Es tiempo de agradecer el gran regalo de amor de Dios a la humanidad, de reconocer los maltratos a la creación, de cambiar nuestras acciones y de comprometernos a cuidar juntos de ella.
Por Mons. Rafael Cob
Al celebrar el séptimo aniversario de la Encíclica Laudato Si’, del 22 al 29 de mayo, me viene a la mente los siete días de la Creación que nos narra el primer libro de la Biblia, Génesis, que termina diciendo: “y vio Dios todo lo que había hecho y era muy bueno” (Gen 1,31); “y bendijo Dios el día séptimo y lo consagró. Porque ese día Dios descansó de toda su tarea de crear” (Gen 2,3).
Ello nos inspira a contemplar la creación como una obra creada con máxima perfección, al ser creada por Dios plasmó en ella toda su esencia y su ser, que es el ser Amor. Así pudo decir “y todo era muy bueno”. La bondad de Dios fue derramada en cada ser que Él creó, y con tal perfección que nadie puede igualar, con tal orden y precisión que no hay nada en la creación que sobre o falte. Toda una armonía donde todo funcionaba de modo tan extraordinario que, como dice el Papa Francisco en la Encíclica Laudato Si’, “el mundo es un misterio gozoso que contémplanos con jubilosa alabanza” (LS, 12).
Agradecer a Dios Creador
En este séptimo aniversario de Laudato Si’, que fue lanzada el 24 de mayo de 2015, queremos agradecer a Dios Creador por el regalo de su creación, en la que el ser humano es como la joya de la corona. Entre tanto, miremos donde miremos, fauna y flora arriba y abajo, desde la gota de agua que encierra toda una vida y esperanza hasta una hoja del árbol grande o pequeño, una pluma de un ave o un sonido en la selva o en el páramo, todo lo natural forma parte de esa perfección de Dios. Así, como San Francisco de Asís, queremos ser contemplativos en un silencio fecundo y observador, para decir a Dios: “Alabado seas”, “Laudato Si’”.
Esa belleza de nuestra tierra, la inmensidad desde lo alto en el aire, o desde el fondo del mar en la profundidad, encierra un misterio insondable que nadie puede abarcar.
Reconocer las amenazas y maltratos
Lamentablemente esa creación viene siendo alterada y maltratada por los humanos, lo que Dios creó en siete días, años o milenios. Lo que cuenta no es el tiempo, sino lo creado en ese tiempo con amor y vislumbrar un horizonte. Preguntándonos: ¿para qué y porque Dios lo creó?
En siete años, Laudato Si’ ha iluminado a millones de personas para pensar: ¿Qué hacemos nosotros en medio de esa creación? ¿Por qué el ser humano no está cuidando de este gran regalo que Dios ha puesto en sus manos?
En el cuidado de esta tierra se juega la propia vida. Existe una relación entre nuestra vida y la de nuestra tierra, nuestra madre tierra que nos cobija y alimenta. Hay algo que es claro: no podemos dar la espalda a nuestra realidad, a lo sufre nuestro planeta, a nuestros hermanos más desprotegidos que viven en este planeta. Esta tierra la hemos recibido en herencia no solo para nosotros, sino también para las próximas generaciones. ¿Cómo la queremos dejar a las próximas generaciones? ¿Cuál es la misión de la Iglesia hoy ante la preocupante realidad que vivimos en una tierra frágil que se desmorona?
Escuchar los gritos de la tierra
La Iglesia no puede ser ajena a la escucha de los gritos que se oyen en el mundo y, en especial, en nuestra Amazonía donde vivimos. Por ello, ella, como defensora de la vida, se pone en camino para unir su voz a la de tantos hombres y mujeres que son vulnerados en su derecho a vivir una vida digna.
Este aniversario de Laudato Si’ es ocasión no solo para agradecer a Dios por la belleza que podemos contemplar, sino también para recordar las amenazas y los efectos de la destrucción que vemos en nuestro planeta y en las consecuencias que sufren los pueblos más pobres y olvidados.
Se encendieron las alarmas ante el calentamiento global que no baja, ante la deforestación que hace desaparecer el paisaje de nuestra tierra o la contaminación de nuestros ríos de donde adquirimos el agua para el consumo de las poblaciones.
Es tiempo de comprometernos y caminar juntos
Este día es la ocasión para comprometernos todos en cuidar esta casa común en que “vivimos, nos movemos y existimos”, como nos recuerda San Pablo.
En este año en que el Papa Francisco nos invita a que todos reflexionemos caminando juntos en la construcción de una Iglesia Sinodal, hacia el Sínodo de la fraternidad, dejémonos mover por el Espíritu que todo lo recrea.
Dios nos regaló un gran profeta, en la persona del Papa Francisco, al escribirnos esta valiosa encíclica Laudato Si’. Queremos agradecer y pedir a Dios por él, que lo proteja y sostenga en medio de las borrascas y tormentas a su alrededor. Que siga dándole la fuerza para mantener el timón con mano firme, que guie la Iglesia hacia puerto seguro.
Nos queda responder al amor de Dios expresado en su creación. ¡No la destruyamos! ¡No la manchemos! La vida que Dios nos da no es negociable! Hay que vivirla de tal manera que trabajemos como Dios creador nos mandó. Pero hace falta saber el cómo hacerlo, siempre juntos, escuchando, caminando y discerniendo siempre en favor de la vida y en armonía, porque en este mundo todo esta interconectado.
Que Dios siga bendiciendo nuestra tierra y a los hijos e hijas de su tierra.
Mons. Rafael Cob es obispo del Vicariato de Puyo (Ecuador) y vicepresidente de la Red Eclesial Panamazónica (REPAM).