Madre de Dios es vista en la actualidad como la región más compleja de la Amazonía peruana. Contrasta su vasta biodiversidad con los niveles de violencia que registra. Y ahora es también la región amazónica que acogerá la visita del Papa Francisco al país, en enero de 2018.
La minería ilegal, la informal, la deforestación y contaminación de áreas protegidas, la trata de personas y la situación de los pueblos indígenas son algunas de las realidades ineludibles a la hora de referirse a esta región de poco más de 140 mil habitantes, la menos poblada del país, según datos oficiales.
En 2015, David Martínez de Aguirre Guinea fue nombrado obispo para la región, a través del Vicariato Apostólico de Puerto Maldonado, jurisdicción eclesial que abarca Madre de Dios, pero también parte de Cusco (La Covención) y Ucayali.
“La visita del Papa el próximo año demuestra el gran interés que tiene por la Amazonía y por encontrarse con los pueblos indígenas”, destaca el obispo dominico de 47 años al ser consultado por teléfono sobre la noticia de la visita que, al igual que a todo Puerto Maldonado (capital de Madre de Dios), le tomó por sorpresa.
Y es de los pueblos indígenas de esta parte de la Amazonía suroriental de Perú que hablamos, y también de otros temas; no en esta ocasión pero sí hace algún tiempo (en marzo de este año), como parte de un encuentro de la Red Eclesial Panamazónica (REPAM) que busca potenciar el trabajo de la Iglesia en la selva desde una mirada más global y propositiva.
Revivimos a continuación algunos puntos tratados con el obispo de Puerto Maldonado y que podrían orientar sobre lo que se puede encontrar hoy es esta parte de la selva peruana.
Minería y defensa del territorio
Según lo visto por el obispo dominico, la extracción de recursos naturales en la Amazonía está generando cambios enormes al estar detrás, en buena parte, “grandes empresas, grandes capitales, consorcios internacionales que están pensando en cómo repartirse lo que encuentran”.
Es sabido, por algunas investigaciones periodísticas que en el caso de la extracción ilegal de oro, el mineral tiene como destino países como Suiza. También se ha visto que existen nexos entre grandes empresas de ese país y acopiadores y proveedores que operan en Puerto Maldonado, Cusco y otras partes del país.
Sin entrar en detalles sobre las implicancias del delito, Martínez reconoce que esta “presión sobre nuestros territorios, sobre nuestras poblaciones, tanto ribereñas como de pueblos originarios, nos hace el tener que defendernos”, y traza como estrategia −al igual que predica el capitalismo− la globalización.
Pero no la económica, sino la globalización de la solidaridad. Señala que como Iglesia están abordando el tema −que reconoce tiene gran complejidad por ser los propios fieles mineros ilegales− en zonas donde justamente esta actividad opera.
Sostiene, además, que la minería hoy puede encontrarse en lugares donde tiene presencia la parroquia de Colorado, que está dentro de lo que se conoce como el corredor minero, y en la parroquia de Mazuko.
El problema de la minería ilegal en Madre de Dios es el problema de todo el Perú
De acuerdo a datos expuestos por el Ministerio del Ambiente, más del 70% de personas que realizan actividad minera ilegal en Madre de Dios son migrantes, principalmente de Cusco y Puno. “Son personas que salen de un infierno para meterse a otro que también es terrible, y es algo que pasa en todo el Perú”, sostiene el obispo.
Afirma así que no se puede abordar esta realidad sin abordar la problemática de la pobreza y de la falta de trabajo en el país. “Es cierto que hay personas que están lucrando en gran medida con el oro, pero hay miles de personas, decenas de miles que están sobreviviendo de la minería.”
“El problema de la minería es el problema de un país que no tiene la capacidad de dar trabajos a sus gentes, y que no tiene capacidad de buscar una vida digna. Y la gente a la desesperada sale en estampida y busca su propia solución descontrolada y eso es lo que está pasando en Madre de Dios, es una zona sin Estado”, reconoce.
Pueblos indígenas
La familiaridad que David Martínez tiene como la Amazonía responde a una vivencia larga. Nacido en el País Vasco (España), llegó por primera vez al Perú siendo muy joven, cuando ya tenía claro que quería ser misionero. Tras retornar a su tierra para terminar sus estudios, volvió al país en 2001, y más tarde se incorporó a la Misión de Kirigueti, en el Bajo Urubamba.
Trabajó por muchos años con nativos machiguengas, hasta que fue nombrado obispo. Su posición frente a cómo cierto sector, principalmente de autoridades, ve a los pueblos originarios es de crítica.
“Como que a veces sentimos desde nuestro mundo occidental que el indígena me gusta y lo acepto siempre en cuando lleve plumas, siempre y cuando lleve su arco y su flecha, pero no dejo que intervenga en las políticas”, resalta.
Seguidamente reflexiona enfático: “Es decir, el resto de la nación nos podemos plantear temas que puedan afectar a los pueblos indígenas; pero que los pueblo indígenas, que los nativos puedan sentarse a la mesa y hacer unas propuestas que nos afecten al resto de la sociedad, yo siento como que eso no gusta tanto.”
“El mundo occidental sí se considera que puede ser una alternativa para los pueblos indígenas, pero lo que ellos viven no lo consideramos como una alternativa para nosotros; y tienen valores que aportarnos para reconducir este mundo un poquito, el cual lo hemos llevado a un caos”, finaliza esta parte.
La REPAM
La REPAM es una red joven y regional (que busca enlazar a los países de la Panamazonía) que tiene como mira lograr “amazonizar el mundo”; bajo esa consigna sus miembros se han ido organizando en varios ejes (derechos humanos, alternativas al desarrollo, comunicación, entre otros).
A decir del obispo, “existe una necesidad de juntarnos diferentes actores del Vicariato, actores representativos de diferentes problemáticas”. Se ha convocado así a los párrocos, a todos los religiosos y religiosas. “Pero además −afirma Martínez− hemos hecho incidencia con aquellos hermanos que trabajan directamente con los pueblos indígenas.”
Se trata de articular el trabajo dentro de los propios vicariatos y hacia afuera, con sus pares de la Amazonía, para dar a conocer la realidad de las comunidades, más teniendo en cuenta que hoy se percibe un interés especial por lo que pasa en esta parte del mundo.
Volviendo al presente, es fácil imaginar que David Martínez fue quizás la persona que con más entusiasmo recibió la noticia de la llegada del Papa Francisco a Madre de Dios.
En la comunicación telefónica sostenida el lunes, adelantó que el Consejo Pastoral del Vicariato se reunió tras conocer de la visita para empezar a delinear acciones. “La visita del Papa es para escuchar a los más vulnerables, y traerá un mensaje de esperanza”, finalizó.