Vivir la Semana Santa para un cristiano es recorrer un camino donde Dios muestra su amor de salvación a un mundo necesitado de Pascua. Pascua significa “pasar” de la muerte a la vida. Esto fue lo que Jesús hizo con su muerte y resurrección. Y lo que nosotros recordamos, celebramos y vivimos en esta Semana.
Por Mons. Rafael Cob *
Cada año el pueblo de Israel, donde nació y vivió Jesús, celebraba la Pascua. Esta es la fiesta más grande del pueblo judío. La fiesta por excelencia porque, en ella, recordaba que Dios le liberó de la esclavitud del faraón de Egipto, donde vivía sometido. Fue aquel día como alcanzar su independencia.
El libro del Éxodo, capítulo 14, nos recordará aquellos hechos históricos que el pueblo celebra cada año: el paso del mar Rojo, el paso de la muerte a la vida, de la esclavitud a la libertad. Esa es la pascua judía que el pueblo vivió, hoy recuerda y celebra.
Dios, por medio de Moisés, mandó que su pueblo nunca olvidara esta liberación y que debía seguir celebrando la Pascua todos los años. “Este rito te servirá como si tuvieras una señal en tu brazo y un recordatorio en tu frente para que tengas en los labios la Ley del Señor que con mano fuerte te sacó de Egipto. Guardarás este mandato todos los años en su fecha” (Ex 13,9).
Pascua de la Resurrección
Ya para nosotros, los cristianos, en estos días de Semana Santa revivimos la Pascua de Jesús, en quien creemos como nuestro Salvador. Recordando, celebrando y viviendo los hechos fundamentales de su vida como son su muerte y resurrección.
Dentro de la Semana Santa hay varios actos que desembocan en la Pascua de la Resurrección de Jesús, principal hecho en que creemos, como dijo San Pablo: “Si Cristo no hubiera resucitado, vana seria nuestra fe” (1Cor 15,14).
Entre tanto, para resucitar antes hay que morir. Por ello, la muerte de Cristo es un hecho fundamental y paso necesario para salvarnos de la esclavitud del pecado. Muerte y vida son dos palabras que nos revelan toda la vivencia del misterio Pascual.
No olvidemos el significado de la Pascua judía y de la pascua cristiana: paso de la muerte a la vida. La muerte se expresa o revela en diferentes formas o maneras. Además de la muerte física del cuerpo, puede ser la esclavitud y dolor que sufre la persona por el pecado, o sea, por una muerte moral.
Camino hacia la Pascua
Dentro de los actos que desembocaron en la muerte y resurrección de Jesús, y que celebramos en la Semana Santa, está el Domingo de Ramos, que es como el pórtico de la semana Santa. Esta celebración anuncia a Jesús con su entrada triunfal en Jerusalén, recordando que Él triunfará después de morir en la cruz, por la resurrección. En esta fiesta, llamada Domingo de Ramos, el ramo que traemos para bendecir es un signo con el que manifestamos que Jesús es nuestro Rey. Como lo proclamó aquel pueblo que seguía y quería a Jesús, así también nosotros debemos recordar a quien debemos servir como nuestro rey.
Dentro de la Semana Santa, son los tres últimos días que conforman el Triduo Pascual, que nos recuerdan los tres acontecimientos principales: el jueves, la Cena Pascual del Señor; el viernes, la pasión y muerte de Jesús; el sábado, en la Vigilia Pascual, la Resurrección de Jesús.
Estos son tres días, no solo para recordar, sino para celebrar y vivir más intensamente nuestra fe, como pueblo de Dios. Son tres días para orar, reflexionar y contemplar estos hechos salvíficos. Tres días no para irse de vacaciones a la playa u otro lugar, sino para ir al templo de mi comunidad o parroquia, escuchar la Palabra del Evangelio que nos narran estos hechos.
Tres días para meternos en el sentir y vivir lo que Jesús vivió, desde el corazón. Para leer su testamento de amor, para contemplar y acompañarlo en ese viacrucis viviente. El sufrimiento que Jesús hizo camino a la cruz y que hoy siguen haciendo hermanos que sufren, siendo inocentes por defender la justicia. O hermanos que sufren esclavitudes por el pecado del mundo injusto en tantos caminos de muerte, como la droga, el narcotráfico, la prostitución etc.
¡Cristo Resucitó! y vive en nosotros
Quizá nos es fácil sintonizar con el dolor y la muerte, que vemos por los medios de comunicación y nos quedamos solo en lamentarnos. Esta Semana Santa no terminó en la cruz, ni en el sepulcro. Terminó proclamando: ¡¡¡Cristo Resucitó!!! Venció a la muerte y está vivo en cada hombre y mujer que anuncia a los demás esta verdad, con palabras de paz y de esperanza, de alegría y de gozo. Cristo vive en mí y lo demuestro con mi fe y mis obras, que lo certifican.
Pasamos por la cruz del sacrificio para llegar a la luz pascual que ilumina nuestra oscuridad que disipa nuestras sombras que nos da seguridad, que nos trae la alegría de vivir creyendo no en un cristo muerto sino muerto y resucitado. No debemos ser cristianos tristes o tristes cristianos, debemos ser testigos de la alegría de la paz, del amor que Cristo nos ha dado para que le compartamos.
Por eso decimos a los cuatro vientos, ¡¡Felices Pascuas ¡¡ levántate y camina por caminos de vida , alégrate Cristo te ama y quiere vivir en tu vida, vive la pascua, es decir el paso de la muerte a la vida , del pecado a la misericordia divina, de la esclavitud a la libertad. Si se puede salir del vicio y de la muerte , basta que tengas la fe en El. Recuerda, Celebra y Vive la Pascua de Jesús. ¡¡feliz Pascua¡¡
* Mons. Rafael Cob García, obispo de Puyo (Ecuador) y presidente de la Red Eclesial Panamazónica (REPAM)