¿Una estructura sinodal y colegial de la iglesia regional amazónica?

Carlos María Galli, 7-9-19
CELAM – REPAM, Bogotá

Este ensayo es una guía para la reflexión y la conversación acerca de la propuesta de una nueva es-tructura episcopal -colegial y sinodal- en, desde y para la Iglesia regional amazónica.
Presenta la cuestión en el marco del próximo Sínodo (1); explico el fundamento desde una renovada eclesiología de la sinodalidad (2); asumo la tradición regional en la Iglesia latinoamericana y caribe-ña contemporánea (3); imagino una posible estructura permanente de la Iglesia amazónica (4).
Dado el carácter sintético del texto no desarrollaré cuestiones previas ni colaterales ni emplearé bi-bliografía eclesiológica ni canónica; sólo citaré algunos textos teológicos y magisteriales recientes.

1. La cuestión: ¿Una estructura eclesial para el rostro amazónico de la Iglesia?
1. Esta Asamblea Especial del Sínodo de los Obispos nos interpela para encontrar nuevos caminos para la Iglesia y para una Ecología Integral en la Amazonía. Con ese horizonte, el Documento de Trabajo desarrolla el capítulo Iglesia con rostro amazónico y misionero (ILab 107-114). En ese mar-co sugiero mirar a la Iglesia en la Amazonia como “Iglesia regional” y pensar su posible configura-ción “sinodal” y “colegial”. Explicitar la dimensión regional y la figura sinodal puede ayudar a deli-near el fondo y la forma de “la fisonomía de la Iglesia amazónica” (ILab 146).
2. Dios, en Cristo, se vincula a hombres particularizados por las “culturas propias de los pueblos” (AG 9) y la Iglesia, Pueblo de Dios, se realiza concretamente en cada “gran territorio socio-cultural” (AG 22b). Los pueblos y las culturas configuran a las iglesias de un país y una región. El componente geo-cultural de una diócesis o de una agrupación interdiocesana de iglesias marca su rostro propio.
El Concilio Vaticano II afirmó el valor de las diversidades culturales en la Iglesia (cf. SC 37 40; UR 1, 6; LG 13; AG 22; AA 19). La pluralidad de espacios culturales contribuye a la pluralidad de igle-sias que “hablan tal lengua, son tributarias de una herencia cultural, de una visión de mundo, de un pasado histórico, de un sub¬strato humano determinado” (EN 62). El encuentro del único Pueblo de Dios con las diferentes culturas genera “la variedad de las iglesias locales” (LG 23) con sus peculia-ridades teológicas, litúrgicas, espirituales, pastorales y canónicas (LG 23d, UR 4, AG 19), y cuyo dinamismo, “lejos de ir contra la unidad, la manifiesta mejor” (OE 2).
La Iglesia asume las culturas locales, nacionales o regionales cuando “la apertura a las riquezas de la Iglesia particular responde a una sensibilidad especial del hombre contemporáneo” (EN 62). En este proceso se irán delineando nuevos rostros eclesiales e itinerarios pastorales comunes (ILab 113-115).
3. Las Conferencias Generales del Episcopado latinoamericano y caribeño son signos elocuentes de un proceso sinodal y colegial que fue delineando, como duce Aparecida, “el rostro latinoamericano y caribeño de nuestra Iglesia” (DAp 100). Los Sínodos que se realizaron en los continentes durante la preparación del Jubileo de 2000 fueron hitos importantes para plantear la figura propia de la Igle-sia Católica a escala continental en América, Europa, África, Asia y Oceanía (TMA 38; EiA 8).
4. Nuestro caminar regional está abierto a nuevas estructuras y procesos, que pueden desarrollarse a escala regional y continental según las diversidades de iglesias vecinas y afines. Por ejemplo, en las últimas décadas se ha afianzado el trabajo en redes de las diócesis de fronteras de distintos países, incluyendo la acción pastoral social y ecológica (ILab 129.f.2). Estamos llamados a pensar teológi-ca, espiritual y canónicamente nuevas dinámicas de intercambio sinodal intra e inter-continentales.

La novedad del Sínodo para la Amazonia invita a imaginar la fisonomía de la Iglesia en esta co-munidad regional y generar una formación nueva inter / nacional pero infra / continental.

2. El fundamento: la sinodalidad eclesial a nivel regional
La sinodalidad eclesial…
1. El Papa Francisco enseña una renovada comprensión de la sinodalidad. En 2015, al conmemorar el 50º aniversario de la Institución del Sínodo de los Obispos por el motu proprio Apostolica Sollicitudo de san Pablo VI, afirmó: «El camino de la sinodalidad es el camino que Dios espera de la Iglesia en el tercer milenio». Esta sentencia, dicha en la parresía del Espíritu, profundiza su llamado a una conversión pastoral y misionera para comunicar la alegría del Evangelio (EG 27). El Papa convoca a vivir la sinodalidad en los distintos niveles de la vida de la Iglesia, o sea, a nivel lo-cal, regional y universal. Así invierte el orden de referencia dado en las últimas décadas que iba de lo universal a lo particular. En el segundo ámbito regional sitúa instancias sinodales intermedias.
«el segundo nivel es aquel de las provincias y las regiones eclesiásticas, los consejos particulares y, en modo especial, las conferencias episcopales. Debemos reflexionar para realizar todavía más, a través de estos organismos, las instancias intermedias de la colegialidad, quizás integrando y actualizando algunos aspectos del antiguo orden eclesiástico. El deseo del Concilio de que tales organismos contribuyen a acrecentar el espíritu de la colegialidad episcopal todavía no se ha realizado plenamente. Estamos a mitad de camino, en una parte del camino».
2. En 2018 se publicó el documento de la Comisión Teológica Internacional (CTI): La sinodalidad en la vida y en la misión de la Iglesia (Sin). Con el trasfondo del magisterio del Papa Francisco y el desarrollo reciente de la eclesiología católica, el documento presenta la figura sinodal de la Iglesia (Sin 10). Entre todos los elementos que componen la experiencia y la noción de la sinodalidad, aquí sólo destaco la correlación entre el camino, la sinodalidad y la misión del Pueblo de Dios.
“’Sínodo’ es una palabra antigua muy venerada por la Tradición de la Iglesia, cuyo significado se asocia con los contenidos más profundos de la Revelación. Compuesta por la preposición σύν, y el sustantivo ὁδός, indica el camino que recorren juntos los miembros del Pueblo de Dios. Remite por lo tanto al Señor Jesús que se presenta a sí mismo como «el camino, la verdad y la vida» (Jn 14,6), y al hecho de que los cristianos, sus seguidores, en su origen fueron llamados «los discípulos del camino» (cfr. Hch 9,2; 19,9.23; 22,4; 24,14.22)” (Sin 3).
3. La Iglesia sinodal camina en el Espíritu de Cristo hacia el Reino de Dios anunciando el Evange-lio.
“En la Iglesia, la sinodalidad se vive al servicio de la misión. Ecclesia peregrinans natura sua missionaria est (AG 2), «ella existe para evangelizar» (EN 14). Todo el Pueblo de Dios es el sujeto del anuncio del Evangelio. En él, todo Bautizado es convocado para ser protagonista de la misión porque todos somos discípulos misioneros. La Iglesia está llamada a activar en sinergia sinodal los ministerios y carismas presentes en su vida para discernir, en actitud de escucha de la voz del Espíritu, los caminos de la evangelización” (Sin 53).
El documento final de la Asamblea del Sínodo de los Obispos sobre los Jóvenes cita muchas veces, de forma explícita e implícita, a partir de su número 118, la enseñanza de la CTI. La primera citación recuerda “que la puesta en acción de una Iglesia sinodal es el presupuesto indispensable pa-ra un nuevo impulso misionero que involucre a todo el Pueblo de Dios” (Sin 9). Aquella Asamblea resume esta eclesiología pastoral en esta nueva expresión: la sinodalidad misionera de la Iglesia.

… a nivel regional
4. La institución sinodal ha variado en los distintos tiempos y lugares (Sin 30, 35, 93, 100). La sino-dalidad se concreta asumiendo el componente socio-cultural de las iglesias locales (Sin 24, 58, 77). En el marco de la vocación sinodal del Pueblo de Dios, el capítulo tercero desarrolla la concreta ac-tuación de la sinodalidad considerando los sujetos, estructuras, procesos, niveles y actos sinodales.
“La dimensión sinodal de la Iglesia se debe expresar mediante la realización y el gobierno de procesos de participación y de discernimiento capaces de manifestar el dinamismo de comunión que inspira todas las decisiones eclesiales. La vida sinodal se expresa en estructuras institucionales y en procesos que conducen a través de diversas etapas – preparación, celebración, recepción – a actos sinodales en los que la Iglesia es convocada según varios niveles de actuación de su sinodalidad constitutiva” (Sin 76).
5. En línea con la innovación de Francisco, el discurso teológico-canónico comienza en el plano lo-cal, sigue por el regional y culmina en el universal (Sin 71, 77, 85, 94). A la sinodalidad en la Iglesia particular (Sin 77-84), sigue la comunión entre Iglesias de una región (Sin 85-93) y en el conjunto de la Iglesia (Sin 94-102), recogiendo tradiciones y estructuras de Oriente y Occidente.
En ese contexto se refiere a La sinodalidad en las Iglesias particulares a nivel regional.
“El nivel regional en el ejercicio de la sinodalidad es el que se da en los reagrupamientos de Iglesias particulares presentes en una misma región: una Provincia -como sucedía sobre todo en los primeros siglos de la Iglesia- o un País, un Continente o parte de él. Se trata de reagrupamientos «or-gánicamente unidos», «en unión de fraterna caridad para promover el bien común», movidos «por el celo amoroso por la misión universal» (LG 23). Los orígenes históricos comunes, la homogeneidad cultural, la necesidad de hacer frente a análogos desafíos en la misión, hacen presente en forma origi-nal al Pueblo de Dios en las diversas culturas y en los diversos contextos. El ejercicio de la sinodali-dad en este nivel promueve el camino común de las Iglesias particulares, refuerza los vínculos espiri-tuales e institucionales, favorece el intercambio de dones y sintoniza las opciones pastorales (NMI 29). En particular, el discernimiento sinodal puede inspirar y alentar opciones comunes para «procurar nuevos procesos de evangelización de la cultura» (EG 69) (Sin 85).
6. Los párrafos siguientes recuerdan raíces históricas y formas actuales de la sinodalidad regional.
“Desde los primeros siglos, tanto en Oriente como en Occidente, las Iglesias fundadas por un Apóstol o por uno de sus colaboradores han cumplido un rol específico en el ámbito de su Provincia o Región, en cuanto que su Obispo ha sido reconocido respectivamente como Metropolita o Patriarca. Esto ha favorecido el nacimiento de específicas estructuras sinodales. En ellas, los Patriarcas, Metro-politas y Obispos de cada Iglesia son expresamente llamados a promover la sinodalidad, cuyo com-promiso aparece todavía más consistente mediante la maduración de la conciencia de la colegialidad episcopal que debe expresarse también a nivel regional” (Sin 86).
El documento presenta algunas estructuras sinodales y colegiales de la Iglesia latina:
“En la Iglesia católica de rito latino son estructuras sinodales a nivel regional: los Concilios Particulares provinciales y generales, las Conferencias Episcopales y los diversos reagrupamientos de éstas, también a nivel continental; en la Iglesia católica de rito oriental: el Sínodo Patriarcal y el Síno-do Provincial, la Asamblea de los Jerarcas de diversas Iglesias orientales sui iuris, y el Concilio de los Patriarcas católicos de Oriente. El Papa Francisco ha definido estas estructuras eclesiales como instan-cias intermedias de la colegialidad y ha recordado el auspicio del Vaticano II de «que estos organis-mos puedan contribuir al crecimiento del espíritu de colegialidad episcopal»” (Sin 87).
7. La sinodalidad es la forma de caminar en comunión por parte de cada iglesia local y por parte de distintas agrupaciones de iglesias a nivel nacional, regional, continental. La sinodalidad se realiza, entre otras formas, en el camino común de iglesias locales que comparten el locus en una provincia, o en una región intra-nacional, o en una nación, o en una región inter-nacional de un continente, o en un continente entero. La comunión entre diversas iglesias particulares potencia su condición eclesial y sinodal de sujetos (Sin 55) de una evangelización inserta en una región geocultural determinada. Esta configuración en niveles regionales y continentales requiere desarrollar una teología sistemática de las iglesias locales a partir de la catolicidad del Pueblo de Dios (cf. ILab 107, 110).

3. La tradición: la configuración de la Iglesia latinoamericana y caribeña
1. En ese gran marco se ubica la sinodalidad de las iglesias de América Latina y El Caribe. La pa-labra portuguesa caminhada expresa el itinerario de esta Iglesia regional. La sinodalidad latinoame-ricana ha marcado el rostro singular de nuestra Iglesia su novedad histórica. Desde 1955 la Iglesia de América Latina consolidó su figura regional. Reúne veintidós episcopados coordinados por el Concilio Episcopal Latinoamericano – CELAM, que en 2015 cumplió 60 años.
“El CELAM es un organismo eclesial de fraterna ayuda episcopal, cuya preocupación fundamental es colaborar para la evangelización del Continente… ha brindado servicios muy importantes a las Conferencias Episcopales y a nuestras Iglesias Particulares, entre los que destacamos las Conferencias Generales, los Encuentros Regionales, los Seminarios de estudio, en sus diversos organismos e instituciones. El resultado de todo este esfuerzo es una sentida fraternidad entre los Obispos del Continente y una reflexión teológica y un lenguaje pastoral común que favorece la comunión y el intercambio entre las Iglesias” (DAp 183).
2. Esta Iglesia es la única comunidad de iglesias a escala continental que hizo una recepción situada, regional, colegial y creativa del Concilio Vaticano II. Este proceso comenzó en la II Conferencia episcopal de Medellín (1968); siguió, a la luz de la exhortación Evangelii nuntiandi de Pablo VI, en la III de Puebla (1979); prosiguió en el horizonte de una nueva evangelización propuesta por Juan Pablo II en la IV asamblea celebrada en Santo Domingo (1992). La V Conferencia de Aparecida (2007) profundizó esa tradición e impulsó un movimiento misionero continental permanente.
3. Desde 2013 vivimos un kairós singular porque el Obispo de Roma es hijo de la Iglesia sureña, latinoamericana y argentina. El Espíritu Santo “sopla donde quiere” (Jn 3,8) y ha soplado como “una fuerte ráfaga de viento” (Hch 2,2). Desde 2012 empleo una imagen creada por el cardenal Kasper: Sopla el Viento del Sur. Francisco fue elegido cuando las periferias del orbe aparecieron en el corazón de la urbe. Representa la llegada del sur al corazón de la Iglesia y la voz del sur global en el mundo. La vitalidad sinodal que da a la Iglesia es inescindible de su experiencia latinoamericana.
De 1968 a 2018 la Iglesia de América Latina completó su ingreso inicial y progresivo en la historia mundial. Pablo VI fue el primer sucesor de Pedro que visitó América Latina; llegó a Colombia el 22 de agosto de 1968. Medio siglo después, el 14 de octubre de 2018, Francisco, el primer Papa latinoamericano, canonizó a Pablo VI. Uno vino de Roma a Bogotá; el otro fue de Buenos Aires a Roma. El primer Papa latinoamericano canonizó al primer Papa que vino a América Latina.
4. El cardenal Jorge Bergoglio presidió la Comisión de Redacción y condujo la elaboración sinodal y colegial del Documento Conclusivo, citado veinte veces en su exhortación Evangelii gaudium. Ayer Bergoglio contribuyó con el mensaje de Aparecida; hoy Aparecida ayuda al ministerio petrino de Francisco. El Papa toma líneas pastorales de Aparecida y las relanza creativamente en su pro-grama misionero. Con él la dinámica sinodal de conversión pastoral impulsada desde la periferia la-tinoamericana hace su aporte a la reforma misionera de la Iglesia entera. En 1950 Yves Congar afirmaba que muchas reformas provienen de las periferias y son confirmadas por el centro.
5. La Iglesia crece en el sur. En 100 años se invirtió la composición geocultural del catolicismo. En 1910 el 70% de los bautizados católicos vivía en el norte (65 en Europa) y el 30% en el sur (24 en América Latina). En 2010 apenas el 32% vivía en el norte (24 en Europa, 8 en Norteamérica) y el 68% en los continentes del sur: 39 en América Latina, 16 en África, 12 en Asia, 1 en Oceanía. Dos de cada tres católicos vivimos en el Sur. En el siglo XX el catolicismo ha girado «al revés». Los nombramientos de los Cardenales representan esta realidad poliédrica y periférica.
Después de un primer milenio signado por las iglesias orientales y un segundo dirigido por la iglesia occidental se avizora un tercero revitalizado por las iglesias del sur en una catolicidad intercultural, presidida en el amor por la sede de Roma y animada por una dinámica policéntrica. La “tercera” iglesia está en el corazón de la casa de Dios. En el paso al siglo XXI y con el nuevo pontificado la Iglesia católica vuelve a reconocer el protagonismo de las periferias y los periféricos. Esto profundi-za la crisis del euro-centrismo eclesial y requiere evitar la tentación de latinoamericano-centrismo.
6. La Conferencia de Aparecida se anticipó a imaginar nuevas formaciones eclesiales regionales. Por eso, luego de hablar de las Conferencias episcopales, se refirió a agrupaciones interdiocesanas.
“El Pueblo de Dios se construye como una comunión de Iglesias particulares y, a través de ellas, como un intercambio entre las culturas. En este marco, los obispos y las Iglesias locales expresan su solicitud por todas las Iglesias, especialmente por las más cercanas, reunidas en las provincias eclesiásticas, las conferencias regionales, y otras formas de asociación interdiocesana en el interior de cada Nación o entre países de una misma Región o Continente. Estas variadas formas de comunión estimulan con vigor las “relaciones de hermandad entre las diócesis y las parroquias” y fomentan “una mayor cooperación entre las iglesias hermanas” (DAp 182).
7. Con ese trasfondo eclesiológico, ya Aparecida llamó a colaborar a las iglesias de la Amazonia.
“Crear conciencia en las Américas sobre la importancia de la Amazonia para toda la humani-dad. Establecer, entre las iglesias locales de diversos países sudamericanos, que están en la cuenca amazónica, una pastoral de conjunto con prioridades diferenciadas para crear un modelo de desarro-llo que privilegie a los pobres y sirva al bien común” (DAp 475).
8. El Documento de Trabajo para el Sínodo profundiza esta vinculación entre iglesias de la región y las llama a avanzar por el camino de la triple conversión pastoral, ecológica y sinodal (ILab 5). La conversión sinodal lleva a asumir la región como un ámbito en el cual Dios convoca a su Pueblo.
“Además, podemos decir que la Amazonía – u otro espacio territorial indígena o comunitario – no es solo un ubi (un espacio geográfico), sino que también es un quid, es decir, un lugar de sentido para la fe o la experiencia de Dios en la historia. El territorio es un lugar teológico desde donde se vive la fe, es también una fuente peculiar de revelación de Dios” (ILab 19).

4. La figura: una estructura sinodal para la Iglesia regional amazónica
1. La sinodalidad configura a la Iglesia como Pueblo de Dios en marcha y asamblea convocada por el Señor. El andar juntos por el camino para realizar el proyecto del Reino de Dios y evangelizar a los pueblos incluye el estar juntos en asambleas para celebrar al Señor resucitado y discernir lo que el Espíritu dice a las iglesias. La comunión en el Espíritu Santo (2 Co 13,13) es principio de la vida sinodal. Las asambleas, desde los sínodos diocesanos a los concilios ecuménicos, son momentos privilegiados de un proceso de discernimiento guiado por el Espíritu al servicio de la evangelización. La Iglesia sigue el ritmo de la vida: movimiento y pausa, camino y reunión, sinodalidad y sínodo. La CTI cita palabras de Francisco en la 70ª. Asamblea General de la Conferencia Episcopal Italiana.
«Caminar juntos – enseña el Papa Francisco – es el camino constitutivo de la Iglesia; la figura que nos permite interpretar la realidad con los ojos y el corazón de Dios; la condición para seguir al Señor Jesús y ser siervos de la vida en este tiempo herido. Respiración y paso sinodal revelan lo que somos y el dinamismo de comunión que anima nuestras decisiones” (Sin 120)
2. La CTI no se limita a exponer la sinodalidad en la Iglesia sino que expone la sinodalidad de la Iglesia Este neologismo no designa sólo un procedimiento operativo ni una ingeniería institucional sino la específica forma de vivir y obrar del Pueblo de Dios que realiza y manifiesta su comunión en caminar juntos hacia el Reino, reunirse en asambleas y participar en la misión. La Iglesia es constitu-tivamente sinodal porque la sinodalidad expresa su modus vivendi et operandi (Sin 6, 30, 43).
El párrafo 70 distingue tres sentidos interrelacionados de sinodalidad. Ante todo, indica el estilo peculiar que califica el modo ordinario de vivir y obrar de la Iglesia. En segundo lugar, incluye las estructuras y los procesos que expresan la comunión sinodal a nivel institucional. Por fin, integra la realización de acontecimientos o actos, llamados asambleas – de un sínodo diocesano a un concilio ecuménico – en los que la Iglesia actúa sinodalmente a nivel local, regional y universal (Sin 70).
3. Francisco, en la Constitución Episcoporum Communio del 18 de setiembre de 2018, renovó la doctrina, el derecho y la praxis del Sínodo de los Obispos. Comprende el Sínodo a partir de la teo-logía conciliar sobre el Pueblo de Dios, la colegialidad y el primado; en una Iglesia toda sinodal; como un proceso de escucha recíproca de la voz del Espíritu; a través de tres fases sucesivas: prepa-ración / consulta, celebración / discernimiento, actuación / recepción, por la participación de tres su-jetos diferenciados y unidos: Pueblo de Dios, Colegio Episcopal, Sucesor de Pedro; auscultando el sensus fidei fidelium por la consulta a los fieles a partir de los organismos sinodales de las iglesias lo-cales.

4. El Sínodo amazónico considera la porción del Pueblo de Dios inculturada en la Amazonia. El proceso sinodal, abierto a las interpelaciones de Dios, recorre tres fases: preparación; celebración; ac-tuación. Por eso el Instrumentum laboris dice: “Este proceso tiene que continuar durante y des-pués del Sínodo, como un elemento central de la futura vida de la Iglesia” (ILab 3).

5. En este amplio horizonte que incluye el estilo, las estructuras, el proceso y la asamblea sinodal se puede pensar una estructura episcopal – colegial y sinodal – permanente de la Iglesia regional amazónica, en línea con la propuesta realizada en el Instrumentum laboris 129 f 3:
“Dadas las características propias del territorio amazónico, se sugiere considerar la ne-cesidad de una estructura episcopal Amazónica que lleve a cabo la aplicación del Sínodo”.
Esta proposición no es ni puede ser una entre otras, como está en ese capítulo 4 de la III parte del Documento de Trabajo, sino una línea macro-pastoral que debe sostener otras propuestas.

6. El actual proceso sinodal muestra la conveniencia de crear una estructura regional; la pró-xima asamblea del Sínodo puede discernir la mejor figura de esta sinodalidad amazónica.
La experiencia histórica, la eclesiología sinodal, el derecho canónico presentan DOS FIGURAS principales: CONFERENCIA Y CONSEJO. Hay otras como asociación, federación y comi-sión.

6 A – ¿Una conferencia episcopal regional?
“Las Conferencias Episcopales en el ámbito de un País o de una región son una creación re-ciente nacida en el contexto de la afirmación de los Estados nacionales y como tales han sido valora-das por el Concilio Vaticano II (LG 23, SC 36-38) en la perspectiva de la eclesiología de comunión. Manifestando la colegialidad episcopal, tienen como fin principal la cooperación entre los Obispos para el bien común de las Iglesias que les han sido confiadas, al servicio de la misión en las respecti-vas naciones. Su relevancia eclesiológica ha sido reivindicada por el Papa Francisco, que ha invitado a estudiar sus atribuciones también en el ámbito doctrinal (EG 32). Esta profundización se debe realizar reflexionando sobre la naturaleza eclesiológica de las Conferencias Episcopales, su estatuto canónico, sus atribuciones concretas con referencia al ejercicio de la colegialidad episcopal y a su actuación en una vida sinodal más articulada a nivel regional. En esta perspectiva es necesario prestar atención a las experiencias que han madurado en estos últimos decenios, así como también a las tradiciones, a la teología y al derecho de las Iglesias orientales (OE 7)” (Sin 89).
Para el Código de Derecho Canónico estas conferencias pueden darse en una nación o en una re-gión.
“La Conferencia Episcopal, institución de carácter permanente, es la asamblea de los Obispos de una nación o territorio determinado, que ejercen unidos algunas funciones pastorales respecto de los fieles de su territorio, para promover conforme a la norma del derecho el mayor bien que la Iglesia proporciona a los hombres, sobre todo mediante formas y modos de apostolado convenientemente acomodados a las peculiares circunstancias de tiempo y de lugar” (CIC- 447).
La Sede Apostólica puede erigir conferencias en regiones de dimensión mayor o menor a una na-ción.
“Como regla general, la Conferencia Episcopal comprende a los prelados de todas las Iglesias particulares de una misma nación… (CIC 448 § 1) … Pero, si a juicio de la Sede Apostólica, habiendo oído a los Obispos diocesanos interesados, así lo aconsejan las circunstancias de las personas o de las cosas, puede erigirse una Conferencia Episcopal para un territorio de extensión menor o mayor, de modo que sólo comprenda a los Obispos de algunas Iglesias particulares existentes en un determina-do territorio, o bien a los prelados de las Iglesias particulares de distintas naciones; corresponde a la misma Sede Apostólica dar normas peculiares para cada una de esas Conferencias” (CIC § 2).

Una Conferencia episcopal regional puede promover procesos de cooperación colegial y sinodal entre Iglesias locales de 9 países e inculturadas en el gran territorio sociocultural amazónico.

6 B – ¿Un Consejo episcopal regional?
“Las mismas razones que presidieron el nacimiento de las Conferencias Episcopales a nivel nacional han contribuido a la creación de Consejos a nivel macrorregional y continental de diversas Conferencias Episcopales y, en el caso de las Iglesias católicas de rito oriental, la creación de la Asamblea de los Jerarcas de las Iglesias sui iuris y del Consejo de los Patriarcas de las Iglesias católi-cas de Oriente. Estas estructuras, prestando atención al desafío de la globalización, favorecen la incul-turación del Evangelio en los diversos contextos, y contribuyen a manifestar «la belleza de este rostro pluriforme de la Iglesia» en su unidad católica (NMI 40). Su significado eclesiológico y su estatuto canónico se profundizan ulteriormente, atendiendo al hecho que ellas pueden promover procesos de participación sinodal en una «en cada gran territorio sociocultural» (AG 22), a partir de las específi-cas condiciones de vida y de cultura que connotan las Iglesias particulares que forman parte de estas estructuras” (Sin 93).

Un Consejo episcopal regional puede promover procesos de participación y líneas evangelizadoras
comunes entre las Iglesias particulares de los 9 países del gran territorio sociocultural amazónico.

7. ¿Dos instituciones regionales simultáneas? Ante la novedad que significaría combinar el Conse-jo Episcopal Latinoamericano y un eventual Consejo Episcopal Amazónico señalo 2 antecedentes.
1) El primero, latinoamericano: la compatibilidad que se da entre el SEDAC -Secretariado Episcopal para América Central, creado hace 77 años- y el CELAM (1955).
2) El segundo caso, europeo. Desde 1980 existen dos figuras simultáneas con distinto fin y alcance: el Consejo de las Conferencias Episcopales de Europa (CCEE, 1971, Sankt Gallen) y la Comisión de las Conferencias Episcopales de la Unión Europea (COMECE, 1980, Bruselas).

8. Personalmente me inclino por un Consejo, pero no me corresponde elegir una forma.
* En esta reflexión me he limitado a estructures episcopales colegiales que pueden ser cauce para una sinodalidad amplia con otras instituciones del Pueblo de Dios amazónico. De hecho, la REPAM ha surgido de la convergencia entre el CELAM, la CLAR, CARITAS, etc.

9. Más allá de la modalidad institucional, una nueva estructura de comunión y de discerni-miento eclesial – colegial y sinodal – debe estar abierta a la novedad permanente del Espíritu.

“El discernimiento comunitario implica la escucha atenta y valiente de los «gemidos del Espíritu» (Rom 8,26) que se abren camino a través del grito, explícito o también mudo, que brota del Pueblo de Dios: escucha de Dios, hasta escuchar con él el clamor del pueblo; escucha del pueblo, has-ta respirar en él la voluntad a la que Dios nos llama. Los discípulos de Cristo deben ser «contemplati-vos de la Palabra y también contemplativos del pueblo» (EG 154)” (Sin 114).

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