho más antes.
A las puertas del Sínodo Amazónico, ¿qué espera de este gran evento?
Como organizaciones pedimos tener un espacio también en este Sínodo y, si no lo tenemos, al menos nos gustaría que en los documentos se incluyan nuestros aportes y pedidos. Queremos conversar y esperamos ser parte del diálogo, articular con las instituciones y desde la visión indígena, lo que queremos, lo que pedimos es simple: que nuestras voces sean escuchadas e incluidas dentro de los planes de Gobierno, de la política de Gobierno del Estado. Hasta ahora, la población indígena no ha sido prioridad dentro la agenda política nacional, siempre ha sido aislada. Lo que queremos es que se incluyen estas decisiones para mejorar la condición de vida de los pueblos indígenas.