“Tenemos miedo, nuestra gente en las comunidades siente temor e impotencia, porque no nos escuchan, porque nos han dejado solos, las autoridades nos han abandonado a los pueblos indígenas”.
En nuestra comunidad veíamos por la tele todo lo que venía ocurriendo cuando llegó el COVID19 a nuestro país. Aún veíamos bien lejos lo que pasaba en Lima, en las otras ciudades. Nuestros abuelos han sufrido por otras enfermedades, y cuando eso sucedía se aislaban, se alejaban de las cabeceras de los ríos. Por eso ahora, muchas familias se han ido dentro de la selva, a las quebradas donde nadie les puede encontrar y hemos cerrado nuestros territorios para que nadie pueda entrar.
Su voz es pausada y clara, como esas voces que han caminado bastante, la medida del aislamiento me imposibilita conocer en persona a don Gilter Yurarima, animador cristiano desde hace 15 años en la Amazonía, su comunidad Alianza, está en la boca de los ríos Marañón y Urituyacu, en pleno corazón de la selva. Desde el inicio de la pandemia, esta comunidad fue una de las mejores organizadas para responder a las medidas de prevención contra el contagio. Fue ejemplo entre los pueblos indígenas de la zona de cómo estar más a salvo, cerraron los accesos al territorio para que nadie pueda entrar ni salir por el río y establecieron en la isla de enfrente el espacio para aislamiento para pasar la cuarentena a quienes tenían probabilidades de estar infectados. Ahora en su comunidad se han confirmado más de 30 casos.
A estos tiempos de ansiedad y miedo Gilter y su esposa Sonia, responden. “No nos quedamos callados, le decimos a nuestras autoridades comunitarias que tenemos que denunciar lo que pasa, damos ideas, ayudamos a organizar.”
A estos tiempos de COVID esta pareja de animadores responde “conversando, animando, concientizando. La gente llega a mi casa, me preguntan qué podemos hacer, yo les digo que tengamos paciencia, que estemos unidos. Me preguntan cosas que no entienden de tanta información que llega, las noticias, revisamos juntos las recomendaciones que dan las autoridades”.
Muchas veces, en este camino de servicio pastoral Gilter y Sonia se han sentido solos, como navegando contra corriente, lidiando con el desinterés, la apatía de su propia gente, pero para ellos, esto ha significado el desafío de ser testimonio con su propia vida, ser mejores personas y vencer las dificultades.
En esta situación, él siente que el miedo ha hecho que la gente mire para adentro, “busquen una esperanza, se acercan y me dicen – tenemos que rezar juntos, hagamos oración.” En estos tiempos de muerte nos recuerda que “hay un Dios que siempre nos salva, que ha hecho el mundo y la naturaleza, los espíritus que viven en el agua, en el monte, en la medicina, en la siembra, en la sabiduría, si ha dejado algo para q el hombre utilice y se salve”.
En estos tiempos de enfermedad y abandono Gilter desde la sabiduría de su cultura nos recomienda usar “sacha ajo, jengibre, miel de abeja, pidiéndole a estas plantas la protección y sanación”.
En esta zona, territorio de varios pueblos indígenas (mayoritariamente kukama y urarina) no hay un centro de salud bien equipado, el personal técnico encargado se ha ido. Don Gilter ha sido el portador de una esperanza para las 17 comunidades ribereñas y que según él significa una respuesta muy concreta y eficiente, en medio de todo el abandono a los pueblos por parte del estado. El vicariato de Iquitos ha entregado un concentrador de oxígeno y medicinas como una medida de apoyo a poder responder a la enfermedad.
Gilter Yurarima también ha aceptado la responsabilidad de informar sobre lo que acontece en las comunidades de manera permanente siendo corresponsal de la radio del vicariato que está presente en la zona, para él, esta es un labor “que ayuda a topar el corazón de la gente, que las autoridades puedan escuchar, conocer el malestar y que esto pueda hacerse eco más allá. Informar desde el lugar de los hechos, para que entregar información real, porque muchos solo hablan de datos y números, pero ni siquiera saben la verdad de lo que acontece”.
Como ellos, hay muchas mujeres y hombres a lo largo de la gran Amazonía que por años se han dedicado a acompañar a sus comunidades, a ser signo de esperanza y cercanía, a ser el rostro diáfano y humano de Jesús que camina entre su pueblo y que en estos tiempos de soledad y olvido para los pueblos amazónicos son una fuente de resistencia y consuelo.
Terminamos nuestro diálogo preguntando a Gilter qué es lo que esta pandemia nos deja…” nos está enseñando a ser más solidarios. Cuando termine, espero que seamos más organizados, y que recordemos que lo más importante es estar unidos.”
Por: Daniela Andrade