La indígena peruana Yesica Patiachi Tayori, profesora bilingüe del pueblo Harakbut y miembro de la pastoral indígena del Vicariato Apostólico de Puerto Maldonado, aseguró que ellos son los cuidadores de la Amazonía, pero pese a ese cuidado, dijo sentir miedo porque “estamos olvidando nuestro idioma, estamos asfixiados por modelos de desarrollo que vienen de fuera y no respetan nuestra vida. Somos discriminados, considerados como objetos de vitrina y no como una cultura viva”.
Durante un diálogo con periodistas, en el Vaticano, en el que resumió parte de su ponencia en el Sínodo Amazónico, expresó con firmeza: “Somos nosotros los que vivimos los crímenes contra la casa común.
Cuentan mis abuelos que con la llegada de los caucheros a la Amazonía, los harakbuts se rehusaron a trabajar como mano de obra barata, entonces, los mandaron matar. Los engañaron y reunieron en una isla. Cerca de 10 mil harakbuts murieron ese día. Porque ellos no conocían la escopeta, ni armas de fuego. Todos estos cadáveres fueron arrojados al río Madre de Dios. Los que vivían río abajo, bebieron estas aguas y murieron.” Cuenta con la voz quebrada, Yesica Patiachi Tayori, descendiente del pueblo originario de los harakbuts.
Un silencio de respeto envuelve a los presentes, obispos, sacerdotes y periodistas, presentes en la sala de prensa del Vaticano. “Es muy triste contar mi historia, pero es lo que puedo resumir”, dice Yesica, con un nudo en la garganta.
Eran tiempos de “fiebre del caucho” durante la primera década del siglo XX, cuando los harakbuts vivieron historias de muerte. Los caucheros llegados de diversas partes del mundo exterminaron a una gran parte de los pueblos indígenas. Los foráneos blancos, buscaban mano de obra barata y como los descendientes de Yesica se resistían, eran perseguidos, esclavizados y asesinados.
En esos tiempos de dolor, llegó a nuestras tierras el misionero dominico José Álvarez -nosotros le decíamos Apaktone- que en mi lengua significa “papá anciano”. El vino (a Madre de Dios) en época, como la que estamos viviendo ahora. Él se enteró de la situación que vivíamos los harakbuts. Él vino de otra forma hacia nosotros. Y puedo decir, que, si no hubiera sido por él, yo no estaría acá, para contarles mi versión, para dar a conocer mi protesta”, resuena la voz firme de Yesica Patiachi.
El misionero dominico José Álvarez Fernández -el Apaktone-, trabajó durante 53 años en las selvas de Madre de Dios. Llegó al Perú cuando predominaba la extracción del caucho. “Mis primeros encuentros con los nativos fueron en el estado de beligerancia, hostilidad y persecución que desde tiempo inmemorial tenían con ellos los caucheros e industriales; la menor idea de internarse en la selva, morada de las tribus, para llevarles el mensaje cristiano era, si no utópico, sí considerado arriesgadísimo; llegué hasta ellos y fue tal el asombro que les causó al verme a mí, sólo entre ellos, hablándoles en su lengua, que logré lo que nadie había soñado, calmar odios y allanar miles de dificultades”, cuenta el misionero dominico (Actualidad ambiental).
“No es la primera vez que yo tengo un encuentro grato con el papa Francisco”, dice Yesica Patiachi, con regocijo indígena. Yesica, participa como invitada en el Sínodo Amazónico en Roma, representando a los pueblos indígenas de Perú. Su primer encuentro con el Papa Francisco fue en Puerto Maldonado (Perú), cuando tuvo que dar un el discurso ambiental, también a nombre de los pueblos indígenas.
Las voces de Yesica Patiachi, al igual que la de los demás representantes de los pueblos indígenas, son escuchadas respetuosamente por el papa Francisco y también por participantes del sínodo, han asegurado, los conferencistas en las ruedas de prensa. Su solo presencia y sus testimonios, permite a una gran parte de la Iglesia “encerrada” en Roma, conocer una realidad de despojo y explotación descarnada que viven los indígenas en América Latina. Voces de dolor y de coraje, que podría abrir algunas mentes y corazones en este Sínodo Amazónico.
Desde Roma, Asunta Montoya, Red Iglesias y Minería